Tiempo sin recorrer…

… Al paso de la luz inspira… Expira… Confianza, amor, desilusión… El tiempo va sonando la vida de mi existencia, en este preciso instante porque quieren los peces, porque a la luna se le antoja y el sol no sale por vergüenza a quemarse. Miradas pasan sin temor a ser desveladas bajo luciérnagas voladoras, pues ellas son la luz del camino que nos guía hasta el futuro más próximo incierto.

Gira el mundo gira… sigue girando… y los pies siguen saltando y la mente volando en el firmamento dorado de un amanecer a pie de montañas altas y sin cables como estampados. Sigue Leyendo...

No me fui…

Constancia de vida
que otorgas talento,
la conciencia clama
el camino está abierto;
me llama, me pide que vuelva
para lo que se me ha dispuesto.

No regresa quién nunca se ha ido
no me fui, es que no estaba.
Mi tiempo, mi mente
quedaron atrapadas en una maraña
de mentes que exigen más de lo permitido.

No me fui, es que no estaba.

Ela

Ela era todo, su quién y su cómo,
tal vez la vieron paseando, vestida de azul y tacones altos.
Vuela donde nubes toma té y no quiere compartir su secreto.
Ela es bella y de ella nunca me cansaré.
Carmín sabroso
dueño de mis labios.

Hablando se confunde la gente

Tal día como ayer vino el vino.
Y dijo el vino cuando vino, que no llovía, buen tiempo hacía.
Nos dijo el vino al venir, que lo habían parado en uno de esos controles de alcoholemia, que ponen en la ruta de los vinos que vienen conduciendo; aunque ningún vino sabe conducir, ¡imposible! ¡El vino no sabrá conducir, pero sí sabrá a vino!

Nos dijo el vino que a pesar del aliento, la prueba salió en negativo, ¡cuidado! esto según nos dijo el vino.

La aldea fantasma.

Pues resulta que hace años existía en un país concreto de cuyo nombre no es que no me quiera acordar (como sucedía con Cervantes) sino que de verdad que no me acuerdo, una humilde aldea de sólo 65 habitantes. Se llamaba la aldea de Villalimpia y todos sus habitantes vivían absesionados con una limpieza (para hacer honor al nombre de la aldea) que nunca conseguían por completo. Siempre andaban sucios por culpa de que tenían que ir a las huertas a regar y recoger frutos, tenían que cuidar de los cerdos, se manchaban con el barro de las lluvias o se pringaban con el negro carbón que usaban para sus cocinas. La obsesión por estar siempre limpios era una enfermedad crónica en todos los habitantes de Villalimpia. Sigue Leyendo...