Nada había cambiado desde entonces.
Estático aún el intento de empezar
a encontrar en el camino
el final: de los finales el final.
Que(daba) en círculo una vuelta.
Nada era el intento de encontrar
otra vez el resabio de la nada
escondida, inusitada.
Otra vez vuelta a
encontrar en el objeto
y desencontrada de terror.
Escaleras de pánico ardían
baratas,
murallas y jazmines,
oro, fuego y neón,
adoquines estupendos,
punzantes recuerdos,
enigmas de auto viejo.
Par de pies sin escalón.
Sofocado y te encontraste
buscando camino
al fin;
sin caminos desde
-hoy-
sales, yo quería la Frontera
Espacios nueve
sólido gris
ventanal de unos ojos
apagados.
Violeta y risueño sin tiempo de insistir.
Par de pies sin escalón. Sin baranda, sin voltaje, sin cielo. Sin estación.
No ahora.
(Mors janua vitae)
Poesía llena de abstracciones honda. Eso, por ejemplo, de violeta y risueño sin tiempos de insistir es una especie de colofón a las magnitudes previas que se desarrollan a lo largo de todo el poema. Profunda existencia, amiga Celeste, profunda existencia esa de las escaleras llenas de pánico que hay que subir y bajar sin baranda, sin voltaje y sin cielo. El vértigo de tu poema se construye en ese no ahora que deja latiendo un par de pies sin escalón… como saltando en el vacío de la existencia. La Frontera bajo los pies y todo un cúmulo de recuerdos en forma de muralla y neón. Un beso, Celeste. Me gustan tus poemas reflexivos.