Nací en el barrio de San Juan. Recuerdo las hogueras como si hubiesen nacido conmigo.
Durante años tuve la suerte de que las hicieran frente a mi casa, así que cuando de pequeña me mandaban pronto a la cama, seguía mirándolas tras mi ventana.
Los chabales del barrio, según edades éramos los encargados de traer leña y sólo los mayores disfrutaban de las hogueras. Qué rabia e impotencia me causaba éso a mí. Lo chulicos que se hacían mis hermanos mayores.
Me encanta el fuego,mirarlo me transporta a mundos fantásticos, sólo el calor que casi quema mi cara me hace volver a la realidad.
A las chicas no nos dejaban saltar, pero yo aquél año dije que la saltaría, y la salté. Buena soy. Toda la noche pa tras palante, pa tras palante, me daba miedo, pero no podía resistir las ganas de volar en el fuego.
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Avestruz.
Hacía un precioso día. Tímidamente el sol se avalanzaba contra las nubes haciéndolas desaparecer. El mar comenzó a brillar.
María estiró su toalla y se echó de bruces.
Llevaba unos días desesperada, desde el día que una impersonal voz le dijo
al teléfono: María? Le llamamos del hospital, el día tantos de tantos tiene una nueva cita con su doctor.
Ya no podía comer, ya no podía dormir, ya no podía vivir.
Un grupo de niños alborotaban y reían construyendo un precioso castillo de arena casi en sus piés. Las gaviotas volaban alto. Las olas se enroscaban a la arena salpicando espuma. La vida fluía en cada granito, en cada niño, en cada ola, pero María no lo podía ver. La cabeza casi metida en la arena la hacía parecer una avestruz.
Te regalo.
La cenicienta.
Solo tú.
esta noche.
Randomizze.
Ya está bien chico, pasa de todo, no pensaba hacerte caso, pero ya me estás tocando las narices con tanta tontería, pareces un niño chiquito en medio de una gran pataleta. Qué te apasa? Entrastes, escribistes, y te leimos, cada uno contesta al que quiere y como quiere siempre desde el respeto. Yo leí una contestación tuya a un escrito mío y me gustó. No me gusta que me hagan la pelota, pero sí que me gusta leer cuando alguien me contesta. Dejate de sectas y ponte a escribir. En uno de tus escritos dices que tienes 50 años, pués haber si se nota. Te agradezco que me corrijas las faltas de ortografía que pueda tener, pero sin mofa. Yo estudié en la universidad de mi pueblo de 40 habitantes. Creo que somos mayorcitos ya para andar con tanto recelo. Venga chico, que aquí todo el mundo hemos entrado igual que tú, solos, y si hay algo, amistad, respeto, es porque nos lo hemos currado, no porque nadie dore la pildora a nadie.
Presiento.
El señor León.
En el pueblo de un amigo vivía el señor León.
Muchos decían que éra un ermitaño, un demente, un exiliado de la vida, pero yo que tuve la gran suerte de conocerlo digo que el señor León éra un señor de piés a cabeza, un caballero, un poeta. Alguien único y especial. Muy especial.
Vivía en un monte de su propiedad y todo el monte estaba lleno de cuevas unas construidas por él y otras que la naturaleza había creado.
Cada cueva tenía su misión. En una pintaba, en otra esculpía, en otra hacía unguentos y perfúmes.
Su casa éra preciosa, éra una cabaña, pero muy bien bien dispuesta de todo.
Toda la cabaña estaba inpregnada de su toque especial. Jamás he visto tanto arte junto.
Abril
Pequeño principito humano
Albert éra un adolescente muy tímido. Bajo su largo flequillo escondía su gran mundo, el que él creía tan pequeño. Bajo su largo flequillo escondía su gran corazón, el que él creía de dura piedra. Bajo su largo frequillo escondía sus miedos, sus sueños, sus anhelos, todo escondía bajo aquél largo flequillo, sus ojos también, ésos ojos que tanto decían, que tanto soñaban, que a pesar de ser tan dificiles de ver, sin él quererlo, un brillo cegador sobresalía de entre los pelos.
Juan éra todo lo contrario, éra dicharachero, alegre, abierto, confiado. Le gustó Albert. Se propuso traspasar ese largo flequillo y hasta que no lo logró no paró. Se hicieron los mejores amigos del mundo.
Castillos
Guitarra mía.
Noche
Esta noche los fantasmas
se han dado cita
en mi habitación.
Sus zarpas,
me buscan.
Tengo miedo.
El aire
se congela.
Tengo frío.
Sólo por ésta noche
quédate conmigo.
Acurrúcame en tus brazos
y dame un poquito calor.
Tápame hasta las orejas
y cuéntame un cuento.
Sólo por esta noche
quédate a mi lado.
Un abrazo. Alaia
Sueños? Recuerdos?
Tengo muchísima aprensión a los embudos enormes de las centrales de los pantanos. Con sólo acercarme a ellos ya me pongo mala, me sube una cosa por el estómago que me tiemblo de piés a cabeza, y mirar al agujero, ni os cuento, imposible y todo por que de pequeña, en unas vacaciones en Galicia coincidimos con la inaguración de un grandísimo pantano. Recuerdo a muchísima gente viéndolo. De pronto un gracioso que estaba a mi lado dijo: Vais a ver como es el funcionamiento de este agujero, cogió un gato y lo tiró al embudo. Casi me muero, Aquella visión me dejó tan alucinada que no puedo con ellos. Pero… hace unos días comentando en familia cosas, salió lo de aquellas vacaciones y yo saqué lo del gato.
Planta carnívora.
Hoy me he reido agusto con una compañera.
Ha empezado a llover y me dice:
– Qué pena, no he puesto el balde en el patio para llenarlo de agua para mi planta.
Yo le digo:
– ¿ Siempre la riegas con agua de lluvia?
– No, me dice, cuando no puedo la riego con agua destilada.
– Vaya señorita de planta que tienes le digo riéndome.
No te rías, me dice, se riega así, es una planta carnívora.
– ¿ Una planta carnívora?
Manuel
Manuel no deja de mirarse nervioso al espejo, el nudo de la corbata se le resiste, el pañuelo que quiere poner en su pequeño bolsillo, se le resiste también. Es el pulso que le tiembla un poco, son sus manos las que no pueden con tanta emoción. Se mira y se riñe:
– Venga Manuel, tranquilo. Míra tu cara, estos grandes surcos han soportado mil y una batalla. No vas a poder ahora con esta puñetera corbata? El espejo sonríe.
Sonríe igual que muchos años atrás cuando un Manuel joven y fuerte intentaba hacerse el nudo de su corbata para casarse con su gran amor, Inés.
El espejo oscurece. Manuel recuerda. Cuanto la amó.
Hubiese dado la vida por ella, pero la vida no quiso llevárselo a él, se llevó a una Inés joven, bella, en plena flor de la vida.
Bandera roja.
Truenos, relámpagos.
Bandera roja.
Yó, naúfraga irresponsable, comienzo a caminar.
El mar es mío, no hay nadie, sólo yo.
Me llama a gritos,
no puedo resistir unirme a él.
Camino por la orilla, no hay peligro.
Un poco más lejos, un poco más allí.
La tormenta arrecia,
Agua dulce en mi cabeza, agua salada en mis piés.
Un día de playa con Mamen.
¡ Qué día tan rico! Dice Mamen tirándose en la toalla.
Yo ya me muero de calor.
Me pongo un poco de crema, la justísima, vaya pringue y me tumbo.
Ciero los ojos y siento, escucho. El suave ruido de las olas del mar. Unos niños haciendo castillos de arena. Una gaviota pasa por encima de mí. Abro los ojos y ahí sigue Mamen frota que frota, el de la tele se equivocó cuando dijo que el frotar se iba a acabar. Ni mil prontos juntos podrían dejar el brillo que tiene Mamen en su cuerpo.
Quién…
Quién fuera ola para salpicar tu cuerpo
y darle sabor a mar.
Quién fuera pájaro
para posarme en tu hombro.
Quién fuera horizonte
donde tus ojos miran.
Nota musical. Quién lo fuese,
crear bellas melodías para que solo tú
las puedas escuchar.
Quién fuese sueño para poder colarme
en tu cama y poderte tocar.
Un abrazo. Alaia
Cáe la noche.
Tú, Noeliaf
Si…
Estrellita
Estrellita soñaba con bajar a la tierra.
Estaba tan aburrida de estar siempre colgada.
Aquél constante movimiento que presenciaba todas las noches allá abajo. Aquellos destellos de luz y color le quitaban el sueño.
¡Quería bajar!
¿ Cómo podré hacerlo?
¿Cómo podr…….Una estrella fugaz la sobresaltó.
¡ Ya seeeeeeeeeeeee! dijo emocionada.
Así que esperó y esperó y cuando estaba a punto de desistir de su idea una gran estrella fugaz pasó a toda velocidad por su lado.
Tu.
Viejo barrio querido.
Esta noche he vuelto a mi viejo barrio querido.
Fiestas, bullicio. color, buena gente. Por un momento he querido volver atrás, pero no he podido. El barrio ya no es el mismo.
El calor humano ya no está, sus edificios són ahora simples moles de cemento frío, sin vida. Las ventanas floreadas de ayer hoy están vacías, calladas. Las viejecitas cotillas sentadas alrrededor del portal tampoco están ya.
La gente ya no es mi gente y tampoco estás tú, así que, aunque el barrio ajeno a mí esté de fiesta, yo me siento triste. Siento ausencias en mi corazón imposibles de llenar. Prefiero mis recuerdos, ellos alegran mi alma.
Un abrazo. Alaia