sagitario (Novela del oeste) -6-

Aquel 24 de agosto quedó también grabado en la memoria de todos los habitantes y forasteros que se encontraban en Kansas City. A varios kilómetros de distancia, en Omaha, Sagitario y la bruja Mari Juana habían conocido, desde hacía un par de meses, a los finos, amanerados y elegantes, pero facinerosos asaltabancos, llamados Don Diego Moriles Mochales de Cabra Halcón y sus adláteres Baraja, Corchea, Gordillo y Parada. Todos ellos de la peor ralea y calaña, ausentes de cualquier tipo de ética profesional y de moral como personas. Inmundos por completo, debido a su hipocresía sin límites, habían salido de la cárcel gracias al dinero de la Mari Juana y se reencontraban de nuevo.

La Mari Juana había concebido, para la madrugada de aquel día, una trampa que creía que era perfecta para atrapar a “La Chica” en su diabólica red ya que se había enterado, a través de un telgrama enviado a ella por la gordinflona martinica Ángela y la esquelética china Merceditas, que era la última vez que “La Chica” actuaría eni e saloon “Milboona” puesto que habia decidido dejar defintivamente el Viejo Oeste americano y tenía otros planes para su futuro. La trampa de la bruja consistía en que el lindo, relamido y afeminado Don diego, entrase en el saloon de Kansas City y, aprovechando que entretuviese a Mendoza Bolt con su verborrea de erudito sin tener ni tan siquiera los estudios de Primaria terminados, los otros cuatro amanerados, ya que se les unía Sagitario, elegantes de guantes blancos y levitas negras como los buitres, asaltarían el Banco Central de Kansas City, llevándose toda la fortuna encerrada en su caja fuerte.

Todos habían aceptado la propuesta debido a que ella les había jurado que les dejaría violar, uno tras otro, a “La Chica”, antes de que ella la abusara también sexualmente y la cortara, con su sierra mecánica, en pequeños trozos que echaría a los buitres carroñeros de aquel lugar.

– ¿Es verdad que vamos a poder abusar sexualmente de ella, Mari Juana? –le decía Parada a la bruja.
– Como yo me llamo Mari Juana… ¡os juro que todos vamos a gozar de ella… antes, por supuesto, de que la trocee con mi propia sierra mecánica!.

La Mari Juana tenía ya su arma preparada.

– Vosotros sólo tenéis que ocuparos de Mendoza Colt… ¿okey?.
– ¡Okey! –dijo Baraja.
– !!!Llivogeid!!! ¡Cómo voy a gozar de ella!. – exclamó Sagi con una sonrisa de oreja a oreja mientras comenzaba a dar pasos de baile bamboleándose como un pingüino.
Corchea, Gordillo y Parada soñaban con el momento…
– ¡Vamos! ¡Todos a nuestras monturas grises! –ordenó la Mari Juana
– ¡¡¡Seremos los 5 Jinetes del Apocalipsis al mando de la arpía más grande que ha conocido el mundo!!!- vociferó Parada.

En esos mismos instantes el cielo, repentinamente, se cubrió de densas nubes oscuras e inmediatamente comenzó una espantosa tormenta que sería recordada a través de los siglos por todos los habitantes de las cercanas poblaciones de Prairie Village, Shawnee, Bonner Springs y Gladstone.

El viento huracanado, a unas velocidades de vértigo, derribó, mientras la tormenta arreciaba cada vez más minuto tras minuto, los postes telegráficos como si de una fila de fichas de dominó se tratase; los caballos relinchaban tétricamente, derribaban a sus jinetes (algunos fueron pisoteados por sus propias caballerías) y huían enloquecidos por cualquier lugar para salvarse de la furia que bajaba del cielo. Varios toros bravos derribaron las cercas y, corriendo entre la muchedumbre de los asustados ciudadanos, empitonaban a quienes encontraban a su paso (fuesen hombres, mujeres o niños). Se oían los aullidos del zorro, el coyote y los lobos esteparios… una especie de fuego caía desde las alturas. Se anegaron las fincas, los ranchos, los graneros, las viviendas. Fue un verdadero infierno. Algo así como si Dios hubiese entrado en ira contra todos aquellos seres depravados por el alcohol, las drogas y el sexo.

Ululaban las hienas. Varios licántropos corrían desesperados campo a traviesa. Las gentes no encontraban lugar donde guarecerse. Los tejadillos volaban por los aires y caían las tejas haciéndose mil pedazos contra el suelo. Aquella madrugada quedó marcada para siempre como el Día Más Aciago de todos aquellos pueblos. Duró sólo media hora pero parecía todo un siglo… para los condenados a morir sin salvación posible.

Los que habían conseguido huir en carretas se encontraron con la trágica sorpresa de que los caballos de las mismas se enloquecían, los choferes no podían mantenerlas firmes y las carretas volcaban arrastrando a viajeros y caballos. Todo el espectáculo de aquella madrugada era patético en Prairie Village, Shawnee, Bonner Springs y Gladstone.

– ¡En estas condiciones no podemos ir a Kansas! –gimió Corchea.
– !!!Llivogeid!!! – blasfemaba el gordísimo Sagi – ¡¡¡Por mis muchos sagitarios vividos que jamás había presenciado tal clase de tormenta!!!

Un tornado levantó árboles y los derribó como simples hojas de papel. Gordillo tiritaba de miedo al ver el espectáculo que sucedía en el horizonte por el que debían dirigirse a Kansas City donde, mientras tanto, todo era alegría y fiesta en el saloon “Milboona2 pues, milagrosamente, allí no caía ni una sola gota de agua.

– ¡Hay que esperar! ¡Hay que esperar! – gemía la Mari Juana. – ¡¡Esto sólo servirá para que mi venganza sea más terrible! ¡¡¡Cómo la odio!!!

La tempestad sólo duró media hora pero dejó los caminos hasta Kansas City totalmente intransitables.

– ¡¡Algo debemos hacer!! –chillaba Parada, que se mostraba como el más salido de todos, mientras Gordillo gemía como una comadreja.

Cesaron, al fin, los aullidos del zorro, del coyote, de los lobos esteparios, de las hienas y de los licántropos. Por los campos había tal cantidad de muertos y heridos que los buitres llegaron con intención de darse un verdadero festín.

– ¡Ahora no queda más remedio que ir sorteando obstáculos –aconsejó la Mari Juana a los cinco compungidos jinetes! ¡¡No importa!! ¡¡¡Iremos de todas formas aunque lleguemos a plena luz del sol!!!.

Los cinco jinetes apocalípticos más la bruja comenzaron su marcha hacia Kansas City mientras Mendoza Bolt descansaba en su oficina, completamente solo y “La Chica”, completamente sola, intentaba serenar sus ánimos. La extraña y misteriosa nostalgia seguía haciendo mella en ella.

Y fue cuando sonó la una de la tarde, cuando todos los habitantes de Kansas City tomaban sus aperitivos en las tascas y cuando las mujeres estaban en los mercadillos comprando las viandas… que llegó el anciano nonagenario Lázarus para dar la noticia.

– ¡Que vienen! ¡Qué vienen! ¡Que vienen 5 jinetes y la Mari Juana a Kansas City completamente armados! –decía a todo quien encontraba en su camino – ¡¡¡Que los he visto con mi viejo catalejo!!! ¡Hay que ayudar al sheriff! ¡Demostremos agradecimiento a Mendoza Bolt por todo lo que ha hecho por nosotros!.

Nadie respondió a la llamada de auxiliar a Mendoza. Todos los hombres y mujeres se escondieron y cerraron sus casas a cal y canto. Todos menos Lázarus, un niño vagabundo y “La Chica”, que se personaron en la oficina del sheriff.

– Mendoza –le dijo Lázarus- sabes que tengo ya 93 años de edad pero si te sirvo de algo aquí traigo mi viejo Winchester…
– ¡No, Lázarus!. Ve a descansar a tu granja tranquilamente.

Lázarus salió de la oficina con lágrimas en los ojos.

El niño vagabundo se envalentonó.

– ¡Aquí estoy yo, Mendoza, dame un revólver y lucharé a tu lado!.
– ¡Te ordeno que vayas a la escuela y te cobijes allí!. ¡Esto es sólo cuestión de hombres!.

Quedaron solos en la oficina Mendoza Bolt y La Chica.

– ¿Qué ha pasado con “Rabioso”, Mendoza?
– No le acuses de cobardía, “Chica”. Es demasiado viejo y tiene miedo a morir. Es normal que cuanto más vida se tiene más miedo se tiene a perderla. Él ha perdido ya mucho que tú no sabes. No le acuses de cobardía, por favor. Le comprendo.
– ¡Yo si voy a ayudarte, Mendoza! ¡Tengo una gran puntería! Siendo muy niña mi padre me enseñó a disparar mejor incluso que la gran mayoría de los pistoleros.
– Escucha, chiquilla… yo sé que quieres ayudarme porque son cinco contra uno pero esto es sólo cosa de hombres, repito.
– ¿Y dónde están esos hombres que tú dices?
– ¡Te ordeno que me dejes sólo ante el peligro! ¡Y no llores por mí!

En esos momentos hicieron su entrada en la calle donde se encontraba el saloon “Milboona”, la bruja y los cinco atildados cuatreros.

– ¡¡¡Ya estamos aquí, Mendoza!!! –gritaron al unísono los cinco forajidos. ¡¡¡Sal a pelear si te atreves!!! ¡¡¡Ya ves cómo te han abandonado todos!!!
– !!!Jajajajaja!!! – reía a mandíbula abierta la desdentada bruja.
Mendoza Bolt salió a hacerles frente con sus dos revólveres en la cartuchera.
– ¡Ya estoy aquí!.

Los 5 jinetes bajaron de su caballos al igual que hizo la Mari Juana.

– ¡No deis ni un paso más adelante!. ¡Os lo advierto una sola vez, bastardos!.

“La Chica” lloraba dentro de la oficina del sherif pensando en las praderas libres del horizonte…

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