Cara de póker.

Se montaron una timba en el bar de Fausto. Estaban todos con su puro en la boca, como vaqueros informales con el caballo en casa durmiendo la siesta. Habían quedado para jugar una partida de Mus. Se observaban sonriendo mientras Fausto servía las copichuelas. Manolo dejó muy claro que de allí no salía ni dios aunque le sonara el móvil y en aquella atmósfera densa iniciaron la partida. Las cartas se movían como secretos inconfesables. Antonio hizo la señal mal y se armó el Belén. Reiniciada la timba, los vaqueros con cara de póker comenzaron su batalla. Aquello tomaba intensidad. Tuvieron que apagar la tele cuando hablaba Zapatero. Aquello fue tomando cuerpo, dimensiones. El silencio rodeaba a todo en el bar. Alguien gritó. Fin. Sigue Leyendo...

Nuestro preocupante estado de la cultura.

Hemos atesorado inmensas posibilidades técnicas para ir y venir desde las bibliotecas del mundo. POdemos, de un modo virtual, conocer museos, escuchar cómo nos cuentan libros, descubrir la última especie encontrada en un perdido atolón. Pero ¿por qué sentimos una falta básica? No estamos satisfechos: se aprecia en ese nerviosismo cosquilleante. Hablamos sin importarnos lo que decimos, porque hablar es lo “verdaderamente importante”. Nos sentimos en mitad de una injusticia temeria: la guerra encubierta y las dictaduras de los supermercados. ¿Por qué hemos ido avanzando hacia la desnudez del miedo y de la desidia? No es actual. Todo cuanto acontece viene de atrás. Ya lo apreciaron en su profundidad Freud y Jung en su viaje a Nueva York en los años 20. Mucho antes, los filósofos griegos anunciaban estos augurios. Jamás podremos con la voluntad del Sol, de las mareas, ni contra las reacciones de la Naturaleza. El ser humano comete errores en la memoria Colectiva. Un error acumulado se repite hacia atrás y hacia adelante…¡aumenta su impacto sobre cuanto es real y cuanto habita en lo inalcanzable! Toda esta incertidumbre tiene que ser, para que todo cambie. Sigue Leyendo...

CANSADA

De un tiempo a esta parte me siento cansada, cada vez más cansada, aunque posiblemente mi cansancio se remonte a mucho más atrás, y tal vez en ese momento no fui consciente de ello.
Paulatinamente esta pesadez moral fue haciendo presa en mí hasta
hacerme cómplice poco a poco de ella. Casi sin darme cuenta he ido aprendiendo a convivir conjuntamente con esta sensación día a día, minuto tras minuto, segundo a segundo hasta llegar a ser aliadas en esta misión sin meta y sin sentido, sin la esperanza de ver la luz en un incierto mañana.
Simplemente este cansancio me ha subyugado aunque no haya sido lo suficientemente dictador como para anular en su totalidad mi conciencia. Ha tenido la delicadeza de dejar una rendija de claridad para que yo me de cuenta de que estoy cansada.
Cansada de generar solo desconfianza en alguien que merece toda la mía. Sigue Leyendo...