El horror está ahí fuera

Tenía quince años, vivía en un pueblecito alemán cercano a Hamburgo. Se desplazaba por la carretera que va desde su pueblo hasta otro cercano para reunirse allí con un grupo de amigos y recordar a una amiga y componente del grupo, recientemente fallecida por atropello en la misma carretera por la que ella circulaba, unos trescientos metros más adelante.

Pequeña idea

La sala era grande, alta y silenciosa; y blancas eran sus esquinas, infinitas. Tenia el aire un toque celestial, como si aquellas paredes fuesen una nube y el menor suspiro las hiciera desaparecer.
En medio de la sala, sobre una mesa, había un pequeño reloj que trinaba. Caminé con paso distraído y lo observé de más cerca. Tenía tres picos: el más grande de ellos, de un color negro algo oxidado, apuntaba acechante al número doce. El segundo, algo más fino y alargado, señalaba un espacio vacío donde, supuse, alguna vez hubo un cinco pintado.
El pico del despertador descansaba en el seis.
– Esto no es posible- me dije,- ¿por qué suena este reloj, si no ha llegado a su hora? Sigue Leyendo...

Aquellos días…

Aquellos días apenas podíamos permitirnos una mirada de complicidad, hasta que caía la noche y hacía acto de presencia el deseo del beso y entonces entrelazábamos la boca en el laberinto de las horas. Con un gesto aprendido entre los sueños, nos tomábamos las manos y acariciábamos los rostros con la ansiedad anidada en el corazón. Aquellos días estábamos como hipnotizados por el tono veleidoso de los sentires y no teníamos preferencias concretas de lugar. Todo lugar era una faceta singular para mirarnos a los ojos. Aquellos días no eran iguales a los otros sino que la alegría nos invadía de risas espontáneas, Aquellos días supimos que estábamos enamorados. Sigue Leyendo...

Deambulando por las sombras de los olivos pardos.

Deambulando por las sombras de los olivos pardos
veo el gris contorno de la vida prieta
y entre los huecos de los dedos de mis manos
contemplo el aire que las mueve inquietas.

Veo una especie de cuerpo con sonido leve
en medio de la tarde que yace en la floresta
y escucho la música de una nota breve
que se eleva entre las ramas duras y enhiestas.

De la vida

Salvar la vida, entraña condenada
a ser un punto perdido entre lo eterno;
aquello que se muestra débil, tierno,
enteramente atado a la vida amada.

Una relación del humano con la sagrada
cuestión del tiempo -primavera invierno-
el último afán de no ser un infierno
para el alma de esta vida entrelazada.

Pretenciones

Que necedad la tuya, de querer componerme, de seguirme incansable el paso, de atravesarte en el camino y guiarme con certeza, aunque termines involucrándote en mis desvaríos, que cara larga que tienes para adivinar lo que pienso, para ensartarme esa tu mirada profunda, plagada de develadas incógnitas

Que impertinencia la tuya de osar idealizarme, esa de tomarme de ejemplo y erigirme como una estatua ausente en tu roca, que empeño es ese de creer ciegamente en lo que afirmo y sonreír imperturbable aun cuando al final ya sabes lo irremediable que es conmigo terminar perdiendo el piso y la cordura Sigue Leyendo...

ENTRE DOS AMORES

Corria la mañana y yo corria tambien.
Sin piedad las agujas del reloj torturaban
a mi tiempo, sin tiempo.Se hacia tarde.
El silbato alla lejos,la partida anunciaba.

Y corria.Y queria convertirme en viento.
Que mis pies flotaran sin tocar el suelo.
Ser Mercurio con alas en los tobillos.
Y solo corro, hasta faltarme el aliento.