Engordó lentamente, como si de esta forma sólo tuviera que ocuparse de caminar mas despacio. En esa gordura se escondía todo y se rflejaba todo. La tele maltrataba su imagen y la gente comenzó a a costumbrarse. Un gordo en el barrio era una necesidad perentoria. Nadie se preguntaba por su cambio de imagen. Había engordado como otros se compran una moto o van ala pizzeria a ganarse un servilletero. Pero él renunciaba a una vida, dejaba a un lado su solemnidad de delgaducho que juega al billar y ahora, era el dueño de una tienda de chicherias, de venenos mágicos que convierten a las princesas en hadas que jamás tienen alas. No cabía en la tienda, porque tuvo que alquilar un local pequeñito. Comía de todo cuando le daba la gana, como persiguiendo un final trágico con sabor a fresa. Un día no pudieron entrar a comprar nada. Era tan gordo que ocupaba la tienda entera. Formaba parte de una paleta de colores, de dulces golosinas con sabor a soledad. Aquello supuso todo un revuelo. La tele llegó con una presentadora delgadita que casi se confundía con el cable. El evento merecía la pena, porque no era ejemplar que un gordo terminara por ocupar la tienda de chucuerias.
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Relatos
(Un hecho real)-Hanna y su aversión a la Guardia Civil 2ª
Me gustaría saber de que les viene a los perros, la aversión a los uniformes.
Volvíamos de Punta Umbría mi novio Juan y yo con la perrita Snauzer”Hanna”,la furgonetilla trotaba como un potro por las difíciles carreteras secundarias. Queríamos conocer la sierra extremeña. Estaba bien entrada la noche y era nula la visibilidad.
En la oscuridad se podía apreciar en la carretera una luz a lo lejos, presumiblemente una casa próxima a la carretera, pero no, el susto que llevamos fue mayúsculo, Juan tuvo que frenar de improviso. Para nuestra sorpresa no se trataba de una casa, era; una persona con una linterna en medio de la carretera. Tan solo nos quedamos a un palmo de aquel Guardia Civil con ojos desorbitados. Fue milagroso que no le atropelláramos.
Mi Perra Hanna y la benemérita 1ª parte(Una historía real)
-Corria el año 1982. La casualidad me llevo a Barcelona a recoger a unos amigos para invitarles en Madrid al concierto de los Rolling Stonnes,(memorable por cierto). -Así conocí a Hanna(una snauzer mediana color sal y pimienta). Mis amigos sabiendo de mi amor por los animales me contaron su situación: -Unos desalmados que tenían por vecinos, después de exprimir a la perrita a fuerza de malos tratos y continuos partos (En aquella época la raza snauzer estaba de moda y los cachorros se cotizaban mucho). Pensaban ejecutarla salvajemente. Tan solo tenia dos años, pero estaba enferma, escuálida y deformada, además no podia tener mas cachorritos. Su triste vida, habia transcurrido en un húmedo y tenebroso sótano, no conocía la luz del sol, y los “impresentables” dueños, solo la sacaban, una vez por la noche cuando se acordaban, que no era a menudo. A veces olvidaban darla comida. Lo que obligo a “Hanna” a curtirse en la caza de roedores, abundantes en aquel sótano, como si fuera un felino.
¿QUE HAY AL FINAL DEL TUNEL TENEBROSO?
En una calida tarde de verano, tumbada sobre la arena, mis senos se mostraban desafiantes, traviesos ante el ardiente sol del mediodía, el calor me obligaba a sumergir los pies, en las heladas aguas del Atlántico. La marea estaba mucho mas baja que habitualmente.-Bordeando las rocas me iba sumergiendo cada vez mas, de pronto tras una roca una endidura daba paso a un oscuro tunel que se dirigía directamente hacia el mar. -Cuando, con dificultad lo hube recorrido por completo, de un salto me encarame a una roca, para mi alborozo, ahí estaba; era una preciosa playa con forma de concha..! -Menudo descubrimiento!, después de 10 años, veraneando aquí y sin saber de su existencia…. ya en ella me dispuse a explorarla en su totalidad.
Invitación 52
De repente Paul se sobresaltó, miró su reloj nuevamente, mostraba las 08:30; ¡Había estado más de una hora de pie absorto delante del cartel!.
En ese instante oyó un coche que se acercaba a su posición, se dió la vuelta mientras el coche aparcaba delante de él. Era un Chevrolet azul, no reconocía ese coche, ni siquiera se parecía al de Katy, la dulce chica de la barra, de él bajó un hombre mayor, llevaba puesta una gabardina grisacea bastante descuidada y unos pantalones marrones de pana que resaltaban al negro de sus zapatos.
Cuando ya lo tuvo enfrente, Paul se percató de quién era, el viejo borracho que espiaba a Katy.
Once. Punto. Once
Entro, como todas las noches, en el Lyon y me siento en mi lugar preferido. Allí está, como siempre, ella. Sentada cuatro mesas más allá, en la fila de enfrente. No es guapa. Tampoco es fea. No es atractiva. Tampoco es desagradable. Es glauca. Es transparente. Es enigmática. Es atrapadora. Sorprende sobremanera su forma de mirar hacia ninguna parte. Sorprende la pirámide invertida que tiene grabada en la frente. Sorprende su sonrisa mientras mueve el azúcar del café…
El cuaderno rojo
Cada vez que daba un paseo se sentia como si se dejara a si mismo atrás, y entregándose al movimiento de las calles, reduciéndose a un ojo que ve, lograba escapar a la obligación de pensar. Y eso, más que nada, le daba cierta paz, un saludable vacío interior. El mundo estaba fuera de él, a su alrededor, delante de él, y la velocidad a la que caminaba la hacía imposible fijar su atención en inguna cosa por mucho tiempo. El movimiento era lo esencial, el acto de poner un pie delante del otro y permitirse seguir el rumbo de su propio cuerpo. Mientras vagaba sin propósito, todos los lugares se volvían iguales, y daba igual donde estuviese. En sus mejores paseos conseguía sentir que no estaba en ningún sitio.”
La última guitarra
Mientras el abuelo retoca con barniz la madera del armazón de la última de sus afamadas guitarras, ella permanece silenciosa, sentada en la banqueta, a la puerta del taller de los Tiradores Altos, dando punteadas a la tela blanca donde pespuntea dibujos de verdes hojas de acanto adornando los ribetes de rojos claveles. La abuela Rufina no sabe leer ni escribir, pero entiende a la perfección el lenguaje de los colores y las cosas y por eso, mientras escucha por lo bajito, muy por lo bajito, la radionovela de turno, musita en su interior las canciones que en su juventud él, Bonifacio, le dedicaba en sus nocturnas serenatas, acompañado de su guitarrón, a la puerta del molino, junto al cuerpo de piedra de la fuente de los dos caños, vigilados por el Benito que los observa con el comezón de los envidiosos celos recomiéndole el corazón.
TE SOÑE
Hoy te soñé.
Incomprensible realidad la del mundo de los sueños.
Por no sé que extraña sin razón la situación vivida desencadenó en mí una peligrosa ebullición de emociones.
Se aleó lo que es imposible que sea, con lo que debe de ser.
Se unió en una peligrosa mezcla , el deseo con la desazón del desencuentro.
Besos de caramelo con sabor a lágrimas saladas.
Miradas penetrantes de ojos huidizos.
Sudor impregnado de miedo a lo que no será, ambicionando que sea.
Y lloré en mi despertar porque:
Yo sé bien que jamás estarás a mi lado aún a sabiendas de que nunca te perderé.
Te Vas
Y así, sin más, me dices que te vas.
Me lo dices en este amanecer plomizo y brumoso, como de otoño a pesar de ser primavera. Me lo lanzas a bocajarro, mientras el alba se cuela furtiva por la ventana.
Me lo dices con voz baja pero certera y convincente.
Te vas, que ironía, sin tan siquiera soltar mi mano que mantienes, como cada amanecer, fuertemente asida.
Te vas.
No hay motivos, ni razones, ni explicaciones por tu parte.
El suelo se abre bajo mis pies que parece querer tragarme por entre sus gruesas grietas hacia un abismo inimaginable.
No soy capaz de pronunciar palabras. El loco de mi corazón se ha hecho dueño de mi garganta y la oprime como un psicópata al compás de sus latidos. Un agua cristalina comienza a emanar de mis ojos mientras tú te desatas de mi mano y te levantas.
Náufrago
Ayer me mecí melancólico en los brazos de la soledad, dueña de mi tiempo y de mi alma. Ayer, después de que tú te fueras y te llevaras contigo tu olor, volví a ser aquél marinero apátrida que hace mucho que perdió su hogar. Y navegando a la deriva en la noche, que se me hizo eterna sin ti, decidí aferrarme a tu recuerdo como a un salvavidas para conseguir que el olvido no me engullera como la mar embravecida.
Sumergí mi cabeza en las sábanas que antes surcamos juntos, buscando ese qué se yo que te hace así, como eres. Eso que consigue que mi rumbo se tuerza cuando intento dirigirme a puerto seguro. Eres mi condena y libertad, mi calma y tempestad. Eres tifón, eres suave brisa del Mediterráneo tranquilo. Más grande en mí interior que océanos de agua salada bañan las orillas de la Tierra.
Monólogo de la lluvia
¿Habéis visto la lluvia?. Esta lluvia de madrugada que ha colgado sus lágrimas en el perchero gris de la sombra de los juncos. ¿No la habéis visto?. ¿Pero si está cuajada en las horas de vuestros párpados sedientos?. ¡Es imposible que no la hayáis visto!. Ha llegado así, de repente, con la tristeza del niño acurrucado bajo el mantón de la abuela. Ha sido una lluvia de pequeños llantos colgados, como la rama del almendro que está ahora sollozando por la larga espera. ¿De verdad que no la habéis visto?. Ha sido una lluvia de mandrágoras saladas surgiendo de un vaporoso lagar de mares en tinieblas.
La niña y el duende (Teatro Virtual)
NIÑA.- ¿Qué me traes hoy, verde esperanza?.
DUENDE.- Una bella canción en forma de estrella.
NIÑA.- Quiero que sea una estrella alegre.
DUENDE.- Tan alegre como tú.
NIÑA.- Una de esas que corren por el cielo.
DUENDE.- Así será, pequeña sonrisa. Una canción fugaz de primavera.
NIÑA.- Duende… ¿Es la primavera la estación de los sueños?.
DUENDE.- Para ti sí, mi amor pequeño.
NIÑA.- ¿Y para ti?.
DUENDE.- Para mí sirve cualquier momento.
NIÑA.- ¿Qué es cualquier momento?.
DUENDE.- El instante en que tú deslizas tu presencia por el tobogán de mis emociones…
Nadie se queda.
Pasamos todos por la misma calle y un día nos vamos. Me sorprendió no ver al viejo sabio que hablaba de la muerte como quien se fuma un puro. ¡Eso llega, tarde o temprano! Se reía de los jubiletas que, en chandal, daban saltitos alrededor del banco. ¡Estos ven mucho la tela, pero llega igual! Ya no está. Vi su esquela en la puerta de la panadería. ¡Me reí, pensando en la inmensa carcajada al descubrir que él sabía cuándo y cómo!.
Junto al acantilado
Miró al horizonte. El mar se extendía a sus pies. Una suave brisa emanaba de él, meciendo sus largos cabellos de manera casi armónica. También hacía volar sus lágrimas.
Su leve vestido blanco no le servía de abrigo aquél amanecer. Le daba igual, pues ni aunque se hubiera cubierto con la más gruesa piel habría dejado de sentir aquél frío. Ya que no era la brisa ni el rocío lo que congelaba su alma, sino su corazón, que había muerto.
Él había marchado en un barco años atrás. Prometió volver, como tantos y tantos maridos hicieron a su vez. Ella le despidió desde la rada, aquella en la que, cuando eran niños, se escondían del mundo para encontrarse ellos mismos. Pero ahora ella se quedaba sola, anclada a un mundo claustrofóbico del que jamás hubiera podido salir.
jugando al escondite con la muerte (una historia real)
Hanna, mi perrita doberman estaba embarazada, pero no le tocaba dar a luz todavía, le habíamos preparado un confortable nido para el parto en nuestra casa de “caño roto”, Madrid.
Se aproximaban las 12 de la noche y mientras descorchábamos una botella de champaña, bajando el volumen del jazz, les decia a mis clientes: Por favor vallan acabando, hoy cerramos antes, cumplo 18 años y hemos quedado en la discoteca Alcalá 20, para celebrarlo. Lo cierto es que íbamos allí a diario (era un antiguo teatro, bien conservado, con esas inmensas arañas relucientes y tanto terciopelo rojo, te transportabas a los años 20, era todo un contraste con la música rokanrolera, que pinchaba nuestro amigo “el nani”
Día para quererte
Hoy es un día especial para quererte porque sólo están las estrellas y me recuerdan a aquéllas que nos cuidaban en Buenos Aires.
La noche se vistió temprano; el pueblo quedó sin luz y la gente enciende velas camino.
Se respira un aire diferente.
Regreso balbuceando con el silencio el trajín de horas que me dará monedas y nuevas lunas.
Adoquines y piedras con forma de casas tapizan las montañas y se vuelven cobijo para mis pasos.
Las estrellas brillan sobre Toledo
Ciencia y filosofía en al-Andalus
Por Carlos Montuenga
No me canso de contemplar esta ciudad, que se eleva con gallardía sobre ásperas peñas ceñidas por el abrazo del Tajo. Me gusta sentarme entre las jaras de la orilla, junto al puente de San Martín, sentir el temblor de la brisa entre las ramas, recorrer con la mirada las murallas de Toledo, tras las que se vislumbran las bellas formas góticas de San Juan de los Reyes, circundadas por jardines, torres almenadas y campanarios mudéjares. Las aguas impetuosas del Tajo, en su viaje hacia poniente, rodean la ciudad por este lado formando un profundo foso, que fue decisiva defensa natural para sus antiguos moradores . Entorno los ojos; el rumor sordo del río sobre el lecho rocoso y el sonido lejano de alguna campana, que araña el cristal puro del aire en esta tarde fría de otoño, se mezclan con el bullicio de los pájaros en la arboleda de las orillas. Parece como si todos nuestros afanes e inquietudes quedaran en suspenso, mientras la niebla de la llanura asciende por las murallas alcanzando las almenas; una atmósfera incierta, en la que los contornos se diluyen, lo va envolviendo todo.
Inmortal
Todo está oscuro, pues es de noche, y tan sólo la luz mortecina de una bombilla ilumina la escena. Una niña mira con ojos húmedos la habitación, o mejor dicho, los tiene fijos en la única silla de la estancia. O en lo que hay sobre ella.
-¿Papá?, pregunta ella con voz rota y temblorosa.-¿papá, estás dormido?.
La madre llora en silencio, sentada en el suelo, sabe por qué lo hizo. Mira a su hija, quisiera abrazarla, pero se siente culpable. Ya nada volverá a ser como debió ser.
A través de la ventana llegan sonido de la calle, villancicos, gente feliz y contenta. Es Navidad. La pequeña buscaba sus regalos, encontró tristeza y muerte. La madre no sabe que va a ser de ella, qué pasará ahora que él ya no está. La niña no se lo cree, no se lo quiere creer. Corre hacia el cuerpo frío, lo abraza, grita su nombre.
SOBRE UN MOMENTO
Se va aproximando la hora. Dentro de unos minutos ella aparecerá. Todas las tardes a la misma hora. Entrará por la puerta con aire distraído. Fingiendo indiferencia echará una mirada alrededor mientras con la mano se tocará el pelo y mirará su reloj de pulsera. Buscando alguna cara conocida intercambiará un amable saludo y después con tranquilidad se dirigirá hacia el mismo lugar, como siempre, a la misma mesa. Se quitará el abrigo con cuidado de que las puntas del bajo no arrastren por el suelo. Lo doblará con su ya característica perfección y lo dejará sobre el bolso que ya habrá colocado sobre la silla de al lado. Esperará paciente a que alguno de nosotros se dirija hacia ella para tomarle nota del pedido que va a tomar. En todos estos años lo que más me llama la atención es que nunca perdió la sonrisa. Con las mismas buscará un camarero que no esté ocupado o en el caso contrario esperará tranquilamente. No tiene prisa. Levantará su brazo y con un gracioso gesto de su mano le indicará que desea hacer un pedido. Pedirá un café con leche templadita. Eso sí, siempre por favor, y con una educación con la que se nace. Mientras el camarero vuelve a la barra para llevarle su café, espera con las manos sobre el regazo y se mantiene erguida, distrayéndose mientras mira por el gran ventanal frente al que siempre se sienta para ver cómo pasa la gente.
LA TAQUILLA
Al entrar en la sala los primeros rayos de sol se colaban por los grandes ventanales, dispuestos en una continuidad casi perfecta iluminaban toda la habitación. Siempre era más agradable poder sentir aquella luz que la de los fluorescentes instalados, siempre parpadeante, artificial y acompañada de ese casi inaudible zumbido de los cebadores, pero constante y presente.
Al mirar hacia aquellos ventanales, casi se podía adivinar la totalidad del cielo si no fuera por la interrupción entre ventanas separadas por los marcos, aun así parecía que aquella imagen se tratara de un tríptico de un cielo hermoso como lo era el de aquel día, largo día…como lo fueron todos y cada uno de los días de los meses anteriores. Pero aquella bella imagen no podría replegarse en sus laterales para conservarla mejor y poder disfrutar de ella tantas veces como uno quisiera, cada vez que el cielo se dibujase con tonos grises, poderse regalar aquella fantástica instantánea tan efímera con tan solo admirarla.
LA DELGADA LINEA QUE TODO LO SEPARA
Quién no halló calma en los ojos que le hicieron ver, que había un pedacito de cielo en el que todavía las almas, se entremezclarían con los aromas y los colores, que solo el corazón en busca de paz sabía que de existir deberían de hacerlo en otro mundo.
Y a otro mundo, al que sin querer pertenecer, permaneció anclado un ser entregado simplemente por amor. No queriendo ver, ni conocer, que la delgada línea que todo lo separa, fue cruzada al encontrar la estrella que tanto anhelaba.
La luz que guiaba entre risas y días que pasaban, deshicieron el velo que cubría el cuerpo, sin apenas saber que la decisión del paso ya fue dada. Cruzar la delgada línea entre el sentir cómo sobrevivir y el sentirse vivo. Atrás quedarían pena y dolor sentido, envolviéndose con el nuevo día bajo un sol que siempre sale, que con un rayo de su luz es capaz de hacer sentir vivo a quien vuelve la cabeza y ve todo lo que quedó atrás.
Invitación 51
Ambos entraron en el coche. En un instante y de forma inesperada, Paul se soltó de la mano de Katy y salió corriendo por las calles. Un impulso irremediable le dirigía. Sentía que su cuerpo volaba entre el pavimento. Todo iba quedando a trás, como si transcurriera al revés.
Se fijó en un gran cartel donde se señalaba una hora; un día: Viernes, 19 de Mayo de 2006. Eran las 7:20 A.M.
¡STOP! El Tiempo y el Espacio quedaron detenidos:
(A partir de este día y esta hora…el puzzle puede comenzar a encajarse. Cojan sus textos, aportaciones, sugerencias….)
Una opinión muy personal y con respeto a tod@s
Una opinión muy personal y con respeto a tod@s
Hola compañeros y compañeras del Vorem. Hace casi un año, exactamente el 21 de junio de 2005, Grekosay lanzó una interesante idea/reto a todos los voremistas. Consistía en el proyecto de construir una historia comunitaria, de tono grupal y global, en la que todos estaban invitados a participar de ella con la aportación voluntaria de textos que irían uniéndose en forma encadenada. El reto era muy interesante y arraigó. Muchos somos los voremios y voremias que hemos estado contribuyendo de alguna manera a escribir la larga historia y con completa libertad de imaginación. Amo profundamente esta libertad que ofrece Vorem y que no es la misma que ofrecen otros proyectos similares que recurren a poner un límite corto de capítulos y a un jurado que va eligiendo lo que a ellos más les gusta. Lo original de Vorem es el amplio sentido de libertad que emplea. Claro que este amplio sentido de libertad tiene también sus problemas ya que es más difícil producir una buena historia al no poner censuras ni jurados cercenadores de la imaginación personal.
Tibet.
En que momento quedaria el dia pobre de riqueza en compañia,
si de maneras sanas y devotas recuerdo tu cara hoy dia.
Entregare por fantasia, en sutileza, mi oracion muda.
No recuerdo algo igual antes de ti,
de ti niño inocente y de montaña.
Que de tanto que tienes no tienes nada,
mas esa vida lejana y como inexistente
te vera crecer.
Trabajo de noche.
Dinero. Es la medida de casi todo, o de todo. No podemos escapar de su poder, ni de su atracción fatal. Trabajo por dinero, en un curro extraño y que no tiene que ver nada con las imágenes de las películas americanas. Es un trabajo duro, constante, ausente de luz y lleno de olores a calle y ncturnidad recurrente. No he cruzado palabra con otros compañeros. Soy ese accidente silencioso que no fuma, porque no le da la gana. La noche no acaba nunca. Tiene ese desgarro eterno que la condena a ser cama de los condenados, de las putas, de los polis que pasean la gorrita y el cinturón de cuero. Dinero. habrá que ganarlo para toda la vida. Nadie vive por ti. Por eso tengo un sentido insolidario con quienes prometen la Luna a cambio de poco. Acabará el mes y se repetirá la historia. Trabajo basura. Trabajo basura el del político bufón cobrando parné y haciendo el chorra en mitad de la tele. Ese sabe que naciendo payaso paga menos impuestos. ¡Dinero! Alguna vez, en alguna esquina.
La lluvia.
Cuando la lluvia cae, cae sin cesar y mientras la rogamos y nos disculpamos por nuestro derroche… tu te haces la vacilona.
Eres asi, nadie puede obligarte a cambiar. Si te enfadas hasta puedes llegar a matar. Si eres dulce, nos recuerdas a bailando bajo la lluvia, en una noche romantica caminando por las calles de Madrid bajo un mismo paraguas.
Y asi, agarrado de tu brazo nos azota el temporal.
El Primer Pecado.
Llegó el fin de curso y todos andábamos nerviosos con eso de los exámenes; pero lo más triste, quizás lo único triste del asunto, es que ya no volveríamos a ver a Ana María. Ella había sido la conmoción del año en el instituto. Aquella preciosa profesora de Historia del Arte, con sus 23 años de edad, había desbancado del primer lugar del top ten de nuestras fantasías a Mercedes, la maciza ayudante de Antonio el de Química.
Hasta que Ana María llegó éste último curso a las aulas, en el instituto todos peleábamos por estar cerca de Mercedes en el laboratorio, cerca de ella hasta que ella nos arrimaba su escultural cuerpazo y nos rozaba nuestras quinceañeras estructuras de jóvenes en pleno desarrollo hormonal. Mercedes había estado jugando con nuestros líbidos durante dos largos años académicos. Con ella aprendimos más anatomía corporal que combinaciones de elementos químicos y sus correspondientes pesos atómicos. La muy pícara siempre elevaba nuestras linfas cuando nos rozaba con sus pechos o sus piernas o nos ponía la mano en el muslo jugando con nosotros mientras intentábamos alear nitrógenos y sulfuros. Pero Ana María era simplemente divina y la destronó. Ana María era la mujer más bella y hermosa que habíamos todos conocido.
Invitación (50)
– !Vámonos inmediatamente de aquí, Paul… antes de que despierte ese monstruo!.
Paul estaba totalmente paralizado ante el espectáculo de aquella enorme masa muscular tumbada en el suelo; un hombretón de más de dos metros de altura con aquella cicatriz violácea recorriéndole toda la mejilla derecha que ahora relucía siniestramente bajo las luces de las bombillas del Brendwood.
– !Vámonos, Paul, vámonos ya!.
Viviente naufragio
Abrió los ojos en medio de la marginación de su poética propuesta. Todo un mar de odas se agitaba en el sempiterno océano de sus neuronas. El mundo se deconstruía como un código mecanicista reinventado cuyo epicentro era todo lo que él sentía como propuesta inalterable para saludar a las evidencias de su realidad. Demasiado juntos todos sus sentires como para poder brindarse la oportunidad de no estar colocado en el recalentamiento global de su cerebro. Entonces se sintió Dios y exclamó: !Hágase la Nostalgia!.