Todas las entradas de: Carlota

Insomnio

A veces, en verano, me despierto muy temprano, como a las cuatro de la mañana, y tengo la impresión de que he dormido muchísimo y sé que no voy a volver a dormirme, al menos de forma inmediata. Supongo que es una forma de insomnio como otra cualquiera.
Entonces salgo a contemplar la noche desde mi terraza. A esas horas se ven ¡estrellas!, se ve la luna, las copas de los árboles que rodean mi casa y que son mis amigos. El barrio está en absoluta paz, no hay luz en ninguna casa. Me alegra que todos ellos duerman y que yo esté sola en mi insomnio, tranquila y en paz. Sigue Leyendo...

Camino de santidad

Esta es la información, éste el proceso
del hombre que ha de ser canonizado,
en quien, si es que vio el Mundo algún pecado,
advirtió penitencia con exceso.
Doce años de suegra estuvo preso,
a mujer y sueldo condenado;
vivió bajo el poder de su cuñado,
tuvo un hijo no más, tonto y travieso.
Nunca rico se vio con oro o cobre,
vivió siempre contento, aunque desnudo,
no hay incomodidad que no le sobre.

Caperucita en verso

No sé si lo conoceréis, yo lo aprendí en el cole.

– Caperucita, la más pequeña
de mis amigas, ¿en dónde está?
– Al viejo bosque se fue por leña,
por leña seca para amasar.
– Caperucita, di, ¿no ha venido?
¿cómo tan tarde no regresó?
– Tras ella todos al bosque han ido
pero ninguno se la encontró.

El niño al que se gustaban las gaviotas

Mi amiga Isabel A., que anda remisa para entrar en la comunidad vorémica, escribió en 1981 el cuento que transcribo a continuación. Hoy, buscando en un cajón, lo encontré y le pedí permiso para ponerlo aquí. Me lo ha dado y por eso aquí está: (Ah, se me olvidaba, está interesadísima en conocer vuestra opinión, que yo tengo que transmitirle; se admiten toda clase de críticas)

“El niño al que le gustaban las gaviotas

Al niño le gustaba observar el vuelo de las gaviotas cuando, en los atardeceres, los barcos de pesca regresaban al puerto de la pequeña ciudad costera en la que veraneaba y, entonces, como remolinos inquietos de blancura y graznido, los pájaros escoltaban la flotilla, espiando y acosando el momento de la descarga de las panzas de los barquichuelos. Sigue Leyendo...

La risa

Hace unos meses asistí a una conferencia de una famosa doctora, directora de la Unidad del Dolor de un prestigioso sanatorio. Comenzó la conferencia enumerando los diferentes dolores y pidiendo a los asistentes que levantaran la mano cuando se nombrara el tipo de dolor que padecían. Cuál no sería mi sorpresa al ver que quienes más levantaban la mano en todas las ocasiones eran los jovencísimos. La doctora recomendaba, para la prevención de malestares del cuerpo y de la psique, echar mano del sexo y de la risa. Este segundo remedio es el que más difícil veo de conseguir, hoy por hoy. Sigue Leyendo...

Las hojas secas

Oh ! je voudrais tant que tu te souviennes
Des jours heureux où nous étions amis.
En ce temps-là la vie était plus belle,
Et le soleil plus brûlant qu’aujourd’hui.
Les feuilles mortes se ramassent à la pelle.
Tu vois, je n’ai pas oublié…

En el parque hay viento pero brilla el sol, un sol que quizá sea más tibio de lo que solía serlo a estas alturas del año.

Mariela la traviesa

Mariela era la más traviesa de mis amigas de la infancia. Ella y yo componíamos un dúo aterrador, pues si ella era la “creativa” de las travesuras, yo la secundaba de mil amores.

Desde los seis a los catorce años fuimos inseparables, tanto en el colegio como en los deportes; para colmo éramos casi vecinas porque nuestras casas sólo distaban unos treinta metros. Juntas íbamos y veníamos: al colegio, a la iglesia, a cantar la misa en gregoriano, a la Escuela de Idiomas, al gimnasio, a natación, a baloncesto… Discutíamos unas siete veces al día, pero seguíamos juntas. Si hacíamos ejercicios espirituales, ella hacía mil payasadas para distraernos y que nos diera una risa irrefrenable; si nos llevaban de excursión, se las componía para dar la nota. Cómo no iba a ser ella la que perdiera en clase la compresa, que una bobalicona agitó en el aire preguntando de quién era. Sigue Leyendo...

El sepulcro de Don Juan de Austria

En la catedral de la ciudad valona de Namur, famosa por su Ciudadela del siglo XIII, existe una tumba con el corazón de Don Juan de Austria y una placa a su memoria, mencionando su fallecimiento en dicha ciudad, lo que me llamó la atención al visitar la ciudad. También me llamó la atención ver en una de sus calles un torreón donde se veía el escudo imperial de Carlos I.

A grandes rasgos y dejando aparte todo lo azaroso del destino de este hijo natural del Emperador y hermano de Felipe II, que no fue reconocido por el primero hasta poco antes de su abdicación y reclusión en el Monasterio de Yuste, son curiosos los cauces por los que discurrió su vida. Y me parece también curioso el emplazamiento de su sepulcro en el Monasterio de El Escorial. Sigue Leyendo...

Marin Marais

Quizá todos hayais visto en su día “Tous les matins du monde”, protagonizada por Gérard Depardieu, que daba vida a este fabuloso compositor francés, nacido en Paris a mediados del siglo XVII en el seno de una familia modesta.
En 1667 Marin Marais pertenece a la escolanía de Saint-Germain-l’Auxerrois, que abandonará a los dieciseis años para intentar perfeccionarse con Sainte-Colombe en el bajo de viola, que había aprendido durante su formación en la escolanía. El señor de Sainte-Colombe, sintiéndose quizá amenazado por el gran talento del joven músico, al cabo de seis meses le dice que ya no le puede enseñar más. Se dijo que Marais se escondía debajo del gabinete de trabajo instalado en el jardin de la casa de Sainte-Colombe para intentar hacerse con los secretos del maestro, habiendo sido descubierto al poco tiempo y despedido definitivamente. Sigue Leyendo...

Los Heuriger austriacos

El nombre de esta especie de mesones, que cuentan también con mesas al aire libre, proviene del vino nuevo de la última cosecha. De hecho, al hacer el pedido de lo que se va a tomar para comer, se suele servir una jarra de mosto, otra de “Sturm” (que es el vino en fermentación) y otra del vino nuevo ya fermentado. El Sturm tiene un alto contenido en alcohol, incorpora azúcar, como no puede ser menos en países faltos de sol, únicamente se puede encontrar durante el otoño y no se vende embotellado. Está buenísimo.

(Estas explicaciones, modestas ellas, van dedicadas a Diesel, quien nos ilustró sobre la cerveza este verano. Seguro que él ya conoce el Sturm.) Sigue Leyendo...

La retirada de Madrid

Hoy todavía, cuando hago esa ruta en el tren de cercanías, lloro al acercarme a los lugares de los atentados. Supongo que si tuviera que pasar a diario ya me habría acostumbrado, pero al no ser así revivo todo el dramatismo de aquellos primeros momentos en mi casa, cuando nos llamaron desde un tren que iba cuatro minutos por delante del que hizo explosión en Atocha, pusimos la televisión y nos horrorizamos.

Revivo cómo me quedé incomunicada, sin teléfono fijo ni móvil, cómo tuve que comunicarme con los míos a través del correo electrónico. Sigue Leyendo...

The lark ascending

“La alondra elevándose”, de Ralph Vaughan Williams, compuesta en 1914, es una obra maravillosa y al escucharla parece que uno puede remontar el vuelo con el pájaro.

Ralph Vaughan Williams, (12 octubre 1872 – 26 agosto 1958 fue un compositor inglés de sinfonías, música de cámara, ópera, música coral y música de películas. También recopiló música y canciones del folklore inglés. Nació en Down Ampney, Gloucestershire, donde su padre, el Reverendo Arthur Vaughan Williams, era vicario. Después de la muerte de su padre en 1875, su madre, Margaret Susan Wedgwood, le llevó a vivir con la familia materna en Leith Hill Place, el hogar familiar de los Wedgwood en los North Downs. Sigue Leyendo...

Te quiero, me quiero

Te quiero, me quiero,
lo que enuncia esta verdad,
es el más firme asidero
de nuestra complicidad.
En la morada perfecta
en que habitamos los dos,
nunca ha sido descubierta
la huella del desamor.

Tú mi cariño mereces,
tú me animas y me mimas.
Y son ya tantas las veces
que nuestra emoción sublimas
que en ello más me pareces,
bajando a las grandes simas,
no bajar, porque enalteces
subiendo a las altas cimas.

Nuestra compartida dualidad
es un refugio de complicidad.

De manzanas y otras hierbas

Manzanas

Empezamos con la de Eva;
no se subió a una escalera,
porque se la alcanzó Adan,
y dijo “No creas que me va el plan…”

Pero Eva, muy curiosa ella, como posteriormente se diría de todas nosotras, sus hijas, quiso probar aquella manzana, aquella precisamente. Y, claro, pasó lo que pasó.

Prejuicios

Ay de los animosos,
De los que nunca cejan
En su empeño, que nunca
Se dan por vencidos.

Alguien así se atrae
La extrañeza de los demás
Que se preguntan
Perplejos qué persigue.

El fin no está claro.
La satisfacción infinita
De estar en paz no es,
Al parecer, suficiente.

Heroicidad

El me dijo, en tono grandilocuente, que por el amor de aquella mujer había cruzado el mar helado sólo por verla.
Me quedé perpleja. Luego me dí cuenta de que no quería decir necesariamente que hubiese ido a nado. Iría en un barco y bien abrigado, como buen castellano viejo que es.
No se lo pregunté, como tampoco le pregunté en qué había parado aquel amor…

Contrastes

Y eso que yo no necesito apenas nada para vivir, me decía ella. Yo callaba porque no quería entrar en discusiones, pero las cosas no me cuadraban. Había estado intentando convencerla de que su situación era buena, no fabulosa como era antes, pero sí para estar tranquila siempre y cuando tomase ciertas medidas.

También había intentado hacerla ver que más vale la lucidez que el taparse los ojos voluntariamente, que no vale culpar más que al destino de ciertas situaciones. Que en un momento dado las posiciones más estables pueden tambalearse. Sigue Leyendo...

Y va de cuentos

Esta Cenicienta, como la del cuento clásico, era una pobre chica que había caído en las garras de su madrastra cuando su padre, un terrateniente bastante acaudalado, falleció. La madrastra y sus dos hijas (que eran muy feas) se comportaban muy mal con ella, que vivía una vida modesta.

Un día se recibió en la casa una invitación para el baile en el palacio del rey. Inmediatamente, todo el mundo se conmocionó. La madrastra y las hermanastras de Cenicienta empezaron a pensar en trajes y tocados, en cómo valerse de los afeites para disimular su fealdad. Cuando Cenicienta preguntó, esperanzada, si ella también podría asistir al baile, se rieron en su cara y la llamaron sucia, desaseada, incapaz de presentarse en el palacio para una ocasión tan señalada. Sigue Leyendo...

Cocidito hamburgués

Mi amiga de Hamburgo anteayer me llamó para pedirme la receta del cocido madrileño, casualmente cuando me decido yo a inaugurar la temporada este domingo. Quiere hacer una especie de fiesta para invitar a la familia el fin de semana, supongo que serán unos siete u ocho.

Tengo que explicar que ella tiene fobia hacia la carne de pollo o gallina, al parecer les pasó algo cuando era niña con unos pollos de granja que tuvieron que sacrificar (no por enfermedad, quizá no tenían con qué alimentarlos) y comérselos a marchas forzadas. Eso le hizo coger aversión al pollo. También tiene fobia hacia el pescado y el marisco, pero eso ya es una rareza. Quiero decir que no tiene una explicación lógica como lo de los pollos. Sigue Leyendo...

¿Por qué?

¿Por qué está peor visto ir proclamando el amor que el odio? ¿Por qué, sobre todo al hablar de alguien del sexo opuesto, algunas personas no tienen problema alguno en proclamar su aversión, mientras que guardan celosamente para sí los sentimientos amorosos que puedan sentir hacia otra persona?

Paracelso II

Figura veintiséis:

“La sibila ha estado pendiente de ti cuando colocó la “F” y ahora, muy correctamente, estás colocado en la rosa; porque está madura y el tiempo te ha traído. Cuanto la sibila dijo de ti se cumplirá e incluso más aún se dirá de ti. El verano que trae las rosas es lo contrario del tiempo en el que todas las cosas han de dividirse; ésta es una indicación de que el hombre ha sido edificado sobre la arena. Este debe pasar y tú te asentarás en la roca, de forma que muchos quedarán confundidos. Porque cuando llegue el tiempo, también vendrá aquello que es la causa de que el tiempo haya llegado.
Porque el Sol iluminará al que ha de ser juez de sí mismo.” Sigue Leyendo...

Paracelso

Paracelso.
Libro de las ninfas, los silfos, los pigmeos, las salamandras y los demás espíritus.

“Por qué Dios ha creado estos seres.
Dios ha hecho estos seres para proporcionar unos guardianes a su creación. De tal manera que los gnomos guardan los tesoros de la tierra, metales y otros; e impiden que se vean a la luz del día antes del tiempo querido. Porque esos tesoros, oro, plata, hierro, etc. no deben ser encontrados todos el mismo día, sino ser distribuidos poco a poco y no a algunas personas solamente, sino a todos. Las salamandras guardan los tesoros de las regiones ígneas. Sigue Leyendo...

El palacio encantado

Una vez, hace unos años, visitamos un palacio. Un palacio encantado, en lo alto de un pueblo bellísimo.

Yo lo conocía por referencias, sabía de una forma vaga, de esa forma en que a veces contamos o nos cuentan cosas curiosas, que en su día había sido un seminario. Pero nunca imaginé que la visita, bastante años después, me fuera a producir tan grata impresión.

Cuando preguntamos en el pueblo por el palacio, nos indicaron el camino de subida, que era todo él por callejuelas tortuosas y en cuesta. Al llegar vimos un jardín arruinado, lleno de malas hierbas y con apenas alguna planta sana. Sigue Leyendo...

Ella

Ella me llamaba desconfiada
pero no creo que lo hiciera
en otro sentido que no fuera
la de que soy precavida.

Ella me llamaba atrevida
pero con ello quería decir
que en un momento dado
tomé las riendas de mi vida.

Ella era quien me mejor me conocía,
quien había moldeado más a fondo
mi carácter. Lo aprobaba, lo sé.
Era mi cómplice, mi mentora, mi guía.

¡¡¡Eureka!!!

Al fin lo he encontrado. No creo equivocarme si digo que, después de años de investigación en Internet (no exhaustiva, claro, pero sí frecuente a rachas) he dado con el personaje al que perteneció un antiguo diccionario (Webster) que tengo desde mi adolescencia, edición de 1941, que yo obtuve casi veinte años después. Fue el primer diccionario serio que adquirí, aunque lógicamente no lo pagué yo, en una librería de viejo. Me llamaba mucho la atención, desde siempre, ver que aparece en las tres primeras páginas, a modo de ex libris, el nombre del primitivo propietario, con letra bastante historiada y a tampón. Incluso dos de las páginas tienen una dedicatoria a una señora que por el nombre me parece de algún país nórdico. Sigue Leyendo...