A veces alza los pies en puntillas.
Levanta los brazos al aire. Y mira con el corazón. Y sonríe:
“El cielo está más cerca cuando uno quiere tocarlo”
Archivo de la categoría: Cuentos
Cuentos
Rosas
Linda y agradable mañana, definitivamente.
Me pregunto, ¿que estará haciendo ella ahora? Me encantaría visitarla, pero estoy seguro de que olvide hacer algo, y últimamente no puedo permitirme olvidar algo.
Luego de desayunar debidamente, ver algo de televisión y lee la columna de deportes de mi periódico habitual, un pequeño recuerdo llega a mi. Recordé que había anotado en esa pequeña y vieja agenda que ella me regaló, todo lo que debía hacer esta semana.
Y con lo olvidadizo que soy, olvide hasta revisarla para no olvidarme.
Y así recordé donde la había puesto y comencé a leerla con un nudo en la garganta. ¿Qué cosas importantes habré olvidado?
Finales Tristes (1 era. parte)
Ella dijo:
-¿Te das cuenta? Donde se trabaja 8 horas diarias, necesariamente tiene que haber una buena relación entre todos, sino sería espantoso trabajar ahí. Es donde se pasa la mayor parte del tiempo. Y a veces ganando poco y soportando todo tipo de situaciones que nos son ajenas, pero que nos llegan.
Yo muy tristemente dije algo que por supuesto nunca se debe decir:
-Ahí comienza la destrucción de las parejas.
-¿Qué?
-8 horas diarias de nuestro mejor y más fructífero tiempo lejos del hogar, compartiéndolo con otras personas, comienza a construir puentes a otros mundos.
§ombra§
§ombra§
INTRODUCCION
En nuestro pensamiento encontramos momentos, recuerdos y olvidos; donde la luz es señal de vida y en medio de la tormenta encontramos la verdad.
CAPITULO I
Llueve, todo era normal, es oscuro; la humedad es fría pero a la luz de una vela que rompe le frio y oscuridad; solía ser casi insolenta ante la iluminación constante y fugaz de los relámpagos que caían singularmente en la tormenta silenciosa como las lagrimas.
Dialogos en el Infierno (I)
El tipo frente a mi lo dijo con toda sinceridad y nada de tacto.
“CLARO que fue un error. Eres un imbécil. ¿Como se te OCURRIÓ decirle semejante sarta de estupideces?”
Y tenia razón, pero en el momento que lo hice me pareció una buena idea. El tipo frente a mi no pensaba igual.
“Tienes SEMANAS sin dormir. Tu mente NO esta funcionando bien. NO estas pensando con claridad. Necesitas descansar. Y NECESITAS pedirle una disculpa”
¿Mejor solo que mal acompañado?
Pondré fin a tus sufrimientos. Si vos querés, puedo sacarte de la obscuridad; si me dejás, si me das permiso… Sólo con mi ayuda cesarán tus penas. Y sólo con tu ayuda puedo ayudarte.
Si realmente lo deseás pondremos coto a tu dolor. Sólo si estás absolutamente convencido, juntos encenderemos la luz.
(Quiero salir de las tinieblas).
Si es tu profundo deseo…
(Mi profundo deseo es ser feliz).
¡Son Salvajes!
Antropófago, carroñero, antropomorfo. ¿Qué proceso evolutivo te llevó a ser lo que sos?
Te llamaron engendro. Quisieron matarte. Te temen. ¡Son salvajes!
Miles de teorías, todas refutables, hablan de tu origen: “es extraterrestre”, “el eslabón perdido”, “mutación por radiación”…
¿Por qué no hablás? Los doctores dicen que podrías si quisieras. ¿Por qué no me imitás?
¡Son salvajes! Te enseñaron a fumar. ¿Dónde está su amado evolucionismo cultural? No te entienden. No encajás en su esquema.
GABOR
Juan de Dios López llegó al pueblito en mitad de un Enero inusualmente frío. No era normal que en pleno verano estuvieran disfrutando de unas temperaturas tan bajas.Tanto, que más de uno tuvo que echar mano de rebecas, frazadas y mantas desempolvadas para mejor pasar el rigor de las noches. Tiempo después, muchos achacaron aquella extravagancia climatológica, a la inesperada aparición de Juan de Dios.
Las gentes que estaban sentadas en los bancos de la plaza, vieron a Juan de Dios arrastrando un carro en el que llevaba un par de maletas y algunos enseres, pocos, como todo equipaje. Saludó sacándose el sombrero y nadie le respondió, desacostumbrados como estaban a la presencia de forasteros.
En el rincón más obscuro de mi emnte
Parque Nacional Iguazú. Imagino que me caigo en la Garganta del Diablo. Ochenta metros de caída libre hasta el río; desde allí, un pozo de incalculable profundidad.
El Diablo me traga desoyendo mi pedido de ser regurgitado. Llego a su estómago (el inframundo quizás; o una simple gruta hija de la erosión y el paso del tiempo). Inexplicablemente sobrevivo. Me encuentro rodeado por millares de arañas, culebras y toda clase de alimañas, algunas reconocidas por la ciencia y otras no tanto. Me dirijo hacia una grieta que parece ser la salida o, lo que sería lo mismo, la entrada a los intrincados, laberínticos intestinos del Demonio.
Las piñas
Hace tres veranos, en el parque de siempre, con los de siempre, entre humo y risas se acerca una mujer de unos cuarenta, con un traje formal y pregunta por Moha. No le conocemos, pero intuimos para qué le necesita. Las apariencias engañan.
“Esperaré aquí” dice tranquilamente y se sienta en el césped. “¿Me pasáis unas caladas?”.
Al parecer cogió confianza y empezó a contarnos su vida. Anécdotas del todo surrealistas que hacían reír disimuladamente a la mayoría, mientras el resto la mirábamos entre divertidos y extrañados.
“Esta tía no lo ha pasado bien” me susurra Pepa, para quien la tristeza ajena es tristeza y nunca objeto de burla.
Entre sueños de civilizacion.
La lluvia fría caía sobre su rostro, sosegándolo por un instante. Aun retumbaba en su mente el sonido del elevador que lo conducía al primero piso, a la salida definitiva de aquel corporativo al que había dedicado años de su vida. El sonido del fracaso. Nunca imagino escucharlo. Después de salir de aquel edificio, en donde se sepultaban las ruinas de su pasado, se dirigió a casa. Esperaba que el hielo que invadía su hogar, su matrimonio, desapareciera aquella tarde. Espero unos instantes antes de entrar, descifrando la manera en que presentaría la noticia a su esposa, y más tarde, a sus hijos. Estaba consciente que notarían lo raro de su presencia a aquella hora en la casa, usualmente solía regresar del trabajo a altas horas de la noche. Entro sigilosamente, sin saber porque, y se dirigió a la cocina. Escucho voces que le parecieron familiares y distantes a la vez. Al entrar, se encontró con un cuadro que había visto tantas veces antes, en aquellos filmes en los que no podía más que sentir pena por el individuo que se encontraba en la posición en que estaba el ahora.
La Niña Pluma.
El viento rodaba por sus mejillas y la brisa del mar rociaba su cabello, y pensó que deseaba ser tan ligera como la pluma que se levantaba suavemente con el soplo del aire, elevándose cada vez más, hasta el cielo…
La niña era normal, como cualquier otra. Todos los días se levantaba temprano, se aseaba con cuidado, se peinaba y arreglaba sus imperfecciones, tal como le había enseñado su madre, para ir al colegio. Caminaba unas cuadras, y después de clases asistía a alguna clase o iba con sus amigas a pasar el rato. Un día cualquiera, la niña se levanto. Tenía un sentimiento extraño, como que algo no estaba en su lugar. Lo ignoro. Se baño como siempre, se peino como siempre, y bajo a desayunar. Un desayuno apetitoso esperaba a la niña todos los días, pero hoy algo extraño sucedió. La niña se sentó a desayunar, pero conforme la comida empezó a entrar en su cuerpo, notó algo extraño. Algo no andaba bien. Sentía que la comida se expandía, que la atormentaba por dentro. Dejo de comer.
La fiesta de las moscas
“Envenena sus estómagos de la amargura mas áspera y dolorosa, que se les queme la boca al nombrarte, que se les caigan los dedos cuando te señalen y que enloquezcan cuando te piensen.”
Sus bocas eran moscas.
Haces el ultimo de los intentos, pero no puedes mas, pierdes la velocidad cristalina, suave danzarina negra, estas medio muerta en el aire, y espías sus pensamientos, pero no todos, solos los que te piensan, los que te son dedicados como un puñal o una bandera, esos pensamientos de enjambre, los juntas, se pegan y encuartelan entre tus hilos pensativos pero se salen y chocan en elipses marítimos, entre tus ideas. Llenas de tormentas sus músculos minuciosos, los estiras de sorpresa, los contraes en el recelo mas intimo, abominables seres los que observan tu muerte porque ahora tu los inventas en el sacrificio, los fundes a tu estrellato, a la pavura de los concebibles, eres heredera de sus complexos, vanidades, sus poderes y sueños.
El Juramento (solo un cuento con algo de verso )
Crujen las oxidadas bisagras de estas viejas ventanas
Una leve brisa invernal les embate implacable
Recorro la estancia y miro a través de las persianas
Niños jugando, ignorando desafiantes cuan fría este la tarde
Invaden sin recato mi jardín cual grandes rufianes
Abro la ventana para reclamarles por dicha falta
Solo fue un parpadeo, se que no fueron ilusiones
Vi claramente como esos pilluelos brincaron la barda
Aun así, al abrir la ventana, no había ni un alma
El jardín estaba solo, al igual que las calles aledañas
No entiendo nada, respiro profundo y pienso con calma
Botón azul
Recién comprado el traje que lucía Roberto. Gris, muy bonito, de botones azules. Tres meses espero para tenerlo y porfin hoy podía lucirlo. Decidió salir a dar una vuelta por la ciudad. Sentando en el andén, esperaba el tren que le llevaría a su primera entrevista de trabajo. Estaba emocionado. Él y su traje nuevo; de lanilla natural, de marca. de primera calidad, único en su estilo. Al llegar el carro, ingresó con destacada galantería. Dentro, palideció: ¡Faltaba un botón! Miró a su alrededor y entonces lo vio, afuera, en el andén, justo cuando el vagón cerraba sus puertas.
Los enanos
Cuando era pequeña pensaba que.. bueno, la cosa es así: dentro de cada cajero automático hay un enanito que cuenta dinero, recibe depósitos y escribe comprobantes. Cuando algún enano de queda sin dinero, corre por las alcantarillas al cajero más cercano, y le pide dinero a su colega. Todos sabemos que los enanos son de mal genio, así que a veces se pelean y no se prestan el dinero. Es entonces cuando quedan fuera de servicio. Y para pasar las rabias, el enano en cuestión prende un cigarrillo, busca un teléfono público y conversa con el gnomo que le da su vuelto.
El esqueleto de Rudy
El ruido comenzó a oírse muy levemente, tan levemente como un carraspeo imperceptible entonces para los oídos de Rudy Sal Azar que, además, se encontraba en un profundo estado de agitación nerviosa después de una agotadora jornada en la que había liquidado los bienes de un buen número de convecinos deudores y en su pesado sueño había visto a su propio esqueleto después de haber sido devorado canibalísticamente todo su cuerpo por aquella turba de vecinos que se consideraban víctimas de su usura. Y es que Rudy Sal Azar era la imagen viva del mismísimo usurero “shakesperiano” Shylock de El mercader de Venecia. Su “shylocking” era famosamente temido en toda la barriada del West Bromwich londinense.
Horror en la capilla
Eran las 5 de la tarde. Había nubes de tormenta, y todo parecía indicar que el cielo se iba a caer.
Estábamos en el velorio de mi tio abuelo (y también padrino), y fue horrible. Su familia estaba llegando. La cosa es que salvo él, toda su familia son hermanos cristianos de quien sabe que facción. Llamémosles aleluyos. Llegaban por docenas, y traían acarreados de otros templos. Todos decían venir a despedirse del hermano Eduardo. Pero él no era un hermano. De ninguna manera. Él era una sana mezcla entre católico no practicante, hereje condenado a la hoguera y ateo.
El viaje maldito
Huvo una vez una chica se llamaba Casandra, ella era divertida le gustaba cuidarse mucho y sobre todo viajar.Un día le dijo a su madre que se iva de vacaciones, pero su madre no estaba de acuerdo con aquel viaje, entonces tuvieron una discusion porque su madre le havia advertido que no se fuera a ese
viaje sola. pero casandra no la hizo caso y se fue en busca de aventuras, ni siquiera le dio la oportunidad a su madre para que le diera por lo menos un par de consejos sobre aquel viaje.
Un día casandra estaba en la playa tomando el sol,se le acerco un joven y le pregunto que como se llamaba,ella le contesto:me llamo casandra!se quedaron hablando horas y horas luego el joven la habia invitado a tomarse una copa en su casa y Casandra aceptó.
¿ Quien pronuncio su nombre?
Hubo cierta ocasion, entre los espejos de algun infierno, en que dentro del incendio, dentro de una boca de niño muerto, un palpitar de pies sobre los carbones se me acerca entre la hierba adolorida, entre el escandalo de las lenguas:
– De donde te has robado eso?-me dice llorando, inquieto, su voz era una llama mas, tenue, prurita-¿te pregunte que de donde has sacado eso?
– Solo trato de salvarme.
– ¿No te da verguenza ladrona?- se parte mi pecho, la circulacion se detiene en mi rostro, me quema, mira chismosa la escena por mis ojos- ¿De donde eres? ¿como te llamas? !responde imbecil¡
Muerte del árbol
El humo del incienso llenaba el templo del árbol, este consistía en una pequeña choza de madera justo a la entrada de una cueva, que se encontraba llena de estantes repletos de bonsáis, una pila de piedra en el centro lo completaba , en ese momento se encontraba un viejo vestido con un chal rojo tejido con inscripciones extrañas que le cubría todo el cuerpo, y un joven de unos 17 años de estatura media, piel morena y ojos negros al igual que su pelo, vestido también con una única túnica azul con inscripciones semejantes a las del anciano, el joven estaba sentado justo en frente de el anciano a un lado de la pila que tenia un bonsái sin hojas, salieron del templo y una multitud de unas treinta personas les aguardaban, salio primero el joven y el lugar se quedo en silencio, después salio el viejo con un bonsái muy parecido al de la pila pero rebozante de hojas,
Los profesores también se equivocan.
Hubo una vez un chico inglés, bastante despreocupado y adormilado, algo lindo y tímido, digo, una vez hubo de ser bastante loco. Odiaba acudir a las clases por la mañana, y por ello desarrolló un no-poco-curioso atraso en la ortografía inglesa del momento. Decían, a una redacción de las aves, así, sus palabras:
“Los abes son animales boladores. Andan de rama en rama sovre sus alas, cagando en las cabesas de lós transeúntes.”
La mujer que lo leyó, a la que llamaban “Ms. Road” por sus acusadas arrugas, rió por un rato mientras leía el texto por completo. Los alumnos, acostumbrados a la seriedad y a la tozudez de la profesora, no cabían de sí en sus sillas. Ésta profesora, una anciana de 56 años sobreviviente de la Gran Guerra, se acercó al chico y le explicó:
Tennaj
Iuto
El director de la sección de mantenimiento de clima de la nube Iuto, el más grande de todos los países flotantes, estaba sentado en el único escritorio de su pequeña y obscura oficina cuando Oilut entro en ella -me mando llamar señor- pregunto el joven, mientras cruzaba la puerta, pregunto con voz tenue pero firme. El director no contesto, se encontraba viendo unas graficas en su escritorio, se inclino a su derecha y saco de un cajón una pequeña placa de vidrio, la toco con sus grandes y gruesos dedos en varias ocasiones, la placa se lleno de luz que ilumino la cara del director, la observo por un momento y la dejo sobre el escritorio –los informes reportan que nos estas retrasando, no soportas la carga y por si fuera poco comes mas que la mayoría, lo siento pero tendrás que irte-
Pequeña idea
La sala era grande, alta y silenciosa; y blancas eran sus esquinas, infinitas. Tenia el aire un toque celestial, como si aquellas paredes fuesen una nube y el menor suspiro las hiciera desaparecer.
En medio de la sala, sobre una mesa, había un pequeño reloj que trinaba. Caminé con paso distraído y lo observé de más cerca. Tenía tres picos: el más grande de ellos, de un color negro algo oxidado, apuntaba acechante al número doce. El segundo, algo más fino y alargado, señalaba un espacio vacío donde, supuse, alguna vez hubo un cinco pintado.
El pico del despertador descansaba en el seis.
– Esto no es posible- me dije,- ¿por qué suena este reloj, si no ha llegado a su hora?
Los cinco sentidos de Carlos
Erase una vez que Carlos estaba coladito hasta los huesos por Rosalía. Estaba tan enamoradísimo de ella que no hacía más que repetirle todos los dias los mismo:
– Rosalía… !!por tu culpa un día de estos voy a perder los sentidos…!!.
– No seas loco, Carlos. Yo soy solo una chica más en tus conquistas.
– !!Te juro que no, Rosalía!!. !Tú eres distinta!. !Por tu culpa voy a perder los sentidos!.
Y así pasaban las horas enteras sentados debajo de la frondosa higuera.
Ayer mismo se repitió la escena una vez más.
Primera Comunión
Manuel no terminó de aprenderse el poema que recitaría en la parroquia. Lo repetía sin cesar en cualquier parte, pero no lograba aprendérselo. Cuando llegó el día de su primera comunión se olvidó de todo. Lloró amargamente sobre su almohada y su madre trató de consolarle. Llegó la hora y su traje blanco no le gustaba. Tampoco sabía a dónde iba y por qué. Su madre le decía que Dios vendría a verle. Pero su miedo era mayor: ni Dios ni poema, y encima los pantanes no eran vaqueros.
Antínoo y el Maldito
Tres.
Si no te queda tiempo, entonces dile, dile que te ayude, dile que si no hace algo, pero dile, rápido, que va a pasar la vieja y ahí qué vas a hacer si no haces nada, si dejas para mañana lo que debiste hacer en mayo del dos mil seis. Dile ahora que está mirando para otro lado, no sea que te de vergüenza si te escruta con esos ojos engañosamente despiertos que tiene y le inventes una mentirilla burda. Dile, pero dile, no te vayas, no te vayas, no te atrevas –bien telenovelesco– a cruzar esa puerta.
– Quédate -. Te dice Bitinio, tranquilo, rascándose amistosamente detrás de la oreja como un trilladísimo perro pulguiento. Y te sientas, claro, porque a él sí que le haces caso, ¿cierto?, y creas el momento propicio para decirle oye, te tengo que decir algo, oye, pero escúchame, dile, si te va a ayudar, dile, dile, que yo sé lo que te digo.
El crack
Todos elogiaban y alababan la forma de jugar al fútbol de aquel joven deportista que con tanto entusiasmo triunfaba jornada tras jornada en la competición local. Artista del balón, aquel joven delantero era la admiración de miles y miles de personas que venían de todas partes sólo por verle jugar. Hacía maravillas con el esférico en los pies. Era un singular malabarista. Trenzaba líneas inimaginables sobre el césped mientras corría con el balón cosido a sus botas. Y siempre con la cabeza levantada. Finalizaba, inevitablemente, sus grandes epopeyas futbolísticas con el gol victorioso para su equipo.
Crónica Gris.
Pretendíamos, todos teníamos ganas de ello, los tres deseábamos que la gente se llenara de la música que a nosotros nos inspiraba cada día, nuestro ruido de fondo, las negras y corcheas, las llaves y los silencios, que a los dos conectaban cada una de nuestras acciones, que acompañaban mis propias acciones.
A las nueve con treinta y cinco minutos la oscuridad se esparcía totalmente en las calles centrales de Santiago, o al menos la luz natural ya no se dejaría ver hasta unas horas más, la luz artificial dominaba en aquel momento, durante la noche en una ciudad tan grande un combate entre la luz de las estrellas y la luz del cartel publicitario sobre el edificio más alto de la avenida O’Higgins, sería absurdo.
El tonto del arrabal (y 6)
Hoy habló por fin el tonto del arrabal. Y dijo que había visto a una hermosa princesa y que le había regalado un tacón… (?)…
“!Para una vez que habla vaya tontería que dice!”. Lo soltó El Tirapedos y todos se rieron mucho. Especialmente La Lagarta que es, después de haber sido “propiedad privada” del Guti, El Jarales e incluso La Garzota -“!Según endicen señá Obdulia… pos que yo endeluego no entiendo que pueda ser verdad amoríos de lagartas con ciervas señá Obdulia!” – “propiedad privada” del Navajas… y hasta parece que La Puñalitos también “bebe los vientos” por ella..´-!Sigo empensando que no puedo entenderlo… señá Obdulia… que eso de leones con gatitos puedo encomprenderlo pero que eso de lagartas con ciervas no pueser,,, no pueser nunca… no puexistir eso… señá Obdulia!”- “.