Un domingo cualquiera

La plazuela estaba solitaria, y JoseLuis estaba sentado en uno de los bancos, el color de su cara era blanquecino, la punta de la nariz algo sonrojada, y sus abultadas bolsas bajos los ojos eran visibles. El último botón de la camisa desabrochado junto al nudo medio aflojado de la corbata allí descansando absurdamente. Su aspecto era algo dejado, su mirada estaba medio ausente. A sus zapatos les hubiese ido bien un poco de limpieza.
Miraba al suelo, su mirada estaba entre cansada y despistada, e iba tirando granos de comida a las palomas, lo hacía de una manera algo deprimente y melancólica. Era un tirar dejado y aburrido, sin entusiasmo ni gracia, como si ese acto de dar de comer no valiese la pena.

Los granitos iban cayendo sobre la tierra de la plazuela, casi no hacían ruido. Mientras, sus cabellos estaban mal peinados, y de uno de los bolsillos de su chaqueta asomaba de cualquier manera parte de una bolsa cualquiera de plástico, hecha una bola medio aplastada.

Las palomas acudían, picoteaban y JoseLuis en silencio, con la mirada ausente alimentaba a las desconocidas palomas, ese movimiento se mantenía en una cierta desgana y apatía.

Al cabo de un rato y medio, llega a la plazuela su amigo y vecino de escalera Ángel, al verlo dijo con cierto asombro: “¡Ah, estás aquí!” Y JoseLuis sin inmutarse giraba la cabeza fríamente para ver llegar a Ángel, pero sin mostrar alegría alguna. Ni un atisbo de entusiasmo. Estaba atrapado en la T.E.E. (Temible Economía Emocional)

Hasta aquel Viernes anterior, JoseLuis había sido un gobernante, un político, había estado en lo más alto de la política, pero no había sido reelegido y… acaba de dejar la política, el partido ya no representaba nada para él. Había estado en un importante cargo publico hasta escasas horas, y ya todo había cambiado en su vida. Se acabaron para siempre los viajes y las intervenciones en el congreso, todo eso ya era pasado. JoseLuis ya no podía mantener el ritmo de la política. La Política de Élite seguía siendo un Juego de Poder, y además muy absorbente. En escasas horas había caído en picado desde ese abismo disfrazado de pedestal. Tarde o temprano debería re-descubrir que más allá de la élite también hay vida.

Y ahora descansando en el parque, en compañía de unas desconocidas palomas que lo único que querían era comer algo, en un Domingo por la mañana, un día tranquilo, de regreso a la absurda vida diaria.

En el Juego de Poder, JoseLuis era llevado, él era el rebaño y sus seguidores tiraban de él, le daban vida, y le daban un entusiasmo de juguete. Y al mismo tiempo el poder se lo dieron sus seguidores y votantes, sus oponentes instalados en la oposición, persiguiéndolo y tendiéndole trampas.

A partir de aquel día en la plaza, JoseLuis debía aprender que la vida es absurda y sin sentido, salvo que él fuese quien creara sentido a su vida. Salvo que fuese él quien descubriese el sentido del vivir descondicionado por el poder sutil de la élite. En sus bolsillos ya no habrían más agujeros negros.

Y Ángel a su lado, allí sentado, para seguirle el juego o para comunicarle algo: “¡JoseLuis, animate, ten paciencia, ahora estarás más descansado, ya no tendrás que madrugar… ya sé que no entiendes nada, ten paciencia!”
Y JoseLuis daba de comer a las palomas, como si estuviese sólo, en medio de una sociedad educada para temer a la soledad y eliminarla. En medio de una sociedad educada para confundir aislamiento con soledad.
Y aquel ex-presidente soltaba granitos de comida para palomas, que bondadosamente acudían y picoteaban, para satisfacción de su hambre insaciable según como se mire. Mientras tanto su brazo gesticulaba fríamente cogiendo con sus dedos y tirando. Con esa mirada llena de aburrimiento. Ni siquiera hacía uso de la sonrisa de juguete estratégico para aparentar. A su lado no había ninguna interprete que le tradujera la nueva realidad. Eso ya era tarea de JoseLuis.

Pero entonces Ángel dijo algo que… “¡Mira JoseLuis, te traigo una noticia que te puede interesar. Resulta que Mariano, el vecino del Cuarto Segunda, dentro de un mes dejará la plaza de presidente de la comunidad de vecinos. Nos ha dicho que quiere dedicarse a la política de élite. Y unos cuantos hemos coincidido en que tu podrías substituirlo, que podrías ser un buen presidente de la comunidad de vecinos, e incluso podrías ser presidente vitalicio, para siempre ¡te lo imaginas!.”

Y JoseLuis empezó a relajar su cara, su rostro aturdido de Domingo por la mañana en medio de una nueva vida desconocida y sin sentido, sufrió una leve mutación, su cara experimentó un brote de entusiasmo. Un amago de sonrisa se coló entre su cara.
Y Ángel seguía hablando: “Mira JoseLuis, tu eres un hombre serio y honrado, sabes ponerte en el lugar de los demás, y sobre todo sabrás tomar las decisiones más acertadas para todos…”

Y al oír esto JoseLuis ya estaba más condescendiente que antes, se le veía más contento todavía, y empezó a hablar sumisamente: “¿Tú crees que me aceptarán?”
Y Ángel lo animaba y le iba llenando de buenas cualidades, y cada vez más su amigo Jose Luis se alegraba. Cada vez que su Ego era estimulado y llenado de ideas, su entusiasmo se crecía, engrandecía. Incluso su cara parecía tener gesto de “Por fin podré volver a ser alguien grande, poderoso, conocido, famoso, popular”.

Hasta que al final, se levantaron del banco, las palomas quedaron abandonadas, y al ver que dejaron de tener importancia se retiraban medio asustadas. Los dos amigos dejaban la Plazuela solitaria, sin niñas ni niños jugando en un mundo diseñado para y por Adultos sedientos por producir, consumir cualquier cosa que invite a más consumo desmesurado, oyéndose al fondo el inconfundible rugido de la ciudad que no debe parar. Y mientras se marchaban a sus casas, JoseLuís en un atisbo de lucidez incomoda preguntaba a Ángel: “¿Pero que tiene de malo dar de comer a las palomas?”
Y Ángel seguía caminando e ignorando semejante pregunta, tratando de desviar la atención. Como cuando algunos políticos o médicos se escapan de una pregunta comprometedora utilizando estrategias lingüísticas y vocabulario sofisticado.
Como si alguien como aquel ex presidente hubiese estado programado para pensar en cosas de Alto Estado y no para pensar en cosas aparentemente sin importancia.
“¿Pero que tiene de malo dar de comer a las palomas?” Es posible que Ángel viese en esa pregunta algo que lo pondría nervioso.
¡Quien sabe !

2 comentarios sobre “Un domingo cualquiera”

  1. Eres muy bueno escribiendo relatos y cuentos, copmpañero. De verdad que en este has sabido plasmas una verdadera conciencia social. Me encantó incluso el ritmo de solemnidad que le has puesto. Muy sutil tu crítica social. Muy intersante el argumento filosófico y, sobre todo, muy emotivo el contexto general. Un aplauso de mi parte.

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