Gritos de pavor,
el sol en lo más alto,
sofocante el calor,
sangre en la arena.
El traje de luces,
en el suelo yace,
descompuesto,
hecho jirones.
El espíritu torero,
se eleva lentamente,
hacia el azul del cielo,
el guiñapo de su cuerpo,
vacío y olvidado queda.
El bello animal negro,
de noble estampa,
en los medios escarba,
desafiante y valiente,
es sin él saberlo,
el protagonista,
de este drama.
Es sólo una víctima,
aunque en ocasiones,
como en esta de hoy,
se convierte en verdugo.
Mientras,
un murmullo,
de placer,
de sincero,
regusto,
de pasión,
recorre,
la plaza……
El que se pone delante de un toro se arriesga a que le suceda lo peor ….no me gstan las corridas de toros.
Un abrazote
Lo de que la víctima auténtica tenga que hacer a veces el papel del verdugo se da muchas veces en la vida fuera de la “fiesta nacional”. Las víctimas pueden cansarse de ese papel tan humillante, crecerse y acabar siendo verdugos de su maltratador (sin que necesariamente corra la sangre, ¿eh?).
No les deseo mal a los toreros, pero no me gustan nada. Los que me gustan son los toros, que esos sí que son víctimas que se encuentran en una situación sin comerlo ni beberlo.
Un abrazo, Kiowa.