Todas las entradas de: Carlota

Conquistadores, esos desconocidos

Don Garci Manuel de Carvajal fue un teniente español y soldado ocasional que fundó la ciudad de Arequipa en Perú el 15 de Agosto de 1540, llamándola “La Villa Hermosa de Arequipa.”
Como muchos de los conquistadores españoles que fueron a las Américas, había nacido en Extremadura. Exploró lo que hoy día es Arequipa como emisario del conquistador Francisco Pizarro.
Poco después de la captura y ejecución de Atahualpa y de que la conquista del Imperio Inca estuviese asegurada, Francisco Pizarro impulsó el envío de numerosas delegaciones españoles por todo Perú con la intención de fundar nuevas ciudades, así como de consolidar sus dominios de nueva adquisición. Tal fue el motivo oculto de la exploración de lo que se convertiría en la ciudad de Arequipa: la delegación española, mandada por Carvajal, siguió el consejo de Pizarro y viajó al sur del Perú. Sigue Leyendo...

Enséñame

Enséñame a reir otra vez, con toda el alma, tú que aún no has conocido las amarguras. Tú, a quien no se le hiela a veces la sonrisa en los labios porque algo gracioso que acaba de escuchar le trae algún recuerdo ingrato. Tú, que puedes dejar salir la alegría que bulle en tu interior sin que nada te lo impida.Tú, que eres el más pequeño y por lo tanto el más sabio.

Enséñame a llorar otra vez, con total espontaneidad, sin tener que aguantar las lágrimas que sabes que no puedes dejar escapar. Tú, que lloras sólo porque te has caído y te has lastimado. Tú, que desde tu inocencia sabes separar lo importante de lo que no lo es, y quedarte con ello. Tú, que sabes que si lloras alguien te abrazará, te besará y te acunará. Sigue Leyendo...

W.H. Auden

Poema “Parad todos los relojes” de Auden, aparecido en la película “Cuatro bodas y un funeral”.

“Parad todos los relojes y desconectad el teléfono,
dadle un jugoso hueso al perro para que no ladre,
haced callar los pianos, y con tambores enfundados,
sacad el ataúd, que vengan las plañideras.

Que los aviones giren en lo alto, gimiendo y
garabateando en el cielo el mensaje Él Ha Muerto,
poned lazos de crespón en el cuello de las palomas callejeras,
que los agentes de tráfico lleven guantes negros de algodón.

Niño

Niño, ellos no han podido conocerte.
Ni ella, que sin que se notara hubiera puesto extremada atención en todas tus palabras y tus gestos, que hubiera corregido suave pero con insistencia lo que le hubiera parecido inadecuado. Que hubiera observado cómo y cuánto comías, para animarte a hacerlo bien, que te hubiera enseñado a utilizar correctamente los cubiertos, que hubiera corregido tu postura en la mesa. Que hubiera estado siempre pendiente de ti, sin que tú lo sintieras, como lo hizo con todos nosotros.

Infancia

Dejadme ir hacia atrás.
Dejadme visitar, por un día,
aunque sea sólo por un rato,
una Nochebuena de mi infancia.

Dejadme caminar una tarde,
de la mano de mi madre,
por el centro de la ciudad,
dirigiéndonos a un recado,
mientras suenan las campanas

Si quieres herirme

Si quieres herirme de verdad, tienes que aprender a ser más certero: no basta con recurrir a tópicos, inventar frases que nunca he pronunciado, atribuirme descalificaciones que nunca he hecho.

Si quieres herirme, deja salir el niño que hay en tí y busca con cuidado, para asestar el golpe, el arma entre todas aquellas que sin duda guardas desde la infancia.

Si quieres herirme, olvídate de que me crees de la dureza del acero, olvídate de mis tribulaciones pasadas, de las condiciones adversas desde las que supimos construir la paz y la armonía, algo muy parecido a la felicidad. Sigue Leyendo...

Hemos vuelto al orientalismo

Me contaban de niña mis abuelos que antes de la Guerra Civil hubo, supongo que en todas las grandes ciudades españolas, una gran cantidad de chinos vendiendo collares y abanicos por las calles. Los vendían a peseta la unidad.

Actualmente, muchos años después de que el modernismo lo descubriera y lo reflejara en sus obras, hemos vuelto al orientalismo. Irremediablemente, como si estuviéramos a finales del siglo XIX, como si fuésemos modernos Gaudís (¿o Gaudíes?) reflejando en el Parque Güell de Barcelona las formas aprendidas de la naturaleza durante su visita a Capadocia. Claro, nuestro mérito no llega a tanto, pero ¡vaya si ponemos empeño! Sigue Leyendo...

Haendel, Suites para clavicordio nos. 6 y 8

Entre los grandes compositores del barroco ¿cómo quedarse con uno solo? Ocurre como con los perfumes: hay que cambiar a menudo porque, si no, se acaba uno saturando del aroma y llega a no notarlo. Aún así, mis preferencias siempre vuelven hacia Händel. Y también hacia la magia de los antiguos teclados antes de la aparición del piano.

No hay nada en su obra que sea mediocre ni repetitivo. Hasta las composiciones de las que tanto se ha abusado en publicidad me parecen sublimes escuchados a solas o en una sala de conciertos, lo que es mejor, porque no se puede uno permitir ciertas licencias que en su propio ambiente sí se permite. Porque en una sala de conciertos hay que desentenderse de todo lo que no sea la música, abstraerse por completo, hasta de los condicionamientos del cuerpo, reprimir la tos, inmovilizarse. Sigue Leyendo...

Lo dañino

A veces, el simple hecho de estar solo parece algo malo.
La soledad puede hincharse hasta bloquear el sol.
Duele tanto, hasta producir miedo, hasta preocupación
sobre el pasado y el futuro: te asfixia. Ha ganado,
piensas: esto es lo dañino, está aquí.
Luego interviene el sentido común; te vas a dormir, o
tomas algún alimento, escribes una carta o trabajas, terminas algo.
La soledad disminuye; no eres su esclavo.

Entonces piensas que lo dañino habita dentro de ti.
No pasa nada por estar solo; no hay dolor, no hay bálsamo.

Dudas hoy

¿Fue amor? ¿O fue que me sentí halagada en un particular y delicado momento de mi vida? Todavía hoy no sé la respuesta.

Lo atrayente para mí no era tu físico, ni tu simpatía encubridora de pesares que nunca me contaste, ni tu rapidez de reacción, que siempre me dejaba en inferioridad de condiciones en cualquier charla, fuese o no banal.

Puede que fuera tu música, ese piano que habías aprendido a tocar de muy niño y en el que volcabas, creo, muchas frustraciones, muchas soledades, el desamor que hasta entonces había regido tu vida. Puede que fuera lo que te rodeaba, aquello que tú habías construido poco a poco, a veces con tus propias manos. Los árboles que habías plantado, los rincones de tu jardín. Puede que fuera, incluso, aquellos pequeños lapsus en que incurrías, de los que yo tomaba nota mental para luego extrañarme a solas y enternecerme. Sigue Leyendo...

De aquí en adelante

¿Qué voy a hacer ahora? ¿Cómo se puede subsistir cuando te han retirado por completo el terreno bajo los pies? ¿En quién voy a poder confiar?

Recordarás que hace algo más de cinco años fue él quien traicionó mi confianza. Fue doloroso, pero sobre todo porque la situación fue dolorosa en sí misma, y casi pareció un detalle de relevancia menor en comparación con el resto de implicaciones emotivas, de expectativas de tranquilidad y orden que se vinieron abajo. Entonces ataqué la cuestión de la forma más animosa posible: salí, entré, hice todo lo que pude para no derrumbarme. Siempre me quedó (me queda todavía) el punto negro de haber perdido la confianza en él; pero aún podía contar contigo… Sigue Leyendo...

Evolucionar

Tengo el convencimiento de que la vida nos va presentando, por etapas, diversas fases en las que el aprendizaje sobre sí mismo se une al desarrollo de nuevas habilidades en cualquier campo: bien puede ser como trabajador por cuenta propia o ajena, como participante en juergas que se prolongan hasta la mañana siguiente, como buen cocinero, como alguien muy interesado en la política, como cuidador de plantas llegando a conocer su estado con un simple vistazo.

Todas son actividades que pueden presentársenos en un momento dado de nuestras vidas, incluso convertirse en centro de la misma, y posteriormente ser olvidadas sin más problema porque han cambiado nuestras prioridades o porque, sin que hayan cambiado, no nos “dejan” que sigamos desarrollándolas. Sigue Leyendo...

Granados

Estoy escuchando un CD con las Danzas Españolas de Granados. Aún cuando siempre se le cuenta entre los grandes compositores de música clásica española, parece que va un poco a remolque de Falla y Albéniz. Quizá sea por su carrera truncada cuando aún podría haber tenido la ocasión de componer grandes obras, pero eso nunca lo sabremos, porque murió sin haber llegado a cumplir los cincuenta años.

Su obra, claramente nacionalista pero con visos de neo-romanticismo, nos llega como un aliento lleno de frescor a la par que de profundidad. Parece que, a pesar de ser leridano, su principal inspiración le venía de Andalucía, cantada por él de forma insuperable en su Danza número 5. Escucharla una vez, a la caída de la tarde, caminando por el dédalo de callejas de la Judería de Córdoba, me resultó demoledor. Sigue Leyendo...

Desiderata

Supongo que prácticamente todos conoceréis los “Desiderata”, cuyo texto apareció en los setenta en una iglesia de Baltimore del siglo XVII, por lo que se pensó que su origen se remontaba a esas fechas. Nada más lejos de la realidad: se trata de un trabajo de Max Ehrmann, realizado en 1927. Transcribo a continuación tanto el texto original como su traducción, por si alguien no lo conoce, pues a mí me ha servido en ocasiones de mucha ayuda y siempre me ha gustado tenerlo a mano.

“Go placidly amid the noise and haste, and remember what peace there may be in silence. As far as possible, without surrender, be on good terms with all persons. Speak your truth quietly and clearly; and listen to others, even the dull and ignorant, they too have their story. Sigue Leyendo...

Mi cuarta dimensión

Acabo de darme cuenta de cómo han variado mis horarios con el transcurso de los años.

Cuando era pequeña, como debe ocurrirles a todos los críos, hacía todo lo posible para que se alargara el tiempo antes de irme a dormir. Me encantaban las fiestas navideñas porque estaba sobreentendido que te quedarías levantada hasta más tarde, incluso hasta las doce de la noche. “La hora de las brujas”, añadíamos medio muertos de miedo cuanto contábamos orgullosamente nuestra hazaña. Y oíamos a los mayores que se habían quedado jugando a las cartas “hasta el amanecer”. Eso era aún algo mucho más misterioso… Sigue Leyendo...

El Caballero

Puede que a algunos les suene a irreverencia, a frivolidad, a desatino, teniendo en cuenta la gran cantidad de joyas pictóricas que encierra el Prado, pero si me viera en la necesidad de salvar del desastre un solo cuadro, salvaría sin dudar “el caballero de la mano en el pecho”.

Y eso incluso a mí siempre me ha extrañado, porque el Greco no ha sido nunca mi pintor favorito: demasiado alargados los cuerpos, los escorzos un tanto forzados, el color bastante frío… Pero encuentro que el griego dio en este cuadro el do de pecho y siempre que contemplo el cuadro es como si lo viese por primera vez. Sigue Leyendo...

Guadalajara profunda

Hay un pueblito, casi ni siquiera una aldea, entre los que ahora se llaman de la Arquitectura Negra. La primera vez que lo ví me pareció de cuento de hadas, de esos que encuentran Hansel y Gretel cuando van perdidos por el bosque, sólo que en éste no habita ningún ogro. En ese pueblito han transcurrido las horas de ocio de buena parte de mi juventud.

El pueblito está rodeado de pinares y también de montañas, pero la más destacada de todas es el Pico del Ocejón, que se eleva a dos mil y pico metros, no sobre nosotros que le observamos desde el pueblito, que está a más de mil metros de altitud, sino sobre el nivel del mar. Aún así, es impresionante. Sigue Leyendo...

Hoy (imposible más breve)

Hoy, en una conversación telefónica que no tenía nada que ver con el tema, me han propuesto una especie de liderazgo (nada que signifique ningún tipo de compensación económica) dentro de un grupo que se ocupa de asuntos que tienen que ver con el crecimiento personal y con temas filosóficos, etc. etc.

Dado que hay muchas personas que pertenecen a este grupo desde hace bastantes años y que yo soy, como aquel que dice, una recién llegada, debería sentirme halagada. Pues bien, no es así. Después de muchos años trabajando en empresas y rodeada siempre de gran cantidad de personas, con el conocimiento que una ha podido llegar a adquirir observando las miserias del comportamiento humano (lo mismo, supongo, podrán decir los demás con respecto a mí), este tipo de distinciones me hacen sentir que vuelvo a salir a la palestra. Y he estado en la palestra, sin yo quererlo, demasiado tiempo como para desear volver. Sigue Leyendo...

Mediterráneo, años 70

Mediterráneo. Sol. Calor. Ausencia de humedad en el ambiente. Elegía griega de palmeras de talles cimbreantes y copas benignas que se derraman desde lo alto. Nidales de dátiles aún en maduración, como colonias de insectos colgantes. Playas doradas con niños haciendo moldes con la arena. Chiringuitos donde tomar la cerveza, siempre bienvenida. Las tapas. La arena quema las plantas de los pies al ir y volver, pero uno siempre va. Dunas con su vegetación dispersa, anuncio de oasis inacabado.

Familias que esperan debajo del toldo, sentadas alrededor de una mesa. Llega la paella. Ritual de reparto, la niña pequeña no quiere. “Te la tienes que comer, no hay otra cosa”. Sigue Leyendo...

Duermevela

Siempre que se me ocurre un buen argumento para comenzar un libro, me sucede en la cama, en ese duermevela en el que parece que nos asemejamos más a un niño: como él estamos inermes, desinhibidos y nos sentimos como vulnerables y hasta algo perseguidos. Cualquiera podría atacarnos y nuestra reacción sería tardía y torpe.

En ese duermevela, en el que me creo pensando en algo concreto y podría decirse que preconcebido, quizá repasando algún acontecimiento o simple detalle de la jornada, hay una parte de mí que se sorprende al darse cuenta de que mis ¿pensamientos? ¿sueños? van por otros derroteros. Y así la imaginación, de pronto avivada, se adentra de lleno por ese camino que una parte desconocida de mí ha iniciado sin yo apercibirme. Así que, en teoría, yo debería acostarme con una libreta y un bolígrafo en la mesilla para, una vez detectado esto y sin pérdida de tiempo, encender la luz, despabilarme y comenzar a escribir. Nunca lo he puesto en práctica. Sigue Leyendo...