Como el agua de los mares
ha de pulir a la roca,
mis lágrimas, hoy de azahares,
moldean esta alma loca.
Bailarina descarada,
bostezas y te imaginas
mis palabras peregrinas
buscándote, enamorada,
Venus de un alba dorada,
diamante de las colinas,
tejes dolor en mi almohada
cual corona con espinas.
Me condenas, no sin gozo,
al flagelo de este pozo,
mas mi existir no terminas.
¡Ayuda a tu pobre existencia a que encuentre su sentido!; hay tantas soluciones como errores tiene el humano.
¿Aún sigues en búsqueda?, pues, “benvingut”.
Sórdidas amarras han desgarrado mi destino,
de lo mundano a lo divino,
constelan, elegantes, mis sueños
augurando los pequeños bastidores
en los cuales he de vislumbrar
que no aguanto más mis penas.
Ya no apelo a madrigales,
sonetos, sextinas, tercetos,
que revelen los secretos,
transparentes e indiscretos,
socavando genitales y claveles.
-¡Ahí está el loco!- exclamaban al verlo caminar. No era para menos, ya que recorría las cales de un pueblo donde eran muy pocos los que no lo juzgaban, regando las flores de sus vecinos. ¿Quién no parece estar fuera de sus cabales al hacer lo que sea por los demás desinteresadamente?. Bueno, hoy en día los prejuiciosos tienen un abanico más amplio de productos en las góndolas de los supermercados más prestigiosos, desde homosexuales hasta anarquistas, desfilando como productos de primera necesidad para la sociedad, junto con las “tribus urbanas”.Sigue Leyendo...
Díjole que no entrara donde él, mas su tozudez la metió en el gran problema del dilema. Albergar aguas cristalinas en el seno de un putrefacto pantano no es tarea fácil, pese a que ignoraba la dama eso.
Revolcose luego de largo rato en cuclillas frente a la pálida imagen de un aparato digestivo inoperante. Un golpe de rabia a la cordura y a seguir camino sin ella. -La hiciste enojar-, dijo el músico callejeroque se ganaba la vida dando muerte a la melancolía de su moralmente degradado público.
-Entraste, sufriste… ¿aprendiste?-, repetía y repetía aquello que sin voz gritaba al lado de su bilis.Sigue Leyendo...
El jazmín en la noches cuenta lunas,.
Le indican el pasaje de los años.
En rocíos afilados recuerda:
la vida no es la misma sin su vida.
La muerte de la mano con su muerte
le avisa que poco le queda a su sol,
sol que alumbró caricias que recuerda.
No tiene que contar ya más que lunas;
espera indiferente ya su muerte.
Será en cuestión de días o de años.
Se encontró en el ocaso de su vida
añorando angustias cque hoy él recuerda.
…y el ojo no ve
ya el dolor,
tampoco
sufrimiento,
desdicha
o desazón…
Un ojo convertido,
individuo compartido;
antes muerte,
ahora
bienaventuranza,
como la del que llora
de emoción,
como la del que ríe
en dolorosa
situación…
La muerte del miedo es impostergable,
es la muerte del hambre y no por ella,
también la del sabor desagradable
de perecer como pez en la botella.
La muerte del miedo nos tiende un cable,
conecta tu guarida con mi estrella,
el sueño del que quieres que te hable
cuando nos escolta hasta él la doncella
Otro día más que esperas y esperas
dulce regocijo que no llegará,
sé que el delirio no tiene fronteras,
también que tu cordura no matará;
ay, sí, mi jazmín, lo digo de veras,
por más que la llores ya no volverá
a cubrir tus hojas; la cruel helada
no teme a la gran mujer recordada.
El jazmín que un día plantó mi madre,
al son del viento llora su partida,
clamando regresar, pétalos abre
llamando a la mujer que le dio vida,
y cree sórdido su aroma en noviembre,
no sabe que en él vive ella escondida,
nos recuerda a las miles de alegrías
que hoy hieren tan distantes y sombrías.
Cadavérico sol del cementerio,
observas mi danza entre frías criptas,
mientras de putrefacción el sahumerio,
inhunda en llanto las tapas inscriptas
en el mármol triste, envuelto en misterio,
soez epitafio en la noche vomitas.
Las hojas rodean en un torbellino,
coronando mórbidas iras jocosas,
de un loco pastor vestido de lino,
el cual se sumerge en las tibias mucosas,
y de un ademán convierte en molino,
la morada tétrica de pálidas rosas.
Una vez conocí a alguien,
no recuerdo bien su nombre..
creo se llamaba Kiowa,
de las letras era hombre.
¿Él de letras o ellas de él?
¡Qué terrible ese dilema!
su ingenio era una gran colmena
cada verso dulce miel,
nunca olvidaré a aquel
gran maestro, gran poeta.
Hoy es el último día de mi vida,
en la tarde no quedará otra cosa
más que un alma, sufriendo, corrompida;
batiendo tus alas de mariposa,
santa muerte, imposible es mi huída.
Aunque quiera entonar mi última prosa:
para ella unos versos de despedida;
me ha contado que por ti espera ansiosa.
Ni el gobierno de Lacalle,
ni el Peñarol de los 60′,
ni el Uruguay de Nasazzi,
Amsterdam, Colombes…
Ni Obdulio, Schiaffino…
maracanazo, gol de Ghiggia.
Nostalgia de viejos buenos tiempos,
de lo que no viví pero si sentí
y aún siento.
Mi glabro corazón
en su momento abastado
con caricias de seda
que brindaron tus manos,
pregunta por tí.
“¡Es hora de abarse!”
me grita un anciano;
su sabio coloquio
descampa mi llanto.
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