Un pensamiento me invade,
en mi soledad me siento,
inmensamente desamparado,
recuerdo un escritor polifacético,
que me entusiasmó en mis inicios,
en esta vida iniciática que supone,
el ser poeta de los mediocres.
Recuerdo su primer comentario,
diciéndome de muy bellas maneras,
“Hay un momento en que la palabra,
se aproxima a la pintura y tú,
estas muy cerca saludos”.
Surcando los mares,
en el navío del vacio,
me dirijo errante,
como gris espectro,
en el bajel perdido,
de cresponas velas,
negras macilentas,
henchidas por el aire.
En forma de V girada,
con el vértice en cabeza,
como capitán de formación,
en la cabecera voy guiando,
el largo viaje que nos llevará,
a lejanas tierras olvidadas,
perdidas en el fugaz tiempo,
verdes lagos donde retozar,
pasando el invierno al abrigo,
de las heladoras nieves blancas.
Perdida mi sombra en la balsa,
olvidada en el océano añil,
contrasta el azul del cielo,
con el indigo azul del agua,
mis sentidos están exhaustos,
hundidos en la zozobra final,
del pensamiento furtivo,
del abandono total en vida,
a una muerte miserable.
Perdido en la espesura del bosque,
el obsceno viejo lobo verde,
espera cruel la llegada pronta,
de la joven inocente Caperucita,
la lujuria obscena del lobo salido,
surgido de los fondos del averno,
pone un tono picante a la escena,
la pornografia se siente en la fronda,
estamos inmersos en el sotobosque,
erótico del doble sentir del follaje,
el del verdor y el del adorno superfluo,
que me llevan a pintar este verdinegro,
paisaje lascivo en la arbolada fronda.
Miro al cielo y los contemplo,
corazones rojos llenos de helio,
que les mantiene en suspensión,
cual tristes enamorados globos,
goteando sangre amortajada,
que se coagula febrilmente,
en el infinito espacio de su caida,
formando estalactitas espaciales,
mientras abajo las esperan,
silenciosas estalagmitas anhelantes.
Sólo en el salón, a la luz de la lámpara de pie, en mi sillón favorito, el que uso para leer, termino la lectura, de lo que llevo escrito hasta ahora, de mi última novela.
No acaba de gustarme, me estoy adentrando demasiado, en la novela de género policiaco tantas veces escrita. Esto es muy comercial según mi editor, pero no me convence, debo retomar mi carrera de otra manera. La manera debe de ser impactante.
Tengo componentes que me agradan, un grupo de amigos, un gran amor, una tormenta indescriptible, que se vislumbra de manera espeluznante. Tal vez deba añadir algo más de imaginación, algo de mágia y algún descubrimiento, que nos quede en la retina.Sigue Leyendo...
Tus formas rotundas,
que invitan a la caricia,
tus curvas de diosa,
que incitan a la pasión,
tu estilizado cuello,
tu alma pura,
tu candor y fuego,
se entrelazan,
con mi deseo,
por tenerte,
entre mis brazos.
Triste mi cuerpo,
roto por los disparos,
pasado a bayoneta,
yace silencioso e inerte,
en la solitaria trinchera.
Mis recuerdos exhalan,
el último aliento,
recuerdo mi pueblo,
un pueblo perdido,
uno pequeño olvidado,
de gentes de campo,
viviendo de la labor,
de la labranza,
del ganado.
Yo quiero ser simpático delfín,
nadar alegre por mares inmensos,
jugar con olas sin principio ni fín,
sentir fragancias de aromas intensos.
Quiero ver los profundos fondos del mar,
bajar y conocer sus insondables misterios,
subir después a la superficie a descansar,
tras recorrer en silencio sus vastos imperios.
Oh mariposas bellas,
que ante mis ojos pasais,
decidme porqué la efímera,
vida de los pétalos de la rosa,
mis ojos en su plenitud,
han de contemplar.
Oh brillantes astros celestes,
que por la noche y el día,
mi pálida faz acariciais,
decidme porqué la dicha,
causa tan hiriente dolor,
en mi soñadora alma.
Pidió el ladrón permiso para amar,
y le robaron el corazón en un suspiro,
intentó la sirena caminar por la playa,
y le acercaron unas muletas oxidadas,
pensó el poeta vivir la vida en plenitud,
y tuvo que acudir a la consulta del oncólogo.
No sabía lo que era una carta,
jamás me habia llegado ninguna,
cuando sonó el timbre no lo imaginé,
salí en gayumbos a la puerta principal.
Una chica vestida de amarillo y azul,
con un carro de compra también amarillo,
me entregó después de verificar mi identidad,
un sobre blanco y perfumado en la mano.
Los rayos del sol se sumergen,
en un brillo refulgente del agua,
en la verde charca donde la rana,
reposa en la hoja del nenúfar.
El rumor del viento trae recuerdos,
de sonidos de una infancia ya pasada,
de un amanecer suave y eterno,
en una madurez blanca y almidonada.
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