Madrugada de viernes

Madrugada de viernes, cuatro y media de la mañana. Hemos llegado de una cena y no tengo ganas de dormir. Desde mi terraza observo el ajetreo de coches que salen de los aparcamientos de las casas y los que llegan y se van de los aparcados en la calle. La temperatura es absolutamente benigna.

La nostalgia me hace pensar que, al igual que veo desde mi observatorio a toda esa gente, debería poderles ver a ellos, si es cierto lo que afirman algunos de haber visto a sus seres queridos después de que desaparecieran de este mundo. Enfoco la mirada hacia la acera de la iglesia, quizá los vea venir desde el parque, subiendo el pequeño desnivel sin prisas, igual que subían desde San Bernardo a Callao en sus paseos de después del almuerzo.

Si vinieran, lo harían los dos juntos. Como juntos estaban todo el tiempo que podían. Él trabajaba en casa, por lo que se marcaba sus propios horarios. Ella era un ama de casa que renunció voluntariamente a sacar partido de sus estudios para atendernos: eran otros tiempos.

Las fotos que guardo, hechas por fotógrafos de la calle, muestran una pareja con una sonrisa de auténtica felicidad: no es una mueca estereotipada que se hubiera esbozado para el momento de posar para la foto, sino una realidad impresa en sus semblantes. Yo estaría en el colegio: sus ropas (el abrigo ligero de ella, la chaqueta de pana negra de él) evidencian que en el momento en que fue tomada la foto correría, probablemente, el mes de marzo. Por un momento, tengo la impresión de que están ahí, bajo los árboles, cerca de la iglesia, enfrente de mi casa… pero no, son ilusiones mías.

Escudriño la zona ajardinada de la parte opuesta desde mi perspectiva. Me parece que percibo en el silencio de la noche un leve ruido de pisadas, pienso que quizá estén todavía ocultos bajo la vegetación y aparezcan pronto. Espero un tiempo razonable pero no ocurre nada, no se divisa figura alguna. No sé si sabrán cuánto desearía verlos, si así fuese creo que vendrían, no me dejarían esperarles tanto tiempo…

6 comentarios sobre “Madrugada de viernes”

  1. Buscas un imposible, buscas la quimera del encuentro con los seres queridos, el contacto imposible de la carne que ya no volverá. Sin embargo, sin tú misma darte cuenta, los estas viendo, porque los llevas en tu corazón, en tus adentros, y esto es una cosa que jamas perderás; porque los esperas, teniéndolos sin saberlo. Aspira profundo cerrando los ojos, verás como captas los matices de su olor en tu recuerdo.
    Un saludo.

  2. !Ver a los seres queridos que se nos fueron hace ya tiempo!. Yo a mis padres siempre los espero, convertido en niño, que vienen bajando por la calle Narváez de mi Madrid, desembocan en la Sainz de Baranda y me traen una bolsa pequeña de caramelos. Después los veo de la mano charlando en la salita comedor de las últimas secuencias de la película que han terminado de ver. Pero no. Ya no los puedo ver con los ojos de la cara y sólo los veo con los ojos del alma. Yo ya no soy niño. Ya no estoy viviendo en mi Madrid y la Sáinz de Baranda sólo es unanostalgia más de mi vida errante. Ya no vienen más de ver la última película en el cine Alcalá y ya tampoco el Alcalá es un cine. Ahora yo veo la calle mojada por la última llovizna. Cierro los ojos. Los vuelvo a ver bajando por la calle Narváez y todavía hay bolsas de caramelos para mí y mis hermanos. Pero ¿qué digo?. Ellos ya no están aquí y soyo yo ahora quien regala bolsas de caramelos a Leslie y Carla. El tiempo. el tiempo lo circunda todo y lo lleva todo y todo nos lo vuelve a traer a la memoria envuelto en unos recuerdos… !Te comprendo perfectamente Carlota!.

  3. Soy tan jovencita que aún tengo a todos mis seres más queridos a mi lado y los veo diariamente… pero tu texto me ha llegado al alma. No sé qué ocurrirá cuando pasen los años y vaya perdiendo seres queridos mayores que yo y que se van dejando la vida a mi lado en vez de estar ellos ya presentes. Bueno, eso si Dios quiere que sea así. Tengo que estar preparada para sentirlo. Gracias por tu entrañable reflexión. A mí me sirve como aprendizaje para el futuro. un saludo.

  4. Gracias a todos, me alegra que me comprendáis. La sensación de esa madrugada no fue de tristeza, sino al contrario. Era, además, de curiosidad, de preguntarme a mí misma si otros pueden ver por qué no yo. A no ser que los que dicen que los ven sufran alucinaciones.

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