Tristemente los cuervos,
sobrevuelan los campos,
negros en la noche oscura,
en el silencio inmenso total,
llevan el alma compungida,
los vacios ojos vidriosos,
gotean negras lagrimas,
regando la desolada tierra.
Los negros crespones,
ondean tímidamente,
con el viento del dolor,
la tierra alquitranada,
firmemente se adhiere,
a los pies del caminante,
que avanza entre sollozos.
El sonido crujiente que suena en la suela de mi zapato me indica que ya no estoy aquí…
Y entre las melodías que se confunden en mi garganta, la lluvia de miseria desborda la ciudad, sus calles, sus miradas, sus luces hipócritas, sus callejones, su vida, su esencia…
El descaro que me muestra el cielo, cubierto por un firmamento lleno de falsas esperanzas, me hacen dudar de un Dios…de una omnipotencia que nunca me ha demostrado su belleza sino sólo la estela que deja las creencias de una verdad inigualable y perdida entre palabras que se comportan como nativos ante una hoguera.
Viniste a mi sin llamarte,
mi puerta sola se abrió.
Lentamente y en silencio,
los goznes hicieron su giro.
Tiemblo al sentir tus pasos,
sobre el tapiz de la entrada,
mil preguntas rondan mi cabeza,
y siento el fuego que arde dentro.
Un dolor late en mi corazón
inundando mi fragilidad.
Mis fuerzas me abandonan,
puedo rodar al abismo,
me rindo, no puedo más.
Pero el viento del sur me detiene,
me dice que no he de temerte.
Desde mi pesar vuelvo a la vida.
Con la esperanza de que mañana,
todo esto no haya sido un sueño.
( Una frase cada uno y así hasta el final. Una experiencia nueva que esperamos guste a los lectores )
“Hoy, es siempre, todavía”
(Don. Antonio Machado)
Quise formar parte del gran silencio,
de la ausencia consciente,
del sortilegio de haber pasado siendo huella;
hoy regreso.
Conmovido, en la simplicidad de un día
en el que el mismo sol prosigue su camino,
sólo puedo mirar hacia la tierra y sentir
la cercana grandeza del caminar con rumbo.
Porque toda auencia no es sino presencia adormecido,
despierto al alba y regreso entre palabras,
para seguir caminando….aquí y ahora.
En algún edificio de la vecindad debe vivir esta pareja de ancianos. Él lleva un bastón con el que ayudarse en su penoso avance y siempre que le he visto me he dado cuenta: quizá porque voy con mi perra a su paseo matutino, él nos mira siempre con desconfianza a pesar de que en ese momento del paseo siempre la llevo atada con su correa. A ella no la había visto nunca antes: también me ha mirado con una cierta desconfianza que me ha parecido teñida de alguna forma de dolor.
Eso me ha llevado a reflexionar sobre la soledad de algunos ancianos, sobre si la misma no será auto-impuesta, si será resultado de algún abandono familiar o de no haber tenido descendencia.
Da la casualidad que los puntos de su vestido, la disposición de éstos, son similares a la proximidad y adyacencia entre aquellos conformantes de nuestro horizonte, y siempre por casualidad, han descubierto ellos que nosotros y que ustedes podemos tal cual pueden suprimirse, la forma de separarse, la forma de eliminarse. Dejar de Ser Yo para pasar a Ser Yo, como el haz de luz penetrante en las que ya de noches nada tienen. Sin nuestras caras, en las que mañana fueron todo y ayer serán nada. En las que NO son noches, mientras pro yectá bamos la vista, mientras pro yectá bamos el destino extendiéndolo como si fuese un elástico, como si hubiese sido, como si hubiese de ser, pero esperen, mientras proyectábamos la vista en la realidad, más que siempre, y el mañana que existe nuevamente.