La Logia

Díjole que no entrara donde él, mas su tozudez la metió en el gran problema del dilema. Albergar aguas cristalinas en el seno de un putrefacto pantano no es tarea fácil, pese a que ignoraba la dama eso.

Revolcose luego de largo rato en cuclillas frente a la pálida imagen de un aparato digestivo inoperante. Un golpe de rabia a la cordura y a seguir camino sin ella. -La hiciste enojar-, dijo el músico callejeroque se ganaba la vida dando muerte a la melancolía de su moralmente degradado público.

-Entraste, sufriste… ¿aprendiste?-, repetía y repetía aquello que sin voz gritaba al lado de su bilis.

Pasa y pasa el tiempo; queda más que el recuerdo.

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