Esa tarde se había quedado solo. Ordenó sus libros y se sentó sobre la cama. Estaba cansado, porque todo le resultaba infinitamente agotador. Sentía el silencio de la tarde, el murmullo de las obras en calle, el calor pegajoso de un verano intenso. Se fijó en el suelo. Descubrió una pegatina que había perdido el día anterior. Su brillante plateado llego hasta sus ojos y pareció penetrar en su mente. Era un regalo de alguien desconocido. Era unamuestra de interés de alguien que le había ofrecido su amistad. No quiso seguir pensando. Dejó la pegatina a un lado y se puso de pie. Se acercó a la ventana y la cerró. Bajó la persiana y dejó que la tarde se convirtiera en noche artificial, en oscuridad protectora. En esa atmósfera, simplemente se dejó llevar por la respiración lenta y sosegada. Estaba solo.
Un comentario sobre “Porque sé que estás ahí”
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Leyendo tu texto, amigo grekosay, yo también me he puesto a mirar las baldosas de la cocina mientras desayunaba y luego he mirado hacia arriba y he visto la sombra en el techo… me ha emocionado tu relato y con tu amplia permiso, amigo, he decidido acompañarlo con un “Estás ahí para el silencio”. Gracias por tu sensibilidad literaria…