Parece que estamos viviendo una especie de sensación de que hemos llegado al final de la historia (como si la teoría de Francis Fukuyama estuviese venciendo a la teoría de Samuel Huntington aunque la realidad de los enfrentamientos entre cultura occidental y culturas emergentes como la islámica, la china, la japonesa y las africanas demostrasen lo contrario). Pero el caso es que vivimos en medio de una globalización neoliberal que ahora parece comenzar a resquebrajarse.
En medio de esta mundología del conocimiento actual siguen los poderes ocultando verdades esenciales, verdades históricas que se descubren después de décadas o centurias o siglos, cuando ya no se puede hacer nada para rebatirlas. Verdades históricas tan ocultas como es saber quién gobierna en realidad en Afganistán, cuáles son las verdaderas intrigas en Irak y Palestina, qué razones ocultas existen en la alianza ruso iraní, cuándo vamos a conocer las verdaderas transmutaciones del continente africano… ¿qué hay de cierto más allá de las apariencias en la unidad europea?.
Cuando ya en el lejano 1964 Marshall Mac Luhan expuso su teoría de la “aldea global” partiendo de las “galaxias Guttenberg y Marconi” sabía exactamente que el mundo estaba a punto de iniciar una nueva erosión en la sensualidad universalista de los seres humanos. Algunos recurren a la teoría de que ya estamos viviendo los primeros cambios de la nueva era, la Era de Acuario. En fin, el caso es que lo que parecía que comenzaba por ser una era de feliz convivencia multinacional está desembocando en odios irracionales.
Ahora más que nunca se impone en la conciencia la problemática shakesperiana del ser o no ser… y también resuena en las conciencias la frase “No es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres” que tan limpiamente pronunció El Quijote cuando se encontró ante los galeotes encadenados. En realidad, a pesar de los enormes y extraordinarios avances logrados en los campos científicos y en el de las comunicaciones, seguimos sin saber nada de lo que es importante.
Como ha dicho recientemente el escritor Claudio Magris en la Complutense de Madrid: “Se vive en el mundo como si éste fuera eterno, como si no pudiera modificarse más, como si hubiera llegado el fin de la historia”. Pero decir fin de la historia es decir fin de la humanidad. Y este sentido apocalíptico (que tanto están expresando los grupos religiosos fundamentalistas de cualquier creencia) es, bajo mi punto de vista, inaceptable.
Menos mal que nos sigue quedando la escritura; porque el hecho de escribir está íntimamente ligado al hecho de vivir. Lo que escribimos hoy en día es la diversidad del mundo y la riqueza de contrastes que existen en esta globalización que está dejando huellas en el pensamiento de los humanos más descorazonados. Pero a través de tiempo y aún contra el tiempo, los escritores y escritoras del siglo XXI seguirán haciendo lo mismo de siempre: expresar valores calientes contra la aridez de los valores fríos de la democracia.
Y allá, en el siglo XXII, los escritores de las galaxias de la Ultra Tierra nos seguirán contando sobre el amor, la amistad, el erotismo, el arte, la religión… continuando el caliente camino de las aventuras de Marco Polo y Kipling… hilvanando pensamientos de Proust y San Pablo junto a las controversias de los nuevos Luteros, los nuevos Kafkas, los nuevos Creontes, las nuevas Antífonas. Porque, en definitiva, ni la historia ni el ser humano han llegado hoy a su final. Queda por lo tanto la esperanza de que más allá del Sol hay otros planetas en donde nos volveremos a sumergir en utopías y desencantos continuos. Así es y será la historia humana.
Estimado Diesel:
Hago una reflexión semejante. Las culturas no existen de un modo total, están divididas en “castas”. Percibo una sensación de riqueza muy grande, bancos que acaparan dinero, multinacionales que perpetúan su manejo siniestro sobre el paisaje…y una miseria que llega en forma de “mentira” de engañosa realidad. Todavía los libros de historia no han dicho la verdad de los vencidos. La historia es un círculo selectivo.