Nunca me duelen las yemas de los dedos cuando escribo, porque lo hago en base a mis propios Principios y he determinado no renunciar a ellos. Todos tenemos Principios aunque algunos digan que es sólo el puro azar. No es cierto. Algunos plantean todavía cuestiones ya superadas hace muchos siglos (exactamente 2011 años) pero cada cual recoge, al final, lo que siembra con sus sueños. Es más importante ser factible que desaparecer en las nieblas de las dudas. No. Yo no deseo dudar de lo que sueño.
Archivo por días: 19 enero, 2011
YO
Pongo un pie delante del otro, un, dos, un dos, arrastrándolos , sin ganas pero con determinación, siempre adelante, siempre luchando, con mis miedos, con mis pesadillas, contra el destino, contra mi misma, una vez mas contra mi misma.
Mirarse al espejo cuesta a veces demasiado, el asco invade mi corazón y no se porque motivo, porque razón un día cualquiera empecé a odiarme, a rechazar mi cuerpo, mis pensamientos, a desear no haber existido, a no querer existir. Incluso en los momentos felices aprovechados con la voracidad de un sediento no me quiero, no me valoro, y eso me da rabia, nunca he odiado tanto a nadie como me odio a mi misma.
El Jabato y los ye-yés.
Ya había pasado de moda El Guerrero del Antifaz (recalcitrante represor seudorreligioso), estaba de capa caída Roberto Alcázar (facineroso machista y fascistoide) y se encontraba pasando su apogeo El Capitán Trueno (iniciador de aperturas sexistas) cuando apareció nuestro héroe El Jabato. Hablo de tebeos de infancia, cuando todas las semanas, en medio del marasmo laberíntico del Lenguaje, las Matemáticas, la Aritmética, las Ciencias Naturales y la Formación del Espíritu Nacional franquista, los colegiales corríamos por las calles, emocionadamente ávidos, para adquirir el número correspondiente de aquella serie que tanto excitaba nuestra imaginación. Apareció El Jabato, aquel indómito ibero que, con su inseparable amigo Taurus, hacía estragos -Astérix hispano- entre las filas de los imperialistas romanos. El mismo Jabato que le arrebató Claudia al sanginario Marco y luego se enroló en cientos de aventuras por selvas africanas, territorios hititas, estepas siberianas, desiertos calcinantes, océanos profundos… para guiarnos, con sus intrépidas hazañas, a los territorios de la mágica liberación.
CORREVEIDILE
Correveidile que la libertad se puede lograr
Correveidile que por esta vez no serás el bufón del lugar
Correveidile que nada pierdes salvo la vida que ya de por si carece de sentido
Correveidile que por esta vez no quieres jugar más
Los afortunados, los despreciados, holgazanes y movedizos
Los sumisos, los rebeldes, enormes y pequeños
Los más fuertes, los más débiles, saludables y piltrafas
Los austeros, felices, putañeros y monógamos
Los adinerados, los desplumados, envejecidos y nenes de papá