Esperar lo inesperado

En esta rapidez en la que todo sucede el verano es un fntasma que oculta las noticias y nos aleja de los grandes temas que planean sobre nuestra humanidad. Ayer leí un artículo de un prestigioso sociólogo, que casualmente como quien escribe, estaba leyendo un libro de Ratzinger. La verdad es que ambos coincidíamos en la gran incógnita que supone el que un intelectual haya escrito tanto y tan “sabroso” sobre el hombres y sus dimensiones y ahora…elevado a la categoría de semidios…esté preparando ese programa que va a su poner su papado.
Sin duda en la distancia corta pudiéramos sentir cierta comodidad frente a las opiniones del intelectual, pero…se me antoja complicado satisfacer a la humanidad cuando las palabras adquieren ese carisma “casi dogmático” de un hombre, que además de tocar el piano, sabe muy bien como administrar la justicia divina. ¡Seguiré leyendo el libro…aunque reconozco, como el sociólogo, que es realmente difícil entender las grandes dificultades para salvarse sino estás apuntado al equipo del Vaticano!Como curiosidad…he podido conocer el escudo de la Santa Inquisición: Una rama de olivo aparece como
símbolo de la voluntad del perdón de la Iglesia. San Malaquias, supone…en su visionario devenir de los papas, que al presene Papa, le corresponde un número y un lema: La gloria del olivo. ¿No da pie a un betseller? Quizá desde Vorem se pueda comenzar un Código de Paul…hacia el otoño.

Un comentario sobre “Esperar lo inesperado”

  1. Tremenda propuesta esta de hayar una respuesta adecuada a las confirmaciones y negaciones que desde el Vaticano un papa teóricamente ultra esté dispuesto a otorgar. Grave destino el de los hombres que se apoderan de la justicia para impartirla en nombre de un sacrosanto destino. Quizás nos atrevamos a escribir los voremios alguna propuesta de Código Paul que… cuando llegue el otoño… nos ofrezca algo más de solidaridad humana que la de ver caer las hojas de los años de múltiples ancianos enredados en la tremenda complejidad de definir cuáles son los destinos inquisitoriales a los que nos obligan a sucumbir. Muy buenas tus reflexiones, grekosay. Me saben más a vida e inquietud que los programas dogmáticos de la Santa Sede.

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