Seguramente había sido en septiembre,
aunque no recordaba con claridad la fecha precisa.
Podía contar con la compañía de aquella amiga que siempre terminaba
cediendo a sus ocurrencias,
aunque nunca dejaba de pensar en lo descabelladas que solían ser.
Su cara de asombro, prometía un abrazo al unísono que una bofetada al incrédulo discurso de la otra,
que concentrada relataba lo próximo.
Un pie adelante y el otro detrás, la miró de reojo,
convencida de que no iba a cambiar de opinión, sedienta de respuesta y dispuesta a llegar hasta el final.
Todas las entradas de: Celeste
El término rojo
Decidió buscarla en otro sitio, ya
que tan sólo un tercio de su presencia
prometía el desvarío o prometía aún
la ausencia de aquello que nunca
llegaría.
Colmado su tiempo inédito de
dibujos solapados por un secreto,
revertía la mitad de la historia.
No quedaba más que el perfume
de una música de fondo, que
se disfrazaba de la noche y
caminaba a tientas por los
pasillos vecinos de los espejos
nacarados.
Latido y latente
Palabras blancas
Bajo el intento de sobrevivir
en dimensiones imposibles,
he ido y he vuelto a regresar
buscando algún resguardo donde
esconder palabras amarillentas,
huérfanas Diosas del desconsuelo.
Palabras que tenían un nombre,
y descansaban en el lecho de seda
templado, de frivolidad, soldadura de
bronce, mármol y soledad del demonio.
Algarabía
Adiós
Ardiente andanza abrazo azul
cabeza capullo cuerda corazón
violeta vertiente vasija veloz
pausa pergamino palabras pulmón
violeta vertiente veneno corazón
pausa pergamino pasaje pintura
ardiente amenaza abrazo así
cabeza cadena curva corazón
violeta vacío vestigio vigor
témpano temido trueno testigo
osadía orgullo ostentoso corazón.
Ardiente amenaza abertura adiós.
Ardiente almíbar abertura adiós.
Adiós abrazo azul.
Opaca y princesa
Escalones que cruzaban
la pausa de los abrazos;
sórdidos por tanto vicio diluido,
por tanto pesar manifiesto y
atrapado. Triste y escondido.
Por una pausa desnuda de palabras y disfrazada de
silencios.
Escalones que tropezaban contra el tiempo, contra el milagro de amanecer
cada día pensando
en la simpleza de intentar
sobrevivir irresuelta en
realidades borrascosas, como aquellas cumbres.
Armas de fuego
Papeles, espacios, pasos, palabras, agujeros, semáforos, relámpagos, estrellas, cuchillos, pinceles, botellas, voces, pantallas, máscaras, corbata, muñeca, lápices, mentira, fábula, cumpleaños, otro, vereda, agua, piedras, ángeles y sed, trucos, muerte, cuchillo, dulce, causa, vereda, piedras, voces, mundo, cuello, espacio, cordones y sogas, ojos, palomas, manos, dedos y piel, botones y libros, inconsciente, adiós, dibujo, cuchillos, teléfono, nombres, prisa, volumen, desierto, contorno, adiós, ambiguo y acertado, curva, barro, ático, novela, nácar, espacio, horca y cuchillo, otro, lápices, negro, bandera, puerto, pasado, máscaras, encrucijada, devenir, payasos, congoja, video, risa, prisión, sogas y martillo, ojos, manos, corbata, azar, cuchillos, perdón, sorpresa, sentido, semilla, santo, silencio, serpiente, tango, tumulto, trizas, partnaire,
El ápice
Buscaba el camino perfecto,
o parcialmente verídico,
colmado de imperfecciones;
llegaba hasta el ápice de la soledad,
envuelta en sombras transparentes que
revertían el misterio.
Podría entender que las piezas devolvían
el milagro que encajaba
perfecto en una sátira de alguaciles
que profesaban la agonía y el destierro.
Así
Entonces entendió que era ese día el que iba a llegar. Luces que hacían sombra sobre un terreno opaco y amarillo que prometía la vertiente interminable de una lluvia de espasmo; allí, desde donde era el sitio de entonces que ya no existía y ni siquiera prometía la luz.
Horas así, desprendiéndose de la esfera que aglutinaba el sinsentido de una razón, se desentrañaba desde el profundísimo caudal incandescente la sorpresa del próspero recorrido de un espejo de corazón investido por rojas epidemias. Así.
Volvería
Doblaba la esquina balbuceando incoherencias;
miró hacia atrás, tenía miedo de avanzar demasiado, quizá el viaje
ya había terminado, y ella, ausente, aún no se había enterado.
Ahora sus pasos, muy lentos, prometían la parsimonia aquella que
sólo puede desembocar en un contra-ataque perfumado
con filosos cuchillos,
que en algún momento festejaron su cumplemuerte.
Claro que iba a encontrarse, ni siquiera
la gestalt de su presencia escaparía a los
antiguos vicios mundanos; ni siquiera él.
Corona de miel
No ahora
Deshilvanando
La Resistencia / Sábato I
Había empezado a leer La Resistencia, allá por los tiempos de la cancha, el pescado y la hora violeta. Ninguna idea podría caber dentro de mis pensamientos que no tuviera padre: mi mismidad. Habíamos sido tantos, y tantos ningunos. Atónito frente a los gritos de la realidad, un niño contestaba sin palabras y pedía sin ofrecer. Ofreciendo.
Seguí pensando, sin pensar.
Plastico
Cruel
Nexos
Después
Los comodines de la noche
desataron el temporal
esperando que reviva Dionisio.
Abrieron las ventanas
de aquel cuello azul
de porcelana,
que necesitaba de la necesidad.
Ya no alcanzaba
el maquillaje para disfrazar
penas, no era suficiente
entender el juego de un niño.
Y la ventana contaba las horas
ilustres, imaginadas desde el sueño
de ayer.
Un idioma mil
Sin- sen
Habíamos
Descosiendo madrugadas
Nada
Noche de balcón
En ladrillo
Los vidrios
Si intento retroceder al génesis
de cada lágrima volcada al mundo,
no logro más que conversar con libros rotos,
con amarillentos perfumes que envuelven
el pasado que flota en la tranquilidad
de un niño,
que se esconde tras los martillos
siniestros de la locura,
desde donde nacen los más fieles
impedimentos.
Otro Puerto
Entre las líneas de un mapa
circular que dibujaba el atropello
ensimismado de la espera,
algunas voces solían venir
a buscarme, envueltas en
finos tapados de cristal,
que destellaban un millón
de luces maquiavélicas.
Eran tiempos de alquiler,
de horas pasadas bajo
tumultos enardecidos
de insignificancia.
El final
Una luna atiborrada de cemento,
despertaba del amanecer,
mientras repetía las notas
del marchito coro de papel.
Eran aquellas canciones que
habían perdido el pellejo en una
apuesta sin recibo, en una pusada
sonrisa que esperaba para reír,
el final.
Porque la última parte de su voz,
dibujaba ecos en la copa que
teñía de menta la mitad
de una gota que salpicaba licor.
La niebla del espejo
Se había teñido de color claroscuro,
la simpleza de la mirada aquella que no
paraba de aparecer, resuelta en palabras
que prometían el desafío de una
ilustre encrucijada.
Rota estaba la línea que desnivelaba
mis sentidos,
carcomidos por el destino de la deshora.
Ese destinto que empezaba a parecerse a mí.
Que recorría las paredes y se mudaba en sombras,
que dibujaba figuras inexplicablemente bellas,
esparcidas por todas las cumbres.