Tercero sin ascensor

Era mediodía, dentro de una semana normal, como otra cualquiera, aunque el día era ya de por si excepcional, todo hasta entonces me obligaba a volver a abandonar a sentirme otra vez como hace un par de años, inútil por completo. Tú sólo eras un nombre, una dirección y un teléfono más, en una nota del pelirrojo jefe de ventas. Éste las repartía al comercial de turno que realizaba las correspondientes visitas. Todo apuntaba a que nos quedaríamos otra hora más entrando y saliendo del coche que seguía parado en aquella calle que era completamente desconocida para mí. Entonces antes de comer nos acercamos a tu casa, mi primer día en el trabajo, mi primera visita, y allí estabas tú, te vi y ya no puedo olvidar esa mirada, ahora eres una dirección a la que no me atrevo a ir, un buzón en el que mi valor me impide echar una nota.

Me siento como un adolescente, aunque haya ya pasado con creces esa edad. Sólo me falta el valor para conocer qué hay tras esa nota, tras esa puerta en un tercero sin ascensor y para que me veas como algo más que un vendedor que duró sólo un día, en una empresa demasiado materialista.
Ahora delante de mi ordenador, mientras me fumo otro cigarro pienso en como coincidir contigo, en saber sólo si eso que fue una mirada se convierte en algo más que un sueño.

Un comentario sobre “Tercero sin ascensor”

Deja una respuesta