En día en que mis enemigos me tiren flores, ese día… habré muerto.

Pero tampoco me gusta que mis amigos me lancen buenos comentarios. Acaso será que las dos mitades de mi, odian y aman mutuamente a cada una de las partes involucradas.
Será que Rossana no cree en la amistad, y Pilar sí cree en la redención de los pecados.
El asunto se me viene de perlas después de una noche de conversaciones, copas y amigas; reencuentros y descubrimientos de secretos a voces.
¿Por qué puedo ver dentro de las personas? A veces es asqueroso. Y como puedo ver dentro mío y no solo ver estas dos partes de un todo que me conforman. Y a la vez ver las partes oscuras de mis propios “yoes” en un sin fin de espejos rotos, multiplicados por diez mil y extendidos hasta el puto universo, que al final no es más grande que un grano de arena.

Ayer algo me marcó. Me dijeron: Estás escribiendo mejor.
Y, créanme, cuando lo escribo, me resulta difícil. No escribo por alabanzas, escribo para la puta sanación de mí ser.

Para eso prefiero ser analfabestia y no tener idea de lo que es un sustantivo, un verbo o un maldito adjetivo calificativo.
Prefiero ser ignorante y ser uno más del montón que solo piensa el culo, en la teta, la pelota y la cerveza.

Pero me pierdo pensando, no sólo en esas cosas. Sino en cuanto aire tiene la susodicha pelota, en cuantos grados alcohólicos tiene la cerveza y de como alguna vez la cebada con la que la hicieron saludó al sol en las mañanas. Pensando en como la teta y el culo alguna vez abrieron un regalo de navidad cuando todavía arrastraban la bolsa del pan. Y sonrío recordando mi propia niñez. Porque es así señores: El pene con patas que en este momento le gusta a las damas, antes fue un niño. Y la teta, vagina y culo que ahora estamos mirando con total depravación fue antes una niña.

En un punto del tiempo, siguen siéndolo. Si uno ve el entramado puede verlos. En la cara del imbécil enojado a tu lado, en la mirada de vieja con histeria en la micro. En ese momento hay dos niños jugando a la pelota o a las muñecas, y que no saben que alguna vez se convertirán en eso. Por eso la vejez mira con envidia a la juventud; por la maldita energía potencial cinética de vida que poseen, ya que pueden ser cualquier cosa en un futuro. Claro está, hasta que ese futuro se vuelve la mierda del presente que es ahora.

¿Fin? O el principio de un caldo de cabeza eterno y podrido. Vaya saber yo, y de hecho no quiero. Pero, lamentablemente, ya lo sé.

2 comentarios sobre “En día en que mis enemigos me tiren flores, ese día… habré muerto.”

  1. El día en que las flores se quedan mustias, amiga yopis, sólo queda resignarse a mirar en otros floridos jardines. Quizás las vidas humanas se concentren en un círculo incompleto. Sí. Incompleto en muchas ocasiones. Porque miramos demasiadas veces hacia atrás. Demasiadas. Posiblemente la sustencia hereditaria de nuestros primeros seres vivos era mirar solamente hacia adelante. Pero a medida que hemos ido llenando la historia humana de acciones incompletas (ese es el progreso de lo indecible) nos hemos olvidado de algo tan natural como que todos debemos ir hacia “allí”. Lo único difícil de aprender en esta vida es que es ese “allí”. Tu texto está preñado de significaciones y me ha gustado mucho pensar en ello, en analizarlo, y en procurar siempre meditar hacia adelante… como nuestros más antiguos antepasados que son sólo hoy el eterno desecho del recuerdo.

  2. En la desorientación y arrogancia de la juventud nos creemos, según toque el día, semidioses o seres abyectos. No he llegado a la vejez, pero no echo de menos la juventud, para mí fue una etapa de búsqueda sin muchos resultados.
    En cuanto a la energía, si uno sabe cómo cargarse de ella, no tiene por qué diluirse con la edad.
    Y la ventaja de la madurez es que YA sabes si tu vida está asentada, ya no caben especulaciones.
    Bueno, no te voy a decir que me ha gustado tu texto si es que te molesta.
    Saludos.

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