Una vida en el mundo (Novela) Capítulo 9

Siete. Somos siete alrededor de la mesa. Somos siete sentados en el suelo mientras formamos el círculo cerrado de la ceremonia de la confusión. La confusión comienza a penetrar en mis sentidos. De repente, sin saber por qué, me pongo a reír. Miro a los demás y a las demás. Todos y todas reímos sin saber por qué ni para qué reímos. No tengo ni idea de por qué me río… pero todavía me queda un poco de consciencia y puedo observar y distinguir que hay uno que no se ríe, que sólo nos mira y que su mirada es tan compasiva que no nos dice nada. ¿En qué estará pensando el poeta? Lo último que he leído de él me hizo temblar. Lo recuerdo a pesar de que estoy perdiendo la memoria mientras le veía caminar por la playa junto a la orilla del mar mirando hacia el horizonte…

– Tú, que permites que tu cuerpo nunca sea sombra sino luz porque tienes el alma entera bajo el cobijo de la doncella enamorada. Tú, serás la perfección amante de mi prometido viento deslizado como rápido trueno y firme rayo penetrando en la fórmula de tu romance. Tú serás distinta a las olas del mar porque otra música soñada serán tus dedos cuando señales sin negarme nada las huellas de mis pasos por la tierra e, inmenso abono blanco de sentires, besaré tus flores con mis ojos en el silencio de la tarde admirando tu cuerpo entero y desarmado. Tú serás la pensada enredadera callada en la mitad de toda mi voz; prensada en los abrazos de los cálidos momentos estrechados y nerviosos como perfumes latiendo en las horas de mis caminos palpitados bajo el fuego: beso a beso, sin prisas y sin pausas, amándonos en las noches estrelladas. Tú, que te insinuas en el misterio de la presencia del tacto ardoroso, repasarás las manos por mi frente para yo tenerte dentro de mi memoria y desenredada de todos los hilos tejidos por los vientos del ayer… tú serás una espera de pecho desguarnecidos al que cubriré con pétalos de versos. Hecha materia cristalina y, disfrazada de sueño propio o de ficción, en alma verdadera has de convertirte buscando el lecho para toda tu presencia en el constante soñar de mis visiones. Tú serás, soñada por los cuatro lados, la boca que beso todas las mañanas como azul pasaporte de mi pensamiento. En tu pecho ardiente de amapolas el cielo de todos mis quereres hará arder la conciencia tuya como talle de pájaro tomado en su vuelo circular y transparente; y, envuelta en el amor violento, desnuda quedarás de tus calladas horas del reposo encantado. Tú serás una aventura no ignorada bajo el sol de las ondas rompiendo el cenit esplendoroso del camino. En las luces del poema enfebrecido se alzará el milagro de la rosa tomada por el clavel de mis afanes y dócilmente en las auras del Destino. Derechos los pasos hechiceros de mi voz penetrará la brisa de la tarde en toda la suprema materia de los bordes primaverales del susurro y al trasluz del secreto descubierto el atardecer calmará su pena en la alberca de fuego de tu boca para convencerte de que es cierta mi esperanza. Tú ondearás en el mástil de la tarde como siglo de poemas inflamados en el cuerpo yaciente del esperma acontecido en todos mis cantares. Allí soplará el viento su aventura de poesía rota en mil pedazos por el cristal de la dulce agonía del deseo, el anhelo y las caricias. Tú serás, entonces, todavía más liberada de la sentencia de todas las condenas y sometida al placer de mi capricho un nicho viviente abrirás en los surcos de todo mi pálpito colindante. Tú serás en ese instante, a quemarropa, el último disparo de la tarde que impactará en la diana de mi sueño. Levantada de las arenas del desierto despertará toda la explosiva energía del momento crepuscular y anaranjado y, en medio del violento segundo, cercado el sollozo de los placeres, arderás por todo el continente de las venas y arterias del poema convertido en beso y en tormento. Quedarán señales de tus huellas como pruebas del paisaje rojo en que, convertida la tarde brumosa, la hojarasca llevará en sus entrañas. Y entonces tú estarás tan dentro, tan interna, que concurrirán todos mis empeños en la dicha entera de poseer la carne de tu mundo alboreado. Tú serás el infinito inacabable del intenso empuje de mis besos y los glóbulos sangrientos de la calma guardarás entonces sin remedio. Dos vidas unidas por los hilos de un antiguo pero nuevo e indesmayable sueño de materia por los suelos envueltos en tus huellas ardientes. El aire inhumano en lo alto del mundo con flores ha de quedar y una nueva compañía de susurros brotará de la fuente de tus cantos porque te tengo ahora toda entregada a la voz de todas mis canciones centradas en el horizonte de tu cuerpo como dedos de hombre decisivo. Los pájaros huirán a la floresta para dejarnos a solas simplemente, enhebrados en el destino de la noche que acerca su lienzo nacarado para convertirlo en antorcha alocada que prende su nueva llamarada en todo el espacio del ambiente incinerado de recuerdos y vivencias. Y tú serás entonces, encantada por el fuego de la firme recompensa, un pétalo de viento enloquecido que me arrastra al fondo del abismo para hundirme en todas tus raíces y me emerge de repente raudamente para siempre en el círculo concéntrico del esplendor de tu cuerpo y tu mirada.
– ¡Simplemente genial! ¡Yo no puedo hablar ni escribir así! ¡Yo soy una verdadera mierda de hombre o una verdadera mierda de lo poco que me queda de hombre!

Y lo digo gritando. Los demás y las demás se me quedan mirando pero no me ven como soy porque, al lado de él, es imposible igualarle. ¿Qué escribo yo? ¿Qué poemas escribo yo cuando la mierda inunda mis venas? ¿Cómo puede él llegar a tan alto sin probar nuestras sustancias ni pincharnos esta porquería que destroza nuestros cuerpos? En la primera inconsciencia en la que estoy empezando a penetrar escucho, como proveniente de un lugar tan lejano que no acierto a ubicarlo, su profunda voz.

– El Valor humano reside únicamente en valorar la Vida.

Y sé qué lleva razón. Y sé que dice la verdad. Y sé que es tan valiente que no cae en las redes en donde los demás estamos atrapados porque no sabemos lo que es el valor humano de la misma manera que lo sabe él. Solamente me miro los brazos y los tengo tan llenos de pinchazos que ya no sé dónde puedo meter la jeringuilla. Llevo ya dieciseis pinchazos esta semana. Y no es precisamente mi récord.

Mientras la mercancía va de mano en mano y todos tomamos de ella… sus manos, sus fuertes manos de escritor pausado, ni la toca. Sus ojos solamente nos miran. Y yo, este yo que ya no me pertenece, sé que tengo nombre y apellidos pero sé, que mientras él solo nos mira mientras no toca para nada la mercancía, soy una gran mentira, una gran estafa para esta chiquilla que me cree un héroe. Soy una gran mentira encerrada en otra gran mentira. Esta chiquilla no se da cuenta pero él nos mira y no nos dice nada. ¿Qué mierda de héroe soy yo para esta chiquilla embobada porque me pincho mientras él sólo mira? ¿Es que esta chiquilla no se da cuenta que los drogadictos somos la nada del mundo de los poderosos, la nada en donde los poderosos reposan en sus mullidas butacas mientras nosotros, los héroes de las heroínas, ni somos héroes ni somos nada más que vacíos absolutos? Un vacío. Sólo soy un vacío que quiere llenar su vida nada más que de mierda. Y pensar que ellos, los que nos hacen creer que podemos volar bajo el poder de sus mercaderías, nos consideran solamente esclavos sin nombres y sin apellidos que, cuando vamos callendo en nuestras propias tumbas, ni se inmutan, ni tienen una mísera oración para nuestras perdidas almas; sino que solamente nos borran de sus listados para poner en ellos a otros tan ingenuos como nosotros, los que decimos que sabemos experimentar con la vida cuando sólo sabemos experimentar con la muerte lentamente… lentamente… mientras reímos sin saber de qué nos reímos y por qué nos reímos. Él sí. El sí lo sabe y lo guarda en su silencio. ¡Me duele mucho más su silencio que si me hablara para decirme lo mierda que soy y derrumbar mi falso heroíssmo antes esta chiquilla ingenua que se cree que soy su futuro! Y le escucho, ya dentro de las tinieblas de mi infienro, cómo habla con pausa, como no queriendo dañarnos pero haciéndonos saber la verdad de cada uno de nosotros y de nosotrtas.

– Los ojos tristes del hombre de mediana estatura que camina por el vestíbulo del hotel señalan que es un tipo que se droga porque se da cuenta de que va a morir sin solucionar nada. Morirá con la falsa energía de un drogadicto que emplea la vida para fregarse a trompazos con la existencia.

Sé que lo dice por mí. Sé que lo está diciendo por mí aunque solamente le mira a ella. ¿Y ella?¿Que va a hacer ahora ella cuando sepa mi mentira y su verdad? De repente, mientras estamos todos entrando en el umbral de nuestras agonías diarias, se levanta, eleva la voz y extiende su personalidad…

– Con mi deseo solitario y a la vez solidario; con mi flecha rota y a la vez clavada en el diámetro esencial de la existencia; con mi hambre de palabra y a la vez de corazón silente; con todo ello, me voy a un tiempo posterior de mi vida; a ese tiempo donde, para amar, hay que estar dentro del mes de mayo y bañarse, desnudo completamente de ideas y de pensamientos, en los rocíos del amanecer. Me voy a un tiempo posterior de mi vida porque ya no me valen vuestras invitaciones, ya no me vale iniciarme en el mundo de vuestras mentiras piadosas y tampoco me valen vuestros cuadernos completamente vacíos. Yo no soy ni seré jamás uno de los vuestros. Yo, en realidad, no tengo ni quiero olvidar nada. Yo quiero adentrarme en este mayo que va a comenzar siguiendo mi camino de memorias, bebiendo agua de los arroyos cristalinos en vez de droga podrida por la química de los negociantes; quiero adentrarme en este mayo que comienza perpentuándome en el mundo de mis verdades aunque os mofeis de ellas y sigais esclavizados a vuestras solapadas mentiras piadosas porque, en el fondo, tenéis lástima de vosotros mismos. Yo quiero adentrarme en el mes de mayo con un cuaderno lleno de aventura, de magia, de ilusión, de una ciencia ficción que me llene el espíritu bohemio de luces y de contraluces… para poder seguir sintiendo y notando cada una de las escenas de este teatro ambulante al que llamamos Vida. Vosotros decis que la vida es una mentira y afirmáis que es una verdadera porquería querer vivirla. Ya lo veis, soy de los que creo que, en medio de tanta mentira, hay un universo completo de sinceridades y de aproximaciones a las verdades que hace interesante estar en la vida. Vosotros nombráis a la vida con una palabra muerta que la llamais mierda y para mí las palabras muertas no me sirven nada más que para olvidarlas y desalojarlas de mi memoria. Sí. Estais ya tan perdidos que habéis olvidado que la memoria debe ser siempre selectiva para perpetuarnos en hombres con esperanza continua. Veo que estais fabricados con el glamour de quienes os manipulan como títeres y la verdad es que estáis completamente en blanco, anquilosados de tanta “yerba” que le metéis al cerebro.

Se ha levantado y se ha sentado en la silla cómo hacen los lúcidos en vez de tumbarse por el suelo. Hace calor. Mucho calor. Pero tengo tanto frío que tirita todo mi cuepro. Me pica todo mi cuerpo. Se congela todo mi cuerpo. Y, sin saber por qué ni para qué, dejo de reír y me pongo a llorar. Soy alguien llorando de amargura, alguien llorando de desesperación, alguien llorando de soledad. Soy solamente la parte fecal del negocio… el sucio negocio de destruir vidas; mientras él termina por hablar mientras me mira desde la altura de su posición de sentado en la silla mientras yo me revuelco por el suleo de dolor…

– Yo no soy así. Me bulle la sangre roja ante las injusticias políticas, sociales, familiares… me late el corazón de mi lado izquierdo por cada abuso y barbarie cometido contra los más humildes y las más ingenuas. Lo que más duele es que sois todos vosotros los verdugos. Escenifico toda vuetras miserable vida como si fuéseis verdugos en los cadalsos cortando vuestras propias cabezas.

Sé que ahora se lo dice a ella mientras la mira a ella.

– Me entra verdadero asco cada vez que veo a una inocente entrar en las redes inhumanas mientras las destrozais el cerebro con “mierda blanca”. No. Yo sólo las invitaría a cafés con leche y un poco de azúcar para que puedan vivir y no invitarlas a un poco de “mierda blanca” para hacerlas morir lentamente.

¡No puedo soportarlo! ¡Me duele tanta verdad dicha en tan pocos minutos! ¡Soy lo suficientemente cobarde para no sentir y me la llevo hacia la playa, encontramos la barca del pescador varada en la arena y me escondo con ella para no ser descubiertos. Tengo frío pero me sudan las manos, me suda la frente, me suda todo mi cuerpo cuando todo mi cuerpo sufre convulsiones de tortura al intentar acercarme a ella. Sudo porque me estoy dando cuenta de que la voy a introducir en el infierno de todos nosotros, los que no tenemos la dignidad para saber amarlas. De repente veo su mirada otra vez sobre ella. No sé cómo ha conseguido él llegar hasta la barca. Tiemblo de miedo cuando oigo otra vez su pausada y cálida pero potente voz.

– El problema de la mayoría de los jóvenes de hoy, contemporáneos míos sin quererlo yo, es que se creen demasiados listos como para drogarse y querer luego superar la adicción. Es falso. Siempre llega un momento en que no tenéis “salida hacia atrás” porque atrás habéis dejado la vida. Y termináis en algún callejón oscuro, muertos en completa soledad. O quizás suicidándose colgando del techo de su propia habitación. Tenemos todos una conciencia. No hay excusa alguna para caer en todos los vicios para luego ir predicando por el mundo, esperando que el mundo os acepte, diciendo “no éramos conscientes de lo que hacíamos”. También eso es falso. Todos somos conscientes desde que tenemos uso de razón y sabemos cuáles son los actos que ofrecen la vida y cuáles son los actos que llevan a la muerte. No es una muerte imaginada, sino una muerte real. Con la mentira buscáis evadir lo problemas pero eso jamás se consigue a través de los vicios. Intentáis auto convenceros de que vais a ser inmortales como os han hecho creer vuestros falsos dioses. Sigue siendo falso. La inmortalidad existe pero no es propia de hombres de paja ni de ídolos de barro. Y ante vosotros hay que tener el valor de deciros NO.

¿Lo ha hecho por mí? ¿Lo ha hecho por ella? ¿Lo está haciendo por los dos? Mi cuerpo no aguanta más. Estallan las luces alucinógenas en mi cerebro. Los ojos se me dilatan y veo monstruosidades que se acercan para comer mis despojos ahora que estoy destrozado y mi cuerpo es solamente el títere de paja del que está hablando. Soy un títere de paja movido por los antojos del viento que no puedo dominar mientras ella está empezando a comprender que también soy un ídolo de barro. Me duelen sus miradas. La mirada suave y limpia de él y la mirada turbia y acusadora de ella. Y mientras intento convencerme de que puedo hacer de ella lo que yo estoy deseando hacer… él sólo la mira a los ojos, enciende un cigarrillo y se marcha por la playa caminando junto al borde del mar regalándola una sonrisa que a mí termina por derrotarme sin piedad. En la barca del pescador solo quedamos ella y yo con nuestra soledad. Pero yo soy tan cobarde, tan enormemente cobarde, que no le confieso que tengo el SIDA y que estoy ya en la fase terminal. Intento poder besarla pero solamente beso al vacío porque ella ya no está a mi lado. La veo seguir las huellas que él va dejando, en la arena, junto a la orilla del mar.

Quiero gritar. Comienzo a tener necesidades para gritar. Pero mi boca es tan áspera y tan inane que no tengo fuerzas ni para poder lanzar un solo sonido verdadero. Así que aúllo. En medio de la noche, bajo las estrellas que me estallan en las pupilas, solo aúllo como el lobo estepario de Herman Hesse. Lo que sucede es que ni tan siquiera puedo ser un lobo estepario sino el verdadero diabólico Demian que se arrastra por la arena de la playa queriendo seguir sus huellas pero yo no las veo. Ella sí las ha podido ver y las está siguiendo para salir de este infierno. ¡Pero yo no las veo! ¡Yo no las veo! ¡Yo sólo estoy alucinando con un paisaje demencial! ¿Es esto el infierno? ¡Sí! ¡Esto es el infierno! Intento levantarme para poder escapar pero una manos inclementes me derriban al suelo y me quedo boca arriba, expulsando babas sin cesar, mientras la luz de las estrellas rebotan en mi cerebro y escucho a alguien reírse de mi. Es una siniestra carcajada que me hace recordar que estoy ya en la fase terminal, en la fase sin retorno, porque me quedan escasos meses, escasas semanas o escasos días de vida nada más. Ahora comprendo y entiendo lo importante que es saber decir NO lo mismo que él ha hecho en el círculo cerrado de los siete. Pero es demasiado tarde ya.

Escucho la sirena del coche de la policía viniendo hacia mí pero yo ya no estoy más que terminando de ser lo que nunca he podido ser. Comprendo que no ha sido él quien se ha chivado. Comprendo que ha sido ese horrible personaje que me acaba de borrar de sus listados para poner a otro imbécil como yo en mi lugar. Por eso se ríen de mí todos los demonios.

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