no esperaba herirte,
es mas no pensaba perderte,
era el silencio decisivo de esa hora sin igual y exacta, en la cual todo es sosobra.
me fui sin decir adios, un adios que guardo con espera en mi corazón.
no estimaba mi fama de manipulador, y aunque ya no consigo amor, no e dejado de amar,
y es pesada la culpa, que mi triste melancolia asecha en mi incansable afan de volar.
Antes que los Ángeles de envidia te los quitaran
a pesar de que el sol los añorara y llorara
tus parpados sellaron para que no separaran
las estrellas del cielo y las almas humanas
Cerraste los ojos
antes de que el brillo de las hadas apagara
a pesar de que las noches sin luz se quedaran
para que mas suspiros no se llevaran
cuando tus cuencas sus sueños iluminaran
Los muros están pintados
A las horas de la madrugada
Siempre con mano apretada.
A las horas de la luna
Mueren los de la fortuna
Insomnes y abandonados.
Son los más apasionados
Tratando de ocultar
Amistades para incitar
Duelos de enamorados
Entre ellos despechados
Sin poderlo evitar.
Y las tardes pasarán
con su eterna canción del mediodía.
Y parirán
palabras de verbos nuevos.
Proyecciones de humanos escribiendo,
bajo la luz efímera del tiempo,
versos tan despiertos como la lluvia
que empieza a trazar metáforas
en forma de acuosas expresiones.
Antes que la tristessa nocturna de Chopin,
– y las lágrimas de Mozart…-,
antes que ninguna melodía elaborada
prefiero la melodía de tu boca.
Antes que ningún Espronceda, ningún Becquer,
ni Lope de Vega, ni Ruben Darío.
Antes que ninguna palabra
fabricada en rima, prefiero tu voz tranquila:
cariñosa, sincera. Mía. Tuya y mía.
Soy como un río, alegre, dulce, desbocado.
Soy como un río que arrastra lo que encuentra a su paso.
Baño praderas, veredas y campos
moldeando los cantos de las piedras de mí camino.
Soy como un río,
inundo casas, pastos, puertas y corazones
desbordándome por las laderas
a la vez me torno suave
regando árboles y sus frutos
me adentro en los corazones de los amantes
que fijan sus ojos en mi al anochecer
cobijándose en las sombras que me rodean.
Los toreros viven con el tiempo
posado en las muletas del recuerdo
viven de pie y sin miedo…
pues la vida es un pasodoble
con redoble
de fanfarrias y concierto…
concierto de sinfonías
como bravas melodías
lejos de los conventos.
Sórdidas amarras han desgarrado mi destino,
de lo mundano a lo divino,
constelan, elegantes, mis sueños
augurando los pequeños bastidores
en los cuales he de vislumbrar
que no aguanto más mis penas.
Ya no apelo a madrigales,
sonetos, sextinas, tercetos,
que revelen los secretos,
transparentes e indiscretos,
socavando genitales y claveles.
Qué porque me metí en todo este mundo..
una obsesión continua..
que te agarra y te lleva adentro..
en sus lugares mas oscuros,
me tiene enganchada a cada momento,
este rollo del otro mundo llamado AMOR.
Llegarán mis palabras caducadas
en una fría y mañana desolada,
y al leerlas sin pasar un solo instante,
sentiré morir mi corazón…
Mi pena se ahogará en lágrimas,
mi alma no verá una razón,
del misterio de tu vida,
de tu marcha sin adiós…
FELICIDAD.
Quiero volver de nuevo a volar contigo
hasta perderme en este bosque de algas.
Sentir tus manos rodeando mi cintura,
encontrar mis ojos en los tuyos,
caminar por las orillas de arenas tibias
bañadas por la espuma de las olas.
Que mil sirenas canten nuestro amor,
sentir tus caricias,
enredarme en mi esencia de mujer enamorada.
El Serventesio es una estrofa de cuatro versos de arte mayor que riman ABAB. He aquí un ejemplo de Serventesio escrito por el gran poeta E. González:
Aquél que celebraba sus nupcias en la hora
de la otoñal cordura, ceñido de laurel,
bajó la vista al suelo… La carne pecadora
se acurrucó a sus plantas como una bestia fiel.
Ha llegado el día del desencuentro
de ese hablar sin podernos mirar
aunque las palabras vean el alma…
Nos ha cogido por sorpresa a ambos,
a pesar de que el día era bien conocido
también señalado en todos los calendarios.
Pocos minutos, sin casi entendernos
por las prisas y todo ese ruido externo,
con tanto que querer decir, que contar
y entre silencios, optar mejor por callar…
Ahora pones tus ojos en mí,
después de tanta primavera perdida.
No sé decir palabras,
con mi voz de rio seco,
en este árido paraje,
sin veranos ni inviernos.
Ya no me quedan rosas,
para un pobre ramo umbrío,
solo enmarañadas ramas secas
de muchas espinas muy gruesas
que no se doblan ni queman.
Hoy no estamos aquí muriendo
entre las telarañas del tiempo…
que nos hemos ido marchando
hacia las edades vividas
en las metáforas del Sueño.
Hoy la Vida es una parábola
en forma de elipsis y de anhelo
y un suspiro de alegría
nos alimenta… amada mía…
más allá del cementerio.
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