Hoguera de vanidades

Se supo un dios pequeño, minúsculo, incapaz de diferenciar la ética de la estética. Un hombecito gris, la fragilidad del gran escarabajo de Kafka. Jamás alcanzó gloria alguna, porque estaba condenado a ser, simplemente, un hablante, la gloria de lo que jamás soñó alcanzar.

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