Crepita en mi pecho,
un fuego devorador,
que tus ojos negros,
encendieron a traición,
al mirarme fugaces.
Se colaron en mi alma,
cual puñales hirientes,
penetrando mis entrañas,
asesinándome sin piedad,
dejándome desvalido.
Me ahogo en un mar,
lunar oculto en tu mejilla,
de cara distante en el espacio,
en la lejanía agonizante,
del palpitar que perdura,
en la superficie reflejada,
en el pulsar ansioso,
del deseo de sentirte dentro,
de morir en el intento,
de gozar de tus encantos,
en el universo bifocal,
de tu mirada lejana,
que se clava en mis sentidos,
Wersemei tu nombre me evoca poesía
cada vez que te nombro me traslado
a un idílico paraje de ensueño
donde los pajaros duermen al arrullo
de los vientos bajo la frondosa
copa del árbol de tus letras.
Hace tiempo que añoro tus bellos versos
henchidos de alegria y de inocencia
el delicado aroma de la colonia infantil
y el olor a hierbabuena que todo lo empapa
siento tu silencio como daga en mi pecho
y mi corazón siente el murmullo de los arroyos
que bajan plenos de aguas cristalinas
donde animalillos del bosque calman su sed.
Fui feliz una vez,
ahora me acuerdo,
caminaba entre montañas,
un valle verde y esplendoroso,
donde las amapolas florecian,
se sentia el murmullo
de un fresco riachuelo,
se veian volar las mariposas,
coloridos caballitos del diablo,
bajaban a las aguas calmadas,
y yo paraba y bebia el agua,
cristalina y fresca.
El pequeño hombre camina,
por la senda solitaria y gris,
le abandonó la sociedad,
porque era pequeño de talla,
sus sentimientos no contaban.
tampoco la grandeza de su alma,
ni la pureza de su corazón.
No pudo formar una familia,
por su falta de atarctivo físico,
su mundo interior está lleno,
de dolorosos sentimientos ,
demasiado amargos quizás,
siempre le dijeron enano mas,
su menuda talla le acompaña.
Canta el ruiseñor alegre,
en la mañana primaveral,
saluda la salida del sol,
con su trino melodioso,
acompaña la belleza plena,
del nuevo día que asoma.
Mas el ruiseñor está en peligro,
todos quieren matar al pajarillo,
unos porque su trino causa envidia,
otros porque odian su armonia,
los más porque añoran su belleza,
es triste ser alegre en este mundo.
Como un humilde labrador arando,
sus tierras haciendo sus surcos,
así va dejando la vida el rostro,
las inclemencias de este devenir,
pleno de transiciones trágicas,
agridulces hermosas o serenas.
Nuestro corazón y nuestra alma,
sufren en silencio sin ellos saberlo,
las arrugas marcan el paso del tiempo,
el pasado el presente también el futuro,
en la cara del que siente su transcurrir,
en el rostro oscuro dibujado a trazos,
en esa pintura difuminada a carboncillo.
Es Noviembre es tarde ya,
el feliz espíritu del viento,
juega con las hojas secas,
las esparce o amontona,
según siente el momento.
El espíritu solar no calienta,
se encuentra de meditación,
mientras asoma la fría Luna,
que se presenta bella de noche,
su redonda cara resplandeciente,
de un brillo refulgente de plata.
Mí mente inconformista,
en la noche y el dia se afana,
en entender cuanto escribes,
mas en el intento muere,
se pierde en la zozobra,
de tus encantadoras letras.
Bellamente engalanadas,
metafóricamente ungidas.
incomprensiblemente,
se pierde en sus adornos,
internándose en su fondo,
maravillándose en su idea.
Tristemente los cuervos,
sobrevuelan los campos,
negros en la noche oscura,
en el silencio inmenso total,
llevan el alma compungida,
los vacios ojos vidriosos,
gotean negras lagrimas,
regando la desolada tierra.
Los negros crespones,
ondean tímidamente,
con el viento del dolor,
la tierra alquitranada,
firmemente se adhiere,
a los pies del caminante,
que avanza entre sollozos.
A veces la amistad se forja,
de gruesos eslabones fuertes,
es posible también la amistad,
entre personas desconocidas,
que hablan entre sí solamente,
en la distancia lejana del teclado.
En verdad nunca creí en la amistad,
pero hace cinco meses me surgió una,
que me fué tocando poquito a poco,
hasta meterse en el fondo de mi alma.
Se levantan las sensaciones,
de las palabras humeantes,
ocultas en la sombra del olvido,
grotescas decadencias de pensares,
renacidos con la ligera lluvia caida,
en pretéritas primaveras soñadas.
El mundo sensorial del verbo,
que jamás se atrevió a salir,
de mi censurada boca carnosa,
cosida de comisura a comisura,
por censores siniestros del vocablo,
como cúmulo quedó en mi interior.