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Entre dos aguas.

Voy remando con fuerza,
de una manera valiente,
que el cansancio no venza,
mi lucha contra corriente.

Espumas blancas me salpican,
aguas bravas desalmadas,
mientras mis brazos suplican,
la llegada de aguas calmadas.

Alma de madera y sueños.

Arbol centenario que en la plaza habitas,
de arma blanca en tu piel letras grabadas,
testigo tú has sido de innumerables citas,
de palabras de amantes con besos selladas.

Pequeña vara hiniesta naciste en primavera,
en principio delicado tallo verde oscuro,
paso te abriste separando la dura tierra,
de semilla sóla y triste viniste yo lo juro.

Vagabundo.

Colgado a la espalda el atillo,
pienso recorrer el mundo,
no soy ni pobre ni pillo,
solo soy un vagabundo.

Dejo mi mundo por amor,
me voy a tierras extrañas,
quiero olvidar el clamor,
andar entre las espadañas.

Rosa roja de amor.

Voy a contarle señora,
la historia de un desamor,
que sufrieron con honor,
un caballero de honra,
y una tez de bello color,
en forma de reina mora.

El, llegando al palacio,
en el jardín verde la vió,
el pulso se le aceleró,
y se creyó en el espacio,
pues al ver su mirada,
pensó fiel en la Iliada.

Proceso de amor.

La rosa roja que llevo en mi pecho,
bombea savia de amor por mis venas,
goteando mi orgullo herido en el lecho,
y volviéndo vacia por mis arterias.

El amor que este te profesa,
hondamente horada al que escribe,
mas el murmullo interior que no cesa,
tu fino pensamiento no lo recibe.

Alma soñada.

Envuelta en alargadas sombras,
mi alma en el bosque umbrío,
siento mi pensamiento sombrío,
cuando el amor tú me nombras.

Tengo temor a ganarte,
miedo tengo de perderte,
parece que te divierte,
que yo pueda idolatrarte.

Cocinera.

Simpática cocinera,
limpia alegre los fogones,
que con los ojos que pones,
vas rompiendo corazones.

Mírame con tus dos luceros,
tan negros y tan profundos,
y me harás conocer mundos,
andando por tus senderos.

Cautivo.

Cuando mi corazón fragmentado cautivo de tu amor,
cansado de llorar en la silenciosa noche amanece.

Cuando el vivir muriendo interiormente parece,
partir mi alma en mil pedazos de tanto dolor.

Cuando la soledad difusa mi mortal alma embarga,
y mis diseminadas células una a una siento perecer.

Cuando esta asquerosa vida se me hace tan amarga,
y esperando en la penumbra no llega el amanecer.

Oda nocturna.

Oh insensible espíritu de mirada triste,
que en mi andar ceniciento me acompañas.

Oh impasible ensoñación que mi alma rebañas,
de puñal agudo que en mi corazón hundiste.

Oh taimada hada de mil cuentos infantiles,
que vives aislada del bosque en su espesura.

Oh pensamiento fugaz que me robas la cordura,
haz volver de nuevo las ideas a sus rediles.

Zarzuela de mariscos.

La vida les voy a contar
de una família grata,
que son capaces de reinar
de una manera innata,
cuando salen a comprar
la cosa les queda barata,
si se ponen a mandar
el pueblo su voz acata,
ahora van a vislumbar
a una parte de los Mata.

La dama negra.

Me quedo inmóvil e inherte
por ver si pasa de largo,
porque veo venir la muerte
no salgo de mi letargo,
teniendo tal vez yo suerte
corra deprisa como el Talgo,
mas estoy muy poco fuerte
y huesudo como un galgo,
quizá la moneda inserte
y ella no me pase el cargo.

Sara.

Triste princesa Sara,
cuando leo la escritura
de tu sana mente clara,
me alejo por la llanura
apoyándome en mi vara,
y siento con amargura
que tu cuerpo se alejara,
al recordar con dulzura
tu aroma a tomillo y jara,
pues vivo yo en mi locura.

La muerte silba en mi oido.

Si funesto fué amortajarte,
más triste fué mi padecer,
al no poder dejar de amarte,
el sentir mi alma fenecer,
al no poder viajar a Marte,
y viendo tu amor florecer,
en la distancia olvidarte,
sintiéndote en mi crecer,
como mi gran obra de arte,
sin poderte dejar de querer.

Sueños matinales.

Los sonidos del bosque elevan mi corazón en la mañana fresca. Los verdes y amarillos matices de las almas que moran en su interior, mantienen la cadencia de mi acelerado pulso.La monótona lluvia insufla mi espíritu de inmortal placidez y los trinos y llamadas de los distintos pájaros me hacen volar a mundos no vivídos.

Mi anima se eleva al infinito, en las noches de antaño, en los albores de la humanidad. Me hacen ser humano primigenio y uno mi ser al espíritu del bosque. El palpitar de mis sentidos, absorbe el influjo mágico de las crepitantes hogueras, de sabiduría y ciencia antigua, al conocimiento arcaico de plantas y pocimas sanadoras. Sigue Leyendo...

Recordando a Quevedo.

La sangre azul
al salir del baúl
tiñó de rojo
al rey Saúl,
llenádose de gozo
al beberse el Red Bull
ganado con tanto arrojo.

El pelo corto marrón
de su ayudante el barón
de punta tieso se puso
cuando sin meter la sanción
le dijo un amigo en desuso
se me parte el corazón
quedando como un iluso.