Era una de esas tardes de verano en las que el calor dentro de casa era insoportable. El edificio tenia una orientación tal que el sol iba recorriendo una a una todas las paredes y cuando llegaba la tarde hasta el último rincón de la vivienda estaba caliente. En invierno esto era una ventaja, pero ahora, a mediados de julio, hacía insoportable el permanecer dentro. No me apetecía pasar el tiempo delante del ventilador porque además éste lo único que hacía era mover y mover el mismo aire caliente, así que me di una ducha de agua fría, me recogí el pelo en una coleta y me puse el vestido más fresco que tenía y me fui a la calle buscando un poco de brisa fresca.
Archivo por días: 17 noviembre, 2007
En el pensamiento me pierdo
En el pensamiento me pierdo…
Me noto lejos de mí…. muy lejos….
Vuelvo a mí…
veo las palmeras que se mecen con la brisa…
La brisa se lleva los olores… las sensaciones
Los sufrimientos… la esperanza…..
Todo queda tan lejos que ha veces pienso que fue un sueño….
Sólo me queda un billete de avión …..que ya no vuela….….
Una caña de pescar… sueños….
Una cámara que se olvidó de las imágenes….. de las sonrisas…
Solamente quedan recuerdos……
Miro al cielo azul y veo las palmeras que se mecen con la brisa……
Camino de santidad
Esta es la información, éste el proceso
del hombre que ha de ser canonizado,
en quien, si es que vio el Mundo algún pecado,
advirtió penitencia con exceso.
Doce años de suegra estuvo preso,
a mujer y sueldo condenado;
vivió bajo el poder de su cuñado,
tuvo un hijo no más, tonto y travieso.
Nunca rico se vio con oro o cobre,
vivió siempre contento, aunque desnudo,
no hay incomodidad que no le sobre.
Cancioncilla
Haiku de la Espera
Invitando a Only
-Dos con leche, Paquito… uno para mi amigo Only y otro para mí.
-Marchando dos con leche… y dos copitas de baileys, Diesel, y no te preocupes que hoy invita la casa.
-Pues este es el “Paquito Bar”, Only. Aquí escribo yo todos los días mis pequeñas notas del barrio.
-Parece un lugar bohemio.
-Es un lugar bohemio-voremio, amigo.
-Y ésta es su casa – le confirma Paquito a Only.
Ella está sentada ya frente a la barra.
Cuando conoci a Diana
Era media noche, una noche tranquila, serena, yo, como tantas otras, dormía pero no descansaba; el dolor de mi cuerpo no dejaba que éste se relajara y disfrutase de los beneficios del sueño. De pronto me sobresalté, alguien susurró a mi oído un nombre, lo oí con claridad, con firmeza, me senté de golpe en la cama pero todo estaba oscuro, fuera no hacía viento y dentro de la habitación solo reinaba el silencio… encendí la luz y la habitación estaba vacía. Pensé que quizás todo había sido un sueño así que apagué la luz y volví a arrebujarme dentro de las mantas, di vueltas y más vueltas, pero no conseguí volver a dormir. Estaba segura, alguien me había llamado…
El pasado presente.
Caperucita en verso
Cartas a Isabel
Isabel… dime por qué el cielo está gris y nisiquiera llueve, dime porqué el barranco está seco, por qué el agua desaparecio y por qué crecen las malas hierbas en su cauce, donde los pájaros anidan extrañados. Dime por qué en la playa el ronroneo del mar de apaga, por qué las rocas han caído al agua y las gaviotas se han ahogado. Por qué el cielo pinta al mar sin siquiera tocarlo y por qué las nubes no vuelan un poquito más alto…
Isabel, dime por qué. Por qué he perdido el amor y por qué odio, por qué me paso las tardes encerrado en mí mismo mientras los segundos dan pasos aprisa y sin pausa en el tiempo que nunca me espera ni perdona.
Isabel tú… me entendias. Tu me querías, aún recuerdo tu sonrisa sempiterna ante fuego y hielo en aquellas tardes perdidas que pasabas junto a mi, a mi lado.
Isabel, por qué te fuistes…
El niño al que se gustaban las gaviotas
Mi amiga Isabel A., que anda remisa para entrar en la comunidad vorémica, escribió en 1981 el cuento que transcribo a continuación. Hoy, buscando en un cajón, lo encontré y le pedí permiso para ponerlo aquí. Me lo ha dado y por eso aquí está: (Ah, se me olvidaba, está interesadísima en conocer vuestra opinión, que yo tengo que transmitirle; se admiten toda clase de críticas)
“El niño al que le gustaban las gaviotas
Al niño le gustaba observar el vuelo de las gaviotas cuando, en los atardeceres, los barcos de pesca regresaban al puerto de la pequeña ciudad costera en la que veraneaba y, entonces, como remolinos inquietos de blancura y graznido, los pájaros escoltaban la flotilla, espiando y acosando el momento de la descarga de las panzas de los barquichuelos.
El nocturno Portugués
Es ya muy de noche, hace tiempo que sonaron las 12 y vamos camino de la una de la madrugada… pero el Bar Paquito se encuentra en plena efervescencia hoy. Nosotros cuatro (José el Relojero, Pedro el Historiador, David el Informático y Yo el Periodista) estamos en plena faena del mus. El Relojero de Manila, que ya camina hacia sus 96 años de edad (¡96 si señor, no es un error mecanográfico!) se encuentra en plena forma mental y memorística. Es una ventaja jugar con el Relojero de compañero porque su cara es un mapa indescifrable de guiños para los rivales. Las nobles arrugas de su rostro hacen imposible saber incluso para su compañero (que hoy soy yo) si las señas que hace son verdaderas o falsas. O sea que nuestros rivales (Pedro y David) nunca saben cuando José Gomariz va de farol o no va de farol. Y eso es una ventaja increíble que se nota a lo largo de la enconada partida…
Jenyfer….
Amaneció tarde aquella mañana la habitación en la que dormía estaba totalmente iluminada anteriormente el frio en la ciudad había ido en aumento y hasta ahora se podía percibir los primeros rayos de sol después de un invierno prematuro, el aire fresco que entraba por la ventana revuelto con el aroma de las flores húmedas en el patio, hacia de la responsabilidad de respirar algo placentero, ya con los ojos abiertos y la cara al cielo en su mente conservaba una sola idea, en su rostro un semblante de tristeza agónico acompañado de una especie de mueca ocultaban su verdadero sentir, la ropa marchita que llevaba puesta dejaba ver como había perdido la habilidad de dormir, de soñar y de tantas cosas que ahora, lo único que lo mantenía con vida era el teléfono…