Todas las entradas de: Frutodelanada

Ojos tan tristes como la niebla.

Porque nadie te dice lo que tú sientes,
porque nadie se atreve a decirte adiós,
porque todo, en la tarde, se desvanece,
te miro a los ojos y no encuentro a Dios.
Acepté tu vida como pensamiento,
me forje a tu lado, pero sin temor,
y ahora vuelvo loco a pedirte vida,
te miro a los ojos y no encuentro a Dios.
¿Por qué me ocultaste el duro delito?
¿Porque me escondiste del mundo feliz?
Ahora soy, navegante maldito,
que busca y no encuentra
en tus ojos a Dios.
Porque ausente dices que todo se olvida,
que la vida es trágica como un bandoneón,
que el callar es sabio y el llorar amargo,
te miro a los ojos y no veo a Dios. Sigue Leyendo...

Cara de póker.

Se montaron una timba en el bar de Fausto. Estaban todos con su puro en la boca, como vaqueros informales con el caballo en casa durmiendo la siesta. Habían quedado para jugar una partida de Mus. Se observaban sonriendo mientras Fausto servía las copichuelas. Manolo dejó muy claro que de allí no salía ni dios aunque le sonara el móvil y en aquella atmósfera densa iniciaron la partida. Las cartas se movían como secretos inconfesables. Antonio hizo la señal mal y se armó el Belén. Reiniciada la timba, los vaqueros con cara de póker comenzaron su batalla. Aquello tomaba intensidad. Tuvieron que apagar la tele cuando hablaba Zapatero. Aquello fue tomando cuerpo, dimensiones. El silencio rodeaba a todo en el bar. Alguien gritó. Fin. Sigue Leyendo...

Bambi llora en la Puerta de Alcalá.

Porque nunca supo hacer otra cosa,
porque nadie le dio nnguna señal,
porque sigue jugando a ser mariposa…
Bambi llora triste en la Puerta de Alcalá.

Porque estar llorando es descansar del miedo,
porque ser un Bambi es no crecer jamás,
porque nadie quiso que fuera otra cosa,
Bambi llora triste en la Puerta de Alcalá.

Nadie se queda.

Pasamos todos por la misma calle y un día nos vamos. Me sorprendió no ver al viejo sabio que hablaba de la muerte como quien se fuma un puro. ¡Eso llega, tarde o temprano! Se reía de los jubiletas que, en chandal, daban saltitos alrededor del banco. ¡Estos ven mucho la tela, pero llega igual! Ya no está. Vi su esquela en la puerta de la panadería. ¡Me reí, pensando en la inmensa carcajada al descubrir que él sabía cuándo y cómo!.

No hay soledad en las hojas secas.

La selva blanda de botes de cerveza
y la noche madre para dar cariño.
Soledades a un euro con cara de niño
y las hojas secas de ninguna primvera.
Un coche rugiendo se cerca y se acerca,
el tonto del barrio sigue una pelota,
en fila riendo van a la piscina,
los chavales rotos de cansadas botas.
Y tú ¿qué haces para estar viviendo?
Pasando de todo, en el suelo escribiendo,
poemas borrachos sin razñon ni dueño.
(Letra para una canción)

En esa juventud que nadie piensa.

Siempre nos ha tocado a algunos formar parte de los nunca pensados, de no descritos, de los cavales de la calle que juegan al balón y hacen ruído con las motos. Las vidas se reparten como estrellas por el cielo. No eleijes tu estrella. La vida tampoco te elige, ni te nombra, ni te describe. El mundo se preocupa porque te pongas corbata y patees las empresas echando currículums. Has estudiado toda tu infancia y toda tu juventud para condenarte a demostrar que eres válido para alguien. Pedro. Vente años y la cabeza rota al tirarle su padre por la escalera. Vende cupones en una esquina y babea, de vez en cuando. Su estrella se limitó a dar vueltas cuando se destripó en el descansillo. Su mejor currículum es estar vivo y tener una novieta dulce y que ve muy poco, pero sabe tocar lo suficiente. Existen clases en mi cuento. Clases que se acomodan a sus aparcamientos, a sus jardincillos cuidados, a sus perfumes y sus bolsas de marca. Sus bolsas de basura deben contener historia inconfesables, como los contenedores de sus miedos y sus angustias por engordar. a pedre le han regalado una corbata para cuando se case en al Ayuntamiento con su chavala…Un buen currículom para demostrar al mundo, que es simplemente feliz. Sigue Leyendo...

Trabajo de noche.

Dinero. Es la medida de casi todo, o de todo. No podemos escapar de su poder, ni de su atracción fatal. Trabajo por dinero, en un curro extraño y que no tiene que ver nada con las imágenes de las películas americanas. Es un trabajo duro, constante, ausente de luz y lleno de olores a calle y ncturnidad recurrente. No he cruzado palabra con otros compañeros. Soy ese accidente silencioso que no fuma, porque no le da la gana. La noche no acaba nunca. Tiene ese desgarro eterno que la condena a ser cama de los condenados, de las putas, de los polis que pasean la gorrita y el cinturón de cuero. Dinero. habrá que ganarlo para toda la vida. Nadie vive por ti. Por eso tengo un sentido insolidario con quienes prometen la Luna a cambio de poco. Acabará el mes y se repetirá la historia. Trabajo basura. Trabajo basura el del político bufón cobrando parné y haciendo el chorra en mitad de la tele. Ese sabe que naciendo payaso paga menos impuestos. ¡Dinero! Alguna vez, en alguna esquina. Sigue Leyendo...

No hay dioses, no hay dios, no hay tiempo.

Rezaba en la escuela en los meses de mayo.
La maestra absorta dejaba los ramos
de margaritas o claveles o flores robadas,
sobre un altar de caja de cartón forrada.
Dios está presente, y lloraba.
Dios nos mira y es hombre
y callaba. No tuvo la maestra ni hombre
ni nada. Su dios de cartón en mayo la consolaba.
a mi se me fue volando ese dios que hablaba,
que miraba a todos, que nos aoscultaba.
A mi se marchó y no vino. Se hizo de nada.
La maestra, en Mayo, de dios se llenaba,
como una vírgen pura,
como una mañana.
Hoy no tengo tiempo de dioses,
ni cajas, ni cartón, ni madera,
ni lata…
no tengo tiempo para robar flores
ni orquestar orgías de oraciónes falsas. Sigue Leyendo...

Cara de Indio.

El orgullo del Gran Cañón estaba dibujado en sus ojos. La mirada dura, fría e inquietante. Pestañas oscuras, cetrinas, abigarradas con la precisión de una pluma de cuervo. No lloraba, porque no se partieran las montañas. Reía con la carcajada limpia de quien aún camina descalzo por entrelos cáctus. Su orgullo era como un cuhcillo afilado: te rozaba y el silencio se hacia, como la noche se hacía, como la tristeza e hacía. Guardó silencio porque alguien le llamó niño orgulloso. Se puso su chamarra de lona, su mochila al hombro…dio la vuelta: no dijo nada. Sigue Leyendo...

Palabras

Palabras encadenadas. Ventanas cerradas.
No quiere mirar. Le asusta su cara.
No alcanza a soñar. encadenada de su mente.
Inocente en la cuchara. No para de ver gente.
La tele la ampara.
Palabras de grifo. Gotas de agua.
La lluvia en la calle. Su talle engrosado.
Vuelo de globo. Bobo su despertar.
No sabe soñar.

Nadie sabré que por aquí pasaste.

Algo me despierta, con esas inquietud del nuevo día.
Alguien me recrimina que es tarde,
el cansancio me domina y no hay aire.
Las cadenas de la monotonía son presagio de
un nuevo día.
Renuncio a ser reconocido
y me desvanezco entre la música y el caminar corriendo.
Autobuses cargados de despiertos o dormidos,
ateridos por el mismo frío interior de ser existencias
viajeras, de ída y vuelta.
La puerta abierta y el vacío acaba.

Un océano de corrientes y palabras.

Hace tiempo que dejé mis palabras sobre un banco,
en un parque lleno de incipiente primavera.
Olvido necesario, como buscando la ausencia
para regresar a buscarlas y jugar con ellas.
Palabras que se acomodan a mi decir árbol,
a mi sentir la brisa, a mi callar silencios largos.
El poema es un ser orgánico, veraz, oceánico.
Se inicia como una gota de rocío y te desborda.
Sin prisa, sin darle altura alguna, con mucha calma
dejando el alma en cada verso y cada paso.

El dulce sabor de la inocencia.

Algunos comentaban que él era feliz. En su casa, en su pequeño espacio personal, tenía una pelota de colores. Cuando iba a clase sonreía a la pizarra y hablaba con su mesa, como si la vida fuera algo más que lo que todo el mundo aprende. De él decían que su simplicidad le hacía feliz, que su tontera perpetua le haría escapar de la inmensa brutalidad de la vida. Jugaba con su pelota de colores y estaba tan solo como su propia inocencia. Nadie estaba para adivinar en él a un niño sin cariño. En mitad de ese río de la vida su pelota le acompañaba, le incitaba a ser feliz dando saltos. Su inocencia no era la adecuada para un anuncio de la tele; en el fondo esa estupidez le hacía ser intrépido e inusual. Poco más que su pelota de colores; algo más que una inocencia común. Sigue Leyendo...

ESTE CUENTO SE HA ACABADO.

Ella no le quería, no le quiso nunca. Él sí la quiso, incluso llegó a pensar que sólo podría amarla a ella.La estupidez es algo que ninguno de los dos supo descubrir en esta relación. Ella adoraba su cuerpo. Él no dejaba de considerarse un cuerpo con corazón. La única energía que movía sus vidas era una discusión tras otra. Se ahogaban a los dos minutos de verse. La noche se convertía en un paseo prolongado hacia la madrugada. Ella dijo que todo había acabado. Él sólo supo sufrir y siguió paseando por las mismas calles.

Cuento de un cuento.

De pequeñito le contaron que la luna se movía persiguiéndole por la calle. Se lo creyó y siguió creyéndoselo toda su vida. Un día de primavera alguien le dijo que la luna no hacía tal cosa. Perdió su inocencia y comenzó por dormir en un banco de la calle. Un día de otoño alguien le dijo que tenía cara de luna y cerró los ojos para no verse en un espejo. La luna siguió en lo alto. Él sigue aún dormido. Colorín colorado este cuento no ha acabado.

Mares de asfalto.

Se llena la ciudad de mundos desconocidos. Se llena de carteles ofreciendo cursillos. Se llena de humo y de soledad impregnada de asfalto. La vida se adapta. El amor puede seguir siendo el motor de miles de ilusiones. Nadie se asusta de la muerte. Nadie reclama su parcela de intimidad. La tele es el gran ojo de una vuelta atrás irreversible. Estudiantes fascinados por no hacer nada. Estudiar con el sentido puesto en fines de semana. Listados de ropa nueva para parecer diferente. Mares de asfalto, donde sucumbren alocados corazones de taxista. Ambulancias cruzando. Los que piden y no paran. Todo lo incontrolado. Cada rótulo es una indicación de dolorosa realidad. Sigue Leyendo...

Sin noticias de Marta.

No sabía que yo sabía. Estuvimos en el mismo aula. Ella junto a una amiga; yo algo más atrás, junto a la ventana con un crital medio roto y que nadia ha cambiado. Marta me sorprendía con sus ojos, con sus pendientes, con su manera de aproximarse a todo lo vivo. Me enamoré sin darme cuenta, y cuando descubrí que era muy fuerte la sensación, dejé que se quedara en mi memoria. Marta me ignoraba, como ignoraba a todos. Ella bajaba del mismo autobús y sorprendía al personal riéndose a carcajadas. Marta dejo de venir. Simplemente ignoró, siguió ignorando que alguien, quizá muchos estábamos prendados de su risa. Sigue Leyendo...

MI paz de cada día.

Salían del colegio con una paloma en la mano. La paloma era de papel, pintada de colorines. Una paloma diferente a todas, ni viva ni muerta: una paloma en el papel pintada. Salían hablando de paz. Me sorprendió ver sus caritas de niño y la paz en su manos en forma de paloma. Les hablaron de la paz, de la paz de cada día. Por la tarde la merienda. pan con chocolate o cualquier cosa que dé sabor a sus cuerpos. Cerca de la escuela, la papelera comenzó a poblarse de papeles y palomas, de palomas de verdad picando los trocitos de bocadillos tirados. Las madres hablaban. Los padres paseaban por el barrio. Fútbol y más fútbol, nadie se fijaba en las palomas, ni en los niños. Pensé en mi paz de cada día. Elegí dejar el momento. Volvería el próximo año a pasar por las mismas papeleras donde nuevas palomas volaran hacia el horizonte de una ingenua esperanza. Sigue Leyendo...

Breve

Minúsculo en su manera de andar y de ser. Callado como si la pared fuera su compañera. Humano, porque su verdadera misión siempre ha sido ser y ayudar a ser. Breve: su lema en esta existencia…la única.

Ser injusto

Me gusta respetar a los demás y que me respeten. Trato de ser solidario frente a las injusticias. Pongo mi granito de arena con esta reflexión. Leí los dos textos. Sin duda uno de ellos daba un salto de caballo, como en el ajedrez, y se comía el diccionario de las buenas intenciones, para ser diccionario Secreto de Camilo José Cela (Premio Nobel de…) En mi opinión, la libertad para escribir se la gana uno. Se es fiel a uno mismo o no se respeta a los demás. Creo que Diesel va bastante por delante de quien le choró la hsitoria. Mal Quijote quien sólo es Molino de Viento. Sigue Leyendo...

El mónstruo de Alberto

¡Un grito en la madrugada! Pared con pared vivo junto a Alberto. Tiene cuatro años y ya simula ser feliz, porque le han dicho que lo sea, que aproveche la vida de niño antes de ser hombre. Este ser hombre equivale a cumplir los once o doce años, porque aquí se empieza ahora la existencia que se ausenta de los miedos. Alberto grita asustado. Tiene pesadillas y cree ver a mónstruos vestidos con bata blanca, que le san los dientes y le obligan a comer pan integral. Alberto no sabe cómo ahuyentarlos: sólo grita y se despierta llorando. Su hermano Miguel le quiere mucho y le abraza para que no piense en nada que no sea bonito. Alberto juega en plaza bordeando los árboles, con su bici nueva y el pantalón vaquero. La vida va con él, y los miedos los colecciona, porque´así empiezan las historias más humanas. Sigue Leyendo...

Unas cervezas

El bar estaba abierto de día y de noche. Su continuidad era el recurso de todo, el hogar acogedor de mil borrachos, de mil amigos, de conversaciones inevitables sobre la vida y la injusticia. En la barra estaba Adrián, un chaval del barrio que había cumplido los dieciocho. Llevaba el pelo teñido de rubio y un par de aros en las ortejas, como si fuera un pirata de cualquier Caribe. Servía en silencio. No miraba a los ojos. Parecía presentir la intensidad contínua del ruído del bar. Le pillé un día leyendo a escondidas. Era un libro de baudelaire, las Flores del Mal. Al verme se asustó y guardó el libro bajola barra. Abrí mi libro y le pedí una cerveza. Me la puso con cuidado, sin mirarme a los ojos, sin decirme nada. Al poco rato alguién entró borracho y comenzó a insultarle. Adrián se asustó. Era como una de esas flores de Baudelaire, sólo que no tenía esa inocenciano perdida de algunos adolescentes. Alguien se acercó al borracho y le sentó en una silla. Adrián seguía callado, como si todo el bar fuera el infirerno de sus desdichas. Vi que su libro se estaba mojando en el suelo. Lo recogí y lo sequé con unpar de servilletas. Al entregárselo, me miro. Sus ojos parecían dos espejos, claros y difusos. En su mirada no existía aquél lugar, tan sólo un libro de poemas y una circunstancia. Sigue Leyendo...

Peces de colores

Salía del colegio con una bolsa de plástico llena de agua y dos peces de colores. Era pequeñito, como esos niños que nunca aparentan la edad que tienen. Su mochila enorme aplastaba su espalda. Miraba entusiasmado su bolsa oceánica sin pensar en nada ni en nadie. Era pequeño, bajito, seguramente de esos niños que tienen la risa en la boca como pegada y constante. Quizá esa pequeñez le impidió darse cuenta de que el semáforo había cambiado de color. Los coches se adueñaron de su mochila, de sus deportivas desatadas, de su bocadillo de chorizo. El impulso de salida fue una parada inmediata. Gritos en la acera. En la carretera, en mitad del paso de peatones, agarrando una bolsa vacía sin océano y sin peces, dejó de ser el chico bajito, la espalda de tortuga, el intrépido buceador que atravesó sus ocho años, casi sin darse cuenta. Sigue Leyendo...

La última mariposa de invierno

Yo creía que las mariposas eran eternas. Que eran almas de muertos de ayer, de gente agotada, de guerreros cetrinos y valientes. Las mariposas no habitan en invierno y escapan. He visto una esta mañana. Estaba posada sobre los tiestos de la ciega del barrio, la que vende cupones y te dice los números con una maquinita. Una mariosa que abría sus alas al calorcillo de este engaño de sol que han puesto en invierno. Me he parado un rato para verla. Tan simple e inadvertida. Tan ciega como la dueña de la casa. Tan frágil como los sueños de los que duermen entre cartones. De repente la he visto caer. Han sido unos breves instantes, como si quisiera seguir viviendo sin que nadie lo supiera. Sigue Leyendo...

El hombre pobre

Le llaman el hombre pobre. Siempre está en el supermecado, entre la puerta y la calle. No dice nada. Lleva un vaso en la mano y lo acerca a quienes pasan. No sé ni su nombre. Le veo todos los dias y noto su silencio. Le llaman el hombre pobre, porque nadie le ha preguntado ni su nombre o si es rico. Está allí, en el supermecado de mi barrio, entre la puerta y la calle. Supongo que vive, que no es de plástico, que no lleva barba porque es de izquierdas. Nunca le he dado nada, porque soy pobre como él, como la única papelera de mi barrio, como la campana de la parroquia donde dicen que viven como Dios. Quizá el resto de los que vamos al super seamos aún más pobres, menos valientes. Me da vergüenza demostrarle mi riqueza invisible. Él es un superviviente, un desertor del consumo, un parabrisas de la sociedad, un paragüas sin tela, ni plástico, ni nombre quizá. Sigue Leyendo...

Un mundo en la acera

Estaba encendiendo su cigarrillo. El humo se apoderaba de los paseantes e incluso alguno giraba la cabeza prohibiendo la calada. Gente de ley, de esa que come el turrón televisivo y duerme en almohadas de anuncio a dos por una. La acera es un mundo donde él soñaba que era una farola. le daba igual estar apagado durante el día, y que los perros mearan sus raíces postizas. Ser farola y fumar eran sus dos únicos sueños. La acera le daba seguridad. La gente le obligaba a estarse quieto, como esos actores que juegan a ser estatuas vestidos de cristal o de mármol e incluso de acero. Ser farola le daba un toque. Curiosamente quería ser farola y no farol, quizá por lo sugerente de las formas, frente a una obligada rigidez. Cuando acabó de fumar cerró los ojos y miró hacia la luna. Ella sí estaba allí. Le comprendía porque, siendo farola, estaría con él todas las noches. Sigue Leyendo...

El valor de la sensibilidad

Hace un rato que he abierto el ordenador y he conectado con Vorem. 3 “advertencias” en mi último escrito. No me hubiera atrevido a juzgar con tanta precisión mi escrito sin haberlo leído un par de veces. Dije que No, pero no proclamé nada en contra, ni arremetí contra Iren y sus deseos. Quizá lo exprese como suelo hacerlo y se entendió como lo entendístéis. Creo que si fui libre para decir No y ser consecuente con la “libertad que se proclama en esta página”, he pensado que si No iría a la Kedada, tampoco puedo Kedar en esta página. No me gusta dar la sensación de bicho raro. Supongo que tampoco es una actitud infantil; prefiero ser sincero y mantener mi criterio. No me gusta ofender, ni jugar con los sentimientos. No creo destilar amargura en exceso. Me gusta escribir sobre la vida y hay momentos en los que las respuestas pueden asustarme. Me disculpo si en algo os he podido molestar. No cabe duda de que siempre ciertas manifestaciones parecen tener un impacto mayor que otras. Todo sea por el equilibrio natural, que como colegas se debe mantener. Mi propósito fue uno; las consecuencias ya pertenecen al pasado. Al igual que en mi primer escrito, y que pusísteis en la revista de Diciembre…es probable que intuyera mi papel de “idiota”. Sigue Leyendo...

Para Iren y sus kedadas

Hola:
¿cómo te va la vida? Perdona si te escribo así, directamente y no en semi privado. Prefiero que sepas lo que pienso, porque lo que siento es más difícil. Escribo hace poquillo aquí, en esta página donde suelo detectar mucha lágrima perdida y desconsuelo del que nunca acaba de expresarse del todo. Dices que quieres Kedar. No iré. No sabría encontrar ninguna razón, como la que tú tienes. A lo mejor lo más impactante son tus ganitas de ganarte al personal y provocar una catástrofe en la luna, porque cada cual y cada “cuala” estamos donde podemos. Aprovecho este punto de libertad y ya kedo contigo aquí y ahora. Al menos si veo un 1 debajo de estas letrillas sabré que has venido; si no, no pasa nada…es que no has podido kedar, ¿vale? Ciao. Sigue Leyendo...