El caballero

Templó la espada con fuerza,
echo la pierna hacia atrás,
clavó la espada en la arena,
y fue a su enemigo a retar.

Se acercase al caballero,
con aires de provocar,
mil rupias, era el dinero,
que conseguiría al ganar.

Rugió todo el coliseo,
la gente chillaba a la par,
¡que empiecen ya con el duelo!,
que la sangre empiece a brotar.

Mirabanse los guerreros,
de arriba abajo sin más,
contemplabanse sus miedos,
en sus escudos de metal.

Empezó la dura batalla,
y pronto cayó el caballero,
que tenia tantas ansias,
de poder ganar dinero.

Viendo su muerte tan cerca,
pensó: ¡para que sirve ya!,
el dinero que todo lo arregla,
si mi alma hoy dejo escapar.

F.J.D.

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El Caballero

Puede que a algunos les suene a irreverencia, a frivolidad, a desatino, teniendo en cuenta la gran cantidad de joyas pictóricas que encierra el Prado, pero si me viera en la necesidad de salvar del desastre un solo cuadro, salvaría sin dudar “el caballero de la mano en el pecho”.

Y eso incluso a mí siempre me ha extrañado, porque el Greco no ha sido nunca mi pintor favorito: demasiado alargados los cuerpos, los escorzos un tanto forzados, el color bastante frío… Pero encuentro que el griego dio en este cuadro el do de pecho y siempre que contemplo el cuadro es como si lo viese por primera vez.

3 comentarios sobre “El Caballero”

  1. Interesante apreciacion de la pintura del caballero, sinceramente el cuadro no lo habia visto, sino hasta este momento en que haces el analisis, me movio a buscarlo, en lo que logre corroborar tus comentarios. En esta pintura, como lei en un texto, (de Grekosay), el retratado refleja sus sentimientos, los mismos que el pintor logro impregnar. Muy bien tu analisis Carlota, un saludo a distancia.

  2. Interesante aproximación más que al cuadro, al hombre.

    Dicen que es ejemplo de “lo español”,del hombre honesto del siglo de Oro, el aire parco, alejado de las vanalidades de lo terreno, espiritual, serio, con la mano en el pecho y la espada, es un hombre de honor, de palabra.

    Y revisitando a otro maestro del siglo de Oro, creo que estos versos son muy adecuados:

    “Algunos años antes de su prisión última, me envió este excelente soneto, desde la torre”
    de Francisco de Quevedo

    Retirado en la paz de estos desiertos,
    Con pocos, pero doctos libros juntos,
    Vivo en conversación con los difuntos,
    Y escucho con mis ojos a los muertos.

    Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
    O enmiendan, o fecundan mis asuntos;
    Y en músicos callados contrapuntos
    Al sueño de la vida hablan despiertos.

    Las Grandes Almas que la Muerte ausenta,
    De injurias de los años vengadora,
    Libra, ¡oh gran Don Josef, docta la Imprenta.

    En fuga irrevocable huye la hora;
    Pero aquélla el mejor cálculo cuenta,
    Que en la lección y estudios nos mejora.

  3. ¡Vaya, de repente, soy fantasma!

    No sé por qué se publicó mi comentario de arriba de forma “anónima”.

    Como el mismísimo autor del “Lazarillo”, resulta que soy autor anónimo.

    ¡En fin, desvelemos el misterio!

    :-))

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