Un desayuno para dos.

Apenas digo nada y tú ya sabes que te amo, apenas una suave caricia para comprender a mi alma.

Te levantas, desnudo, y el sol en tu almohada.
Tez morena, piel dorada.
No hace falta nada,
¡Que se pare hoy el mundo!, que se detenga por entera la ciudad y nadie camine solo.
Somos dos y una sábana de algodón que pareciera de seda fina.
No me importa nada, ni si el mundo se acaba. No me importa caer en el fondo de tus ojos.

Un desayuno para dos, una rosa, dos tostadas, dos cafés y tan solo pido la flor para acariciarte la cara.

Tu voz es mi alimento, tus manos la fuente y tu ternura el cobijo de mis cabellos.

Hoy descubro mi nombre, quizás jamás fue ese, quizás tampoco importe.

Que poco tuve pensando que lo era todo y que poco hace falta para sentirte mujer.

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