El término rojo

Decidió buscarla en otro sitio, ya
que tan sólo un tercio de su presencia
prometía el desvarío o prometía aún
la ausencia de aquello que nunca
llegaría.
Colmado su tiempo inédito de
dibujos solapados por un secreto,
revertía la mitad de la historia.
No quedaba más que el perfume
de una música de fondo, que
se disfrazaba de la noche y
caminaba a tientas por los
pasillos vecinos de los espejos
nacarados.

Su voz repitió los fonemas sin
oración, título o resguardo,
desafiando lo poco que quedaba
de la serenidad del momento. No
entendía las reglas de la lengua.
De su lengua de su tiempo,
tierra del aire.
Su voz fijada en un ángulo
perfecto de los ojos de aquel
que no la recordaría; imaginó
mil tonalidades, desérticas
pinceladas con vaivén. Frotó
el contorno de la lámpara que
vivía, y surgió aquello que resucitaba.
La génesis de sus oscuras imágenes
la hallaba en su tormento,
sin luz, tiempo, ni espacio real,
sin nutrirse de aquel,
sin saciarse del cuento,
sin recitar la tardanza. Vacío.
Podría filtrarse en su peculiar
gramática para lograr entender,
los vericuetos del número
anterior al setenta.
Podría creer que lo creía,
y hacerse propia la coartada.
Podría encontrar la letra que
sucedía a las flores; fiebre
y fragilidad,
y completar entonces
las particularidades del término rojo.
Entonces ya deseaba completarse
aquello que nunca se termina de
crear, sólo derrumbe.
Pero la frase resonaba.

4 comentarios sobre “El término rojo”

  1. celeste, de verdad me agrada como escribes, algunos me parecen tristes pero muy reflexivos, otro no logro comprenderlos en su totalidad, quizas por su profundidad o por cosas que solamente tu entenderias…
    es dichoso de ti preguntarse por lo inexistente, in-existente…
    animo! hay que ser feliz!
    felices fiestas

    bye.

  2. Y surgió de tu lámpara, Celeste, una génesis de literaria composición dentro del tiempo y del espacio para completar un término que por su colorido estalla en mil definiciones: la frase hecha palabra.

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