Lejos, en la negra sombra,
bajo aquella mesa, en aquel rincón,
tirita, dolorido, acongojado,
pequeño e inocente, tu corazón.
Yo abro las ventanas de par en par
esperándolo salir algún día,
esperando que despiertes,
y que saltes por ellas, y beses la orilla
Mis palabras, algunas, no son del montón,
son como una melodía sin sentido
que solo entiendo yo.
(Y los poetas, con presteza,
echaron sus manos a la cabeza.
¿No son tus versos, Ismael, del montón?
No es lo tuyo poesía,
sino diálogo interior.)
Y lo he pensado: tienen razón.
Sumido en la caverna,
del dolor primigenio,
la noche se deja caer,
como cálida manta,
tapando mi visión.
Siento un sinfín,
de golpes en mi cuerpo,
me quedo agonizante,
calavera descompuesta,
caen en mi las pesadillas.
…y el ojo no ve
ya el dolor,
tampoco
sufrimiento,
desdicha
o desazón…
Un ojo convertido,
individuo compartido;
antes muerte,
ahora
bienaventuranza,
como la del que llora
de emoción,
como la del que ríe
en dolorosa
situación…
prefiero estar muerta
antes que sentirme sola
antes que sentir este puto vacío en mi estomago
antes que darme cuenta que no me encuentro
prefiero estar muerta
prefiero no mirar
si veo que no me miras
si veo que no me ollen
si veo que todo se ha de olvidar
prefiero no mirar
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