Abres una revista, una revista cualquiera, que más da. Y al abrir la primera página un paisaje de playa inunda tu campo visual, arenas blancas y mar verde de rocas. Una chica en bikini agarra un móvil. Exclama el anuncio: cuando quiero un teléfono nuevo, nada me para.
A ti hay algo que te para, ciertamente. Te para no ser una marioneta más del consumismo que hay en la sociedad, una tuerca más en la maquinaria del capitalismo actual. Imaginas a unos Chinos muy listos y muy contentos frotándose las manos por el negocio, mientras bajo ese piso miles de mujeres u hombres chinos trabajan hora tras hora para llevarse un pan a la boca.Sigue Leyendo...
” Habla de una cosa que tiene que ver con la ley del deseo. Eso significa que derepente tenemos la sensación de que queremos algo con mucha fuerza, nos volvemos locos por conseguirlo, y cuando lo tenemos, se nos quita las ganas de todo… o de casi todo.”
“Y con las luces del alba
antes que tú te despiertes,
se hará ceniza el deseo
me marchare para siempre…”
No soy de aquellos, ni de lejos, que acostumbrado a las martinlangas Populistas que explotan algunos políticos con vista a las esperadas elecciones no me extraño ya al ver cómo un público ensordece con aplausos declaraciones de alguno de ellos aún no entiendo muchas de las intenciones (y palabras) que sueltan. La cosa ya paso a otra muy distinta… ¿soy el único, loco acaso, que se harta de ver como un casi-presidente-del-gobierno llamado Mariano Rajoy no hace más que culpar al PSOE y especialmente a Zapatero de todo lo que pasa en este país? ¿Soy el único que piensa que de no estar en el parlamento, este hombre no tendría más voz ni voto que cualquier otra persona, que parece un niño chico al que le han robado un caramelo y por algún motivo de celos hacía su contricante le acusa años y años de todo lo que malo que pase?Sigue Leyendo...
Isabel… dime por qué el cielo está gris y nisiquiera llueve, dime porqué el barranco está seco, por qué el agua desaparecio y por qué crecen las malas hierbas en su cauce, donde los pájaros anidan extrañados. Dime por qué en la playa el ronroneo del mar de apaga, por qué las rocas han caído al agua y las gaviotas se han ahogado. Por qué el cielo pinta al mar sin siquiera tocarlo y por qué las nubes no vuelan un poquito más alto…
Isabel, dime por qué. Por qué he perdido el amor y por qué odio, por qué me paso las tardes encerrado en mí mismo mientras los segundos dan pasos aprisa y sin pausa en el tiempo que nunca me espera ni perdona.
Isabel tú… me entendias. Tu me querías, aún recuerdo tu sonrisa sempiterna ante fuego y hielo en aquellas tardes perdidas que pasabas junto a mi, a mi lado.
Isabel, por qué te fuistes…Sigue Leyendo...
No todo es doliente, como un viento que pasa y mece, como un día frío donde llueve, como el alma escrita en las ramas de un árbol al sembrar las raíces. Como ser vivo en vida, como alegre cantar que susurra tu brisa, arrastrándome al mar, entre olas de su melodía; como andar sonriente por la melancolía…
No todo es doliente, cuando el amor no mece. No todo fuego quema la rama, pues si ésta alta se encuentra su mano es corta y no llega.
No todo es doliente en abril sin rosas, como ver el mar rompiéndose en olas, como el latir de un bebe al nacer –y llora…-, como un dolor olvidado que se demora…
No todo es duele niña, no todo es doliente. Cierra los ojos y abre el alma, el cielo, la lluvia, el amor, la vida… todo pasa.Sigue Leyendo...
Aquella mañana, además del sol, con su luz y su calor, de los ruidos de las manadas de búfalos trotando a los lejos y los tigres atrapando a su presas, lo que despertó a Ahmed de su largo sueño fue un largo chasquido, como de una gota gorda que ansiosa cae al suelo y rebota, seguido del grito de su mujer. Ahima había de romper aguas en un día de sabor seco y agrio, un día donde el sol golpeaba más que nunca y el patio se llenaba por entero de bichos del calor. Las últimas reservas de agua pura se agotaban, y pronto había que ir al río. Aquel día, aquella mañana de tantas otras en el antiguo continente, cuando Ahima despertaba pensando en que recorrería temprano los kilómetros que había hasta el río, un nuevo nacimiento alumbro la casa en el mismo instante en que el sol se asomaba en el horizonte. Un milagro a la par que otro despertó aquel día.Sigue Leyendo...
Abdellah estaba enfadado ese día. Los diamantes no llegaban y no había dinero, el armamento escaseaba. Le pareció que aquel alemán intermediario le tomaba el pelo, así que no tuvo otra salida que pegarle un par de tiros. Tuvo ganas de cortar su cuerpo asquerosamente blanco en trocitos, pero se contuvo. Su jefe habría estado contento, pero a él no le gustaban todos esos espectáculos. Cómo le habían enseñado de niño, el sólo mataba cuando alguien le faltaba el respeto: era su recompensa por el trato que le daban. Con una buena metralla te respetaba todo Dios, eso si que lo había aprendido. Harán lo que él tuviese en ganas de mandar, y el que no, a tomar por culo.Sigue Leyendo...
Atrás quedan aquellos recuerdos flagrantes, aquellas imagenes ancladas a la memoria que por tanto tiempo persistieron en el recuerdo, ciertamente sempiternos pero borrados grano a grano como médanos de pesado hierro que imperan en el desierto a la espera de su viaje de cientos de años por allá donde el viento plazca de llevarlos.
La memoria queda arrancada, los recuerdos parpadean y quedan medio colgados a la espera de un olvido…
Y yo vuelve a vivir. A sentir. A reir.
Cuando sea viejo y cansado, cuando mis párpados se entrecierren como una constante y mi cuerpo soporte apenas el ritmo del tiempo, cuando las noches sean en un abrir y cerrar de ojos y los días sean eternos, me sentaré aquí, en este banco por la mañanas y leeré, como siempre hube de hacer, quizá para desatender mi ermitaña existencia, quizá para enfrascarme en una historia de la que nunca fui parte y siempre añore.
Y miraré al banco de enfrente y al silencio que me rodea, y por un momento pensaré por qué nadie me envuelve a su vez con su silencio ni me rodea, con cariño eterno, con sus brazos.
Y diré entonces a la nada, . La frase resonará por entre las flores y los pájaros que anidan, será escuchada por el viento que la lleve a algún lugar donde no exista su voz, volará hasta que sus ondas se mezclen con el aire y el polvo, y entonces, en último eco, las palabras resonarán difusamente entre la brisa susurrando <¿No necesito a nadie?¿A nadie...? ¿A nadie...?
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Estábamos a principios de diciembre. La sala daba a un balcón. Haciendo caso omiso del frío, abrí la puerta y salí afuera. Aunque sólo atardecía, el cielo ya estaba oscuro y cuajado de estrellas, soplaba la bora y lo limpiaba todo, las antenas vibraban y asimismo los cables que las conectaban con los aparatos, una sinfonía de cables y chatarra. Más allá de la ligera cortina veía a mis compañeros, el suelo de la sala era de mármol, brillaba reluciente desinfectado como una lápida de cámara mortuoria, ellos seguían corriendo en círculo alrededor de las sillas. Veía las muecas, los guiños, las torpezas. Para mí era ya todos calaveras, mandíbulas, tibias. La confusión ya los envolvía, los envolvería para siempre. Sus vidas se me mostraban como el plano de una casa en construcción. Había cimientos y paredes, tuberías de agua y el tejado. Yo lo sabía todo sobre su futuro, harían todo aquello que era necesario hacer. Ellos estaban allí dentro, a la luz, al calor, se llenaban la boca con palabras vacías.
Yo estaba al otro lado del cristal. Solo, en la oscuridad, con el frío de la noche alrededor.Sigue Leyendo...
Una imagen vale mal que mil palabras, y hoy, al abrir el periódico y ver lo que mis ojos miraba, no he podido más que constatarlo. En el cementerio de Antigua en Fuerteventura aparece una de las trescientas lápidas rezadas a los inmigrantes muertos en el mar.
Inmigrante nº3 sin identificar. 22 de septiembre de 2004. La tumba de un desconocido al que esperan en algún lugar de un mundo bien alejado del nuestro, pero que terriblemente nos enseña día a día lo cercano que estamos unos de otros. Un nº3 que tras horas encogido en una pequeña embarcación que apenas puede con su peso se tira al mar pidiendo suerte a la suerte.Sigue Leyendo...
Había dormido toda la mañana y me desperté entonces, a media tarde. Me sentía completamente vacío, como si esta tarde cansada fuese una escena de teatro, en la que solo actuaba yo, y las butacas estaban vacías. Me dolía la cabeza.
El Chat estaba vacío, a excepción de varios chavales insultándose entre sí sin tan siquiera conocerse: la máscara tras la cuál uno podía esconderse y hablar resultaba atractiva a muchos personajes sin sentido ni figura.
Mamá y Papá resultaban ser maniquíes, como siempre. Ambos dormían en el mismo sofá arrugado, donde aún la tele emitía programas con gente tan vacía como ellos. Ellos y yo, una estampa familiar entristecida por los muros que se alzaban entre nosotros, la puerta cerrada y la llave en el fondo de mi ermitaña tristeza.Sigue Leyendo...
Por cuarta o quinta vez les paso un poema de Juan Ramón Jimenez, un autor que poco a poco he ido descubriendo gracias a un libro antiguo que mis padres tenían guardado por ahí (¿y quién no ha tenido alguna vez la misma anécdota?). Quizá sea un principio para conocer el mundo de la poesía o quizá no sea más que un autor con poesías profundas y arraigadas con el que me reflejo. Además de ser sencillo por que es poesía directa, no hay que darle muchas vueltas. Un saludo a todos.
A tu abandono opongo la elevada
torre de mi divino pensamiento.
Subido a ella, el corazón sangriento
verá la mar, por él empurpurada.Sigue Leyendo...
Conocí a aquel ángel cuando aún no sabía nada de la vida. Lo vi una tarde que ahora recuerdo como de ensueño, como si la magia que recuperamos para el presente de algún recuerdo decimonónico surgiese en el momento de contarlo y no en el tiempo pasado donde todo ocurrió.
Aquel ángel estaba allí, distante, mirándonos a los demás con un mezcla de indiferencia y sensible timidez. No creyó que yo me acercase, pero cuando lo vi tan distante quise que consiguiese ese calor que respirábamos todos los demás. Ante aquel acercamiento se mostró sorprendido. Luego hube de comprender la extraña faz que advirtió al verme.Sigue Leyendo...
– No puedes hacerme esto… no puedes… enseñarme a volar como has hecho y luego cortarme las alas…
– Tus alas no desaparecerán, solo yo.
– Pero…
– Adiós, Angie…
Dió media vuelta y empezó a caminar. Angie lo observó alejarse por el sendero, caminar por entre los árboles caóticos y escarpar por entre las piedras rayadas por el sol, mientras en sus ojos una sonrisa se desfiguraba, como un retrato reflejada en el agua que ha de turbiarse, transformándose dulcemente en una lágrima húmeda, áspera flr de las penas pasadas y la melancolía, negro ramo de espinas sin flor, alegre cantar de la desdicha y la muerte.Sigue Leyendo...
Mi hermana murió aquella tarde. No lloré por ella, eso lo reconozco. En mí no cabía un alma que penara cada cosa que pasara, mi mente estaba a punto para conseguir nuevos negocios y sacar dinero. Más y más dinero. Era ambicioso, sí, pero quien no lo es?, creo que ante todo el dinero da la felicidad si sabes usarla. Y ese era mi caso.
Mi caso hasta aquella tarde del 2 de marzo de 1991. Al entierro acudirían toda mi familia, por supuesto, y también los dos o tres desgraciados que trabajaban con mi hermana en la tienda de textiles. Al principio me pareció ocioso acudir, pero de dentro me nació una especie de respeto por mí mismo que hizo que me lo pensara dos veces. Además, si mi padre iba y me mostraba conmoncionado igual conseguí volver de alguna manera a nuestra amistad. Y sobre todo a su negocio bancario que tanto me beneficiaría.Sigue Leyendo...
Pepín es un niño muy curioso. No lo digo yo, lo opina todo el que lo conoce. Tiene seis años, cuerpo de unos 7 u 8 y una mente de salido adolescente. A poco de salir de la guarderia ya presentaba indicios de “madurez” sexual.
– Pero, doctor, ¡mi hijo tiene solo seis años, y sabe más o tanto como los chiquillos de quince!
– Pues no veo solución, señor Pérez- dice el doctor- si el niño ha aprendido todo sobre el sexo le tienen que haber enseñado en alguna parte digo yo…
– Pues también es verdad…- se sorprende el padre- a ver, tú, donde has… Sigue Leyendo...
El sol despertó. Abrí mis ojos y me entrego a la vigilia, mi viaje enemiga que cada vez tiene menos fuerzas. Cupy, como siempre, huele que despierto y comienza a lamerme la cada, sabiendo que lo detesto, pero que siempre podré perdonarle cualquier cosa.
Es el mismo ritual que usa desde hace muchos años, cuando por entonces me llegó la jubilación a mis bien avenidos setenta años, con sabor a tabaco negro y a caña vieja.
Sé de esos ancianos que no responden a sus huesos y se suicidan en vida sin necesidad de morir, por que a veces no hace falta que alguien deje de respirar para haber muerto, algo que inevitablemente aprendes a lo largo de las arrugas; y por eso, ahora me levanto, meo y tomo un café. Para mi el café ha perdido sentido, ya no lo huelo ni lo saboreo, ni aunque quiera, por que es como beber agua caliente, pero al menos me despeja las ideas.Sigue Leyendo...
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