Café solo por favor. Caliente, con un fuerte aroma y denso, mi lengua palpita y mis labios ya casi sienten el sabor confundiéndolo con su perfume gris. La espuma dibuja una sensual curva y la cucharita se hunde irremediablemente en su negrura. El primer acercamiento de una taza robusta es, seguramente, el momento de mayor deleite, y pronto, uno se ve sumergido en un placer desesperado. Amargo, como la vida. Tus ojos y oídos se cierran para concentrarte únicamente en el sabor. Queda abandonada la taza en la mesa. Ese sabor potente te invade el cuerpo entero y te enciende el alma, aprendes a respirar, y lo haces profundamente. Pasado algo menos de medio café, haces sonar el leve rasgueo de una bolsita de azúcar, y de ella emana un apenas perceptible ambiente dulce. Dentro de la taza pintada de café seco a medias, llueve una cascada de gránulos blancos que se tiñen, al caer, de un marrón madera. Dulce, como el amor. Suena el tintineo de una cucharita que choca una y otra vez contra la taza, salpicándola a trazos. La dulzura te acurruca y se desliza por tu garganta, cariñosamente. Todo queda detenido y te haces dueño del tiempo, durante un instante. Frío, como la muerte. Un final suave y delicado en cada tono, te abre lentamente los ojos y ya solo piensas en lo bonito que ha sido.
Archivo por días: 15 abril, 2007
Sálvame
Sálvame de la injuria de besos prometidos, sálvame de una vida sin pecados y de una muerte sin descanso. Mírame y dime si no ves el seco canto de un niño maltratado en cada noche de parto. Ni creo ni dejo creer, pierdo cada día el sol en una carrera en solitario y envejezco soñando. Ceno, como y desayuno aguijones que se me clavan por dentro, y no sufro.
Sálvame.
De creer que las estrellan se apagaron cuando dejé de mirarlas, sálvame. Hazme enviudar de la muerte, divórciame de la vida y cásame con el niño que era. Quiéreme, pero de lejos. Báñame en sudores calientes, para beber de una lengua insaciable de cuerpo y palabras silenciadas. Búscame, porque yo, no te voy a encontrar…
vivo
entre una expresión personal y una creación anónima, entre el parpadeo de un sueño, admiro y temo cada día, a quien amo y no conozco.
entre poesía inacabada y dolores de tensión, sufro y lamento una agonía punzante, y me aferro a ella, para sentirme vivo, para cambiarme por un cromo, por una idea. envejezco cada día pensando en como he de nacer. viviendo para un nacer no haber nacido, todo en ello recorrido. y entre el último suspiro y el primero, un parpadeo. un lamento.
sin querer avanzar a cada paso apresurado, sin verdad en mis labios sellados, con espinas en los ojos y un zumbido descarnado, salen de mi voz, aullidos que, encarados, miran a un mar sin horizonte, a un mar lejano. un mar con una orilla como confín. al final, rompiendo en llanto desmesurado, con llagas sobre el rostro rasurado, se dejan caer dos manos, que suplicando, se mecen por coger a un recién llegado. el rostro dactilar y esperanzado me mira invisible en mi regazo, el aire escapa entre mis manos. siento penetrar en dos puños cerrados, lo amo por lo que es, cerrado a cal y canto.