Por dos

“Él tiene eso del fuego, de los suspiros, del calor que quema, que calcina. Puede ser todo y tenerlo todo, puede darte todo. Tiene un pasado incierto, que en realidad tampoco importa demasiado. Él es el presente, el momento y nada más. Pero eso lo puede todo. Tan sólo ese momento va más allá de los límites del tiempo, corrompe días, corrompe horas y años, lo da vuelta todo, eso es lo que vale. Irrumpe, enloquece, desenfrena. Te lleva atónita con él.
Logra que desvanezcas en suspiros, con palabras, con sonidos, con arena, con todo. También promete, pero eso no es necesario y tampoco importa demasiado. Es la magia de lo momentáneo. La intensidad de lo fugaz. Y viviendo me doy cuenta que es así, y pensando me doy cuenta que no puedo pensarlo, sólo tengo que vivirlo. Y viviendo -me atrevo a decir- conozco y descubro, también sueño y amo por momentos, y me cercioro que solo puedo amar en los sueños, porque en los momentos que amamos, nos parece, somos dueños de nuestra propia fantasía. Sólo se necesita eso. Así lo descubrí, así lo descubrimos y nos reímos y nos quisimos y nos besamos y lo guardamos para siempre.

Así fue como el gris –del auto y de la mañana- se implantó eterno en mi conciencia.”

“Estacionó verde, silencioso, el auto que resguardaba a los dos. El grito del amanecer, también silencioso, esperó y esperó hasta que nadie lo viera. Se vislumbraba, cercana, el agua tibia que fluía distraída a pocos pasos. Los colores, miles, titubearon hasta hacerse cada vez mas precisos. La luz del sol, tan serena y brillante ofrecía, tímida, su calor. Entonces ellos se reconocieron. Entretanto, luces, sombras y palabras. Una noche acababa de hacerse día, el día trajo nuevos intentos y más palabras y pocos besos. Sin música, sin suspiros, el sol comenzaba a ahogarme y mis pensamientos, muy lejos del verde –del auto y de sus ojos-. Entonces me pregunté a mí misma que estaría haciendo allí. Podrán imaginarse, no encontré respuesta. Será que el día te roba los fundamentos…
Disparando humo arrancó aquel auto, casi vacío de corazones que no pudieron reconocerse mas allá del tenue roce, que no dejó nada; ni siquiera expectativas, ni siquiera placer.
Entonces, volví a cuestionarme, ¿qué estaba haciendo allí? Y recordé, ardiente, el gris del auto que me llevó hasta la cúspide, una semana atrás.”

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